-Se acerca la hora ,- dijo Alexandria de pronto poniéndose de pie. Julian suspiró y también se levantó. Ella lo miró, - ¿A dónde vas? Tu papel ya terminó…
Él frunció el ceño. -¿Esperas que me quede sentado mientras tú te enfrentas al Imperio Negro?
-Ya nos ayudaste bastante.
-Lo único que hice fue infiltrarme y pasar información.
-Con eso logramos recuperar el dammantino, rescatar a los líderes y completar al ejército blanco.
Julian exhaló un pequeño gruñido. No le gustaba discutir con ella. - No puedo quedarme de brazos cruzados cuando tu vas a Guerra, debo pelear.
-Eso está fuera de la cuestión, - dijo firmemente.
-Alexandria...
-Julian, - su expresión se tornó más seria de lo normal, pero sus manos eran de lo más gentiles cuando acarició el cicatrizado rostro de él. - Cada día que estuviste en el Imperio enemigo fue un gran riesgo para ti. Sobreviviste solo porque no te descubrieron. - Lo abrazó, - ahora estaremos luchando contra los Guerreros Negros frente a frente. Eres fuerte, ágil e inteligente pero…
-Lo sé, - dijo odiando admitirlo: sin ser un Guerrero, no tenía oportunidad de salir victorioso contra ninguno de ellos. - Aún puedo ayudar…
-Puedo ir a la Guerra sabiendo que estarás a salvo. - y lo besó.
El Rey entró entonces, - ya casi es hora de partir, - anunció y a Julian le dijo: - Tú te quedas, ya nos ayudaste lo suficiente.
Alexandria sonrió con complacencia y Julian la miró receloso.
Antes de irse, el Rey miró a Alexandria pensativo antes de decir: - Supongo que no hay novedad del libro amarillo…
El alfil negó con pesar. -Ya no es opción utilizar su información.
El Rey suspiró, asintió y se retiró.
Encontró a Reff en el salón estudiando el mapa y Bynner discutiendo con la herrera.
-¡Vieja aburrida, te estoy diciendo que eso no es una espada! - exclamaba Bynner.
-¡¿Tú me vas a decir cómo hacer mi trabajo, viejo decrépito?! ¡Si no te gusta, hazla tú mismo!
El Rey se acercó para observar el dibujo que la madre de Alexandria había hecho de la nueva espada que utilizaría Bynner. Ciertamente tenía un diseño poco común siendo la hoja arqueada y el mango muy grande, pero la herrera conocía bien su trabajo y debía tener un propósito de haber diseñado el arma así.
-¿Puede creerlo, su majestad? - preguntó Bynner nervioso esperando que el Rey estuviera de su lado.
-Se ve poco ortodoxa, pero confío en su habilidad…
-¡No hay suficiente tiempo para entrenar con ella!
El Rey intentó calmarlos, pero la herrera y el Caballero continuaron peleando como dos hermanos pequeños.
Ronnman y la Reina entraron desde el otro lado del salón. La Reina sonrió ante la escena; Ronnman miraba a Reff.
-¿Ya se le pasó su ataque esquizofrénico? - preguntó entre dientes.
Reff logró escucharle. -Padezco de neurosis, no psicosis, - musitó sin dejar de estudiar el mapa - mi problema es con personalidad... no con la realidad.
-Sí, - concordó la Reina con confianza y acercándose a él. - Ya no tenemos que preocuparnos por él.
El Rey también se acercó. En ese momento llegaban los demás Peones y Piezas Mayores.
-Solo falta Cai, - observó Alan. -
Los Reyes estudiaron a sus Guerreros. Sí, solo Cai faltaba, pero aún con la presencia de su Torre, sentía que su Imperio jamás volvería a sentirse completo y sabía que sus Guerreros tenían el mismo parecer.
Estar en los brazos de Cai era como estar en su hogar. ¿Qué hogar? Kháli no supo identificarlo. No era el Imperio Blanco ni el Imperio Negro, tampoco aquel pueblo en el que había vivido con Jerome antes que supiera que era Guerrera. Era una comodidad familiar, pero que se sentía nueva al mismo tiempo.
La claridad y el sonido de los pájaros le avisaron que ya había amanecido, ella seguía sin abrir los ojos. Sentía que Cai estaba despierto, pero él tampoco se movía más que para respirar. El alzar y descender de su pecho era algo muy reconfortante para ella que tenía su cabeza sobre él.
-¿Es verdad que fuiste a vivir un tiempo a la Tierra?
Él se removió incómodo. - Sí.
Kháli reprimió una risilla. - ¿No te gustó?
-No encajaba. Solo me estaba engañando a mí mismo… - hizo una pausa, - pero creo que Reff logró relajarse un poco. Enviaba aplicaciones a universidades y era aceptado sin esfuerzo.
-¿Tú también lo intentaste?
Él miró hacia otro lado luciendo avergonzado. - No.
-No te creo. ¿Qué pretendías estudiar? ¿A dónde aplicaste?
-No lo hice.
Cai sentado en un aula universitaria, intentando poner atención en clase mientras era distraído por compañeros o su celular.
Era algo que no podía imaginarse. Kháli rió al intentarlo y Cai pareció ruborizarse más.