La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 52

La prueba final se acercaba con rapidez. Las batallas en los coliseos siguieron sin parar durante los próximos días. A pesar de su discurso hacia su ejército, Mathán se encontraba irritable y ansioso por exterminar a cualquier inútil de sus tierras.

A pesar del mal humor del Rey, las cosas se hicieron más fáciles para Kháli quien era ahora libre de salir del escaque y los otros ya no la trataban como una intrusa. Sus peleas en los coliseos se volvieron una rutina y era rápidamente la ganadora de cualquier enfrentamiento.

Seguía maravillada por la coordinación en la invasión del Imperio Blanco y aún más por el rol que había tenido Julian. Decidió guardarse el entusiasmo y no compartirlo con nadie.

Recordaba vívidamente cuando había visto a Julian la última vez, la noche en que había sido la culpable en cicatrizar aún más su rostro… el día que ella misma había sido marcada. Se sintió aliviada cuando él no le había dirigido la palabra, pero constantemente recordaba cuando se hizo pasar por águila y cómo él nunca había intentado agredirla.

-Tampoco me habló, - se dijo un día cuando estaba dentro de su habitación, recostada bocarriba en su cama. - Julian no es un Guerrero, pero fue muy astuto. Sabía que hubiera reconocido su voz si hubiera dicho algo cuando estábamos con Zador.

Y también su forma de pelear había sido impresionante. La agilidad con su espada y la impasibilidad de su rostro le habían dado el aire de un Caballero genuino.

-Lo único que le faltaba era un Caballo y cualquiera pensaría que se trataba de un Guerrero.

Cuánto habían cambiado las cosas. Julian había accedido infiltrarse en uno de los lugares que tenían sentencia de muerte para él con tal de servir al Imperio Blanco y ella había luchado por el Imperio Negro.

Si hubiera alguien que comprendiera las épocas de soledad que la asaltaban y de arrepentimiento, probablemente fuera él. No. Él tenía a Alexandria. Ella no tenía a Cai.

Unos gemidos la hicieron salir de su ensimismamiento y se sentó para escuchar más atentamente. Sabía que Sten, Vera y Yoss habían estado en una misión muy peligrosa y no los había visto desde el día de la invasión. Sin nada mejor que hacer por el momento, decidió ponerse de pie, salir a explorar y tal vez burlarse un poco de la agonía de Sten.

Conocía bien cuál era la habitación y la encontró abierta. Los gemidos se escuchaban desde afuera. Kháli entró lentamente y lo vio postrado en la cama sin cobijas encima. Su cuerpo estaba completo de llagas negras y rojas. Sintió un estremecimiento al ver tantas heridas.

-¿A dónde diablos te fuiste a meter? -le preguntó cuando estuvo a su lado.

-¡Lárgate! - le gritó él furioso.

-Ni siquiera sentiste mi presencia, ¿qué clase de Peón eres?

Él la maldijo y volvió a cerrar los ojos con fuerza por dolor. Un poco de lástima se asomó en ella. -¿No quieres cicatrizante?

-No usamos eso aquí, - dijo con repugnancia.

-¿Por qué no? ¿Te gusta el dolor? - preguntó ahora maliciosamente tocando una llaga. Él gruñó y la maldijo otra vez.

-¡Te dije que te fueras!

-¿Cómo piensan luchar en la Guerra en esas condiciones?

-¡Eso no es asunto tuyo!

-Yo te ayudaré, - dijo extrayendo el frasco de cicatrizante que había llevado consigo.

El dolor pareció aminorar un poco cuando Sten preguntó - ¿Sabes prepararlo?

-Claro, todos los Alfiles y discípulos pueden.- Se paró frente al pie de su cama y extendió el frasco hacia él. - Esto es por el beso que me diste.

-¡No, espera!

Kháli roció el cicatrizante y Sten gritó del dolor cuando el líquido rozó sus heridas. Gritó tanto que parecía que alguien le estaba dando de machetazos en el estómago y continuó su aullido hasta perder la conciencia.

El evento llenó a Kháli de satisfacción y se fue de la habitación con una sonrisa en los labios pensando en hacer lo mismo con las otras dos Peones, pero alguien la llamó por su nombre. Una voz que no reconoció venía del piso de arriba.

-¿Kháli? - preguntó la voz y ella sintió helarse hasta los huesos. ¿Quién era? - Kháli - llamaron de nuevo. La persona parecía ser un hombre, pero no reconocía quién podría ser.

Subió las escaleras. Aunque algo en su interior le gritaba que huyera rápido de ahí, su cuerpo seguía moviéndose.

Llegó al pasillo más oscuro del castillo. Las paredes eran negras y no lograba ver el suelo ni el techo. Sus pisadas eran lo único que resonaba por ahí. Con cada paso que daba, sentía sus cabellos erizarse y un escalofrío que reprimía para no perturbar el ambiente. Casi dejó de respirar para no atraer atención sobre sí y avanzó aún más despacio.

Sabía en dónde se encontraba. Era el pasillo en el que dormía Lince.

-¿Quién está ahí? - preguntó para mostrarle al desconocido que no tenía miedo.

Alguien salió de la habitación, ella no pudo distinguir sus facciones, pero su simple silueta fue suficiente para paralizarla en su lugar.

-¿Kháli? - dijo la persona mirándola y dirigiéndose a ella.




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