La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 54

Los Maiestas oscuros eran una verdadera molestia. ¿Por qué ninguno se había convertido en aquel ser adorable que había conocido? se preguntó Kháli aunque no era que esperaba que algunos de esos individuos se lo mereciera. Tras ver a esas horribles criaturas, vaciló en esparcir la fórmula en la Tierra, pero pronto recordaba al Maiestas que había conocido y sabía que valdría la pena. Además, los Guerreros podían deshacerse fácilmente de esos monstruos indeseados.

O eso había creído.

Matarlos era difícil ya que parecían desconocer el dolor y sus extremidades se alargaban a su voluntad y apretujaban a sus víctimas sin misericordia. La única forma de matarlos era decapitándolos, pero su piel era tan gruesa como un roble que cortarla probaba ser un verdadero desafío. Esto era si se quedaban a pelear, pero al que Kháli seguía en ese momento estaba huyendo con una velocidad extrema.

-¿A dónde irías de todas maneras? - preguntó mientras corría detrás de él, como si le respondiera, alas emergieron de su espalda y comenzó a levantar el vuelo. - ¡¿Qué?!

Kháli apresuró el paso, pero el Maiestas se elevaba rápidamente.

Como milagro, Cai y Reff aparecieron justo en frente. Con una mirada, entendieron lo que sucedía y Cai dio un gran salto, logrando sujetar a la criatura. - ¡¿Pueden volar ahora?!

-¡Solía ser un QuebrantaHuesos, creo que sanó sus alas rotas! - exclamó Kháli mientras saltaba también y se colocaba encima. La criatura forcejeaba para liberarse dando gritos ensordecedores.

-¡Kháli! - exclamó Reff viendo como la cola puntiaguda iba a atravesar su cuerpo. Reff entonces tomó la extremidad y hubo una confusión en donde los tres Guerreros parecían estar unidos por las mismas ramas negras.

De pronto, todos sintieron una enorme presión y el viento en sus oídos impidió que pudieran escuchar algo más. Los tres iban por el aire y cayeron igual de súbitamente. Aún en el suelo, ninguno aflojó su agarre, por el contrario apretaron con más fuerza y Kháli se dirigió a hacia la cabeza del Maiestas tomándolo del cuello, Reff también lo hizo y juntos gritaron - ¡”Qupixik”! - el cuello comenzó a romperse y astillas empezaron a dispararse por todos lados pero los sonidos eran de un cristal quebrándose. Cai estuvo a punto de liberar su agarre para taparse los oídos.

-¡No sirve! - exclamó Kháli y comenzó a golpear el rostro del Maiestas con su codo.

-¡Kháli, ya dejó de moverse! - exclamó Cai preocupado que la brutalidad de ella impresionara a Reff de mala manera. - ¿Tú hiciste que viajaramos entre escaques? - preguntó cuando se hubo calmado.

-No, - fue su respuesta, - creo que lo hizo él, - señaló al Maiestas con un gesto de la cabeza.

-¿Estás diciendo que son criaturas que pueden viajar entre mundos?

Ella se encogió de hombros - así parece, - dijo despreocupada. - ¡Reff! - exclamó abrazando al Peón. - ¡Qué alto estás!

-Kháli… - la tristeza retornó a sus ojos.

-¿Por qué me ves así?

-La última vez que te vi, estabas muriendo…

-¡Estoy bien ahora! ¡Sobreviví! - exclamó intentando levantarle el ánimo. - ¡Luces espectacular!

Kháli contempló a sus antiguos compañeros, ambos vestían los uniformes blancos que usarían en la Guerra y realmente se veían bastante bien. Su presencia era imponente y elegante. Sintió una pequeña punzada en el estómago al pensar que ella jamás había utilizado ni utilizaría esa ropa.

Cai estaba pensando en lo mismo y odiaba verla en esa ropa negra. El uniforme del enemigo. Quería arrancársela y sacudirla al preguntarle en qué estaba pensando, pero sabía que sería inútil. Mirándola, temió que hubiera sido un error traer a Reff ante ella, pero se sorprendió al notar que la mirada de su amigo había cambiado. Estaba observando con atención a su antigua compañera y escuchando cada palabra, pero su mente parecía estar pensando en algo más.

Cai los dejó hablar durante un tiempo. Sintió un poco de alivio al ver que la expresión de Kháli había mejorado, ya no podía divisar los huesos de sus pómulos como antes. Su complexión casi había retornado a la Kháli de antes.

Cuando anochecía Reff se puso de pie. - Debo irme - dijo con su tono gentil.

Esto la molestó, pero intentó no reflejarlo; en lugar de ello, le dio un fuerte abrazo disfrutando de la suave tela blanca del uniforme. Reff correspondió su abrazo. - Cuídate, Kháli - dijo antes de apartarse. Fue hacia Cai, lo miró y dijo: - Gracias. - Y partió.

Cai y Kháli quedaron solos y en silencio rodeados de los árboles con el cadáver del Maiestas y los sonidos de la naturaleza como única compañía.

-Qué tranquilo está aquí. Ya me he acostumbrado al ruido del Imperio Negro. Nunca hay paz ahí.

Cai no dijo nada.

-¡Oye! - exclamó alegre de repente, - ¡¿Sabes en dónde estamos?!

Cuando comenzó a caminar, Cai reconoció el lugar sorprendido de no haberlo sabido antes. Estaban donde se habían conocido. Kháli caminaba hacia el lugar en donde había visto a Alida por primera vez.

-¡Mira, sigue ahí! - exclamó ella señalando el edificio. - ...Parece abandonado, - comentó cuando se acercaron y así era. El silencio imperaba en ese lugar.




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