Cai aterrizó sobre sus pies con la humana sobre su espalda.
-Salimos… - dijo ella temblando. - No puedo creerlo… estoy afuera… no puedo creerlo…
Cai no la escuchaba, aún seguía perturbado por su enfrentamiento. No quería aceptarlo. No quería aceptar que había perdido a Kháli, pero la ferocidad que había visto en sus ojos le recordaba más a un animal que a su antigua amiga. - Demonios… - apretó sus puños hasta sacarse sangre. - Demonios. - Miró a la jovencita que ahora estaba a su lado. Delgada, discapacitada e indefensa. Y Kháli había querido matarla. La habría matado de no ser por él.
Volvió a repasar en su mente, los sucesos. Cómo cambiaba sus expresiones cuando luchaba a cuando hablaba del Maiestas. Recordó cómo había sujetado al puercoespín y cómo había afrontado a sus enemigos . No reconocía ninguna de esas facetas. La Kháli que conocía era la que lo había abrazado cuando llegó, la que había sujetado su mano un par de veces, pero ahí terminaba la semejanza. Ya no era la misma.
Sin Diana.
Sin Jim.
Sin Rochelle.
Sin Reff.
Sin Kháli.
Maldición.
¿Cuál era el punto?
-Vamos, - le dijo a la chica que aún seguía hablando.
-¿A dónde?
-Al Imperio Blanco. Cuidarán de ti ahí.
-¡Muchacho! ¿Pero dónde has estado? - Bynner lucía molesto y preocupado al mismo tiempo.
El Rey también se acercó y él y su Torre se contemplaron. - ¿Conseguiste la respuesta que buscabas?
Cai no respondió, hizo bajar a la joven de su espalda y le entregó el puercoespín. - Cuida de él. - Pero al dárselo notó que tenía una gota de sangre en su pulgar que había sido extraída por una de las espinas.
-¡Dios mío! ¿En dónde lo conseguiste? - preguntó el Caballero arrebatando al animalillo y tratándolo como si fuera una gema. El Rey también parecía atónito. Ronnman se acercaba para ver qué sucedía.
-Estaba en el Imperio Negro…
Bynner lo miró desconcertado. -¿Cómo logró sobrevivir en ese infierno?... ¡¿Cómo es que hay uno en primer lugar?!
-¿Qué es? - preguntó Ronnman con el recelo de una Torre. Cai se sintió un poco aliviado al ver que no era el único ignorante.
El Rey tomó con cuidado al animal y lo colocó en un pilar para inspeccionarlo. El puercoespín se dejaba manipular, resignado.
Cai los siguió. - Es solo un puercoespín.
-Mira sus espina, muchacho - indicó Bynner. - No es un puercoespín, es un Hystriade.
Cai se dio cuenta de que lo que le había parecido nieve en un principio, era en realidad el color genuino de las espinas; todas terminaban con un poderoso tono plateado. Las tocó y sintió una textura dura como el metal.
-¿Qué es un Hystriade? - preguntó Ronnman.
El Rey y Bynner intercambiaron miradas. - De acuerdo a una leyenda muy antigua, - comenzó a decir Bynner - Cuando ambos imperios comenzaron a designar a los humanos como sus Guerreros, hubo una criatura que decidió ayudar al Imperio Blanco. Donó sus espinas para que hicieran con ellas las primeras espadas y armaduras…
-¿Esta pequeña criatura? - preguntó Ronnman con la incredulidad pintada en el rostro.
-El Hystriade era sumamente enorme - afirmó el Rey. - Y era el último de su especie…
Bynner asintió. - O eso se creía… ¿Cómo logró uno aparecer? No me lo explico… Pero su existencia presagia enormes cambios a los Imperios… Unos muy buenos o… - el Caballero frunció el ceño. - ... unos que no me atrevo a imaginar.
-Pues este es el primer cambio, - interrumpió Cai. - Me voy.
-¡¿A dónde vas ahora?! te necesitamos.
-Me voy del Imperio Blanco. Renuncio a ser Guerrero.