Lince lanzó un brusco bufido. - ¿Estás satisfecha? - preguntó acercándose a ella.
Kháli sintió el pavor ascender desde su estómago hasta su garganta y un quejido se escapó de su boca medio abierta.
El cuerpo de Lince era alto y el de un hombre, pero su rostro era una réplica desfigurada de Alexandria. Los ojos estaban cocidos de arriba para ser más grandes y las comisuras de su boca parecía tener alfileres para hacerla lucir más pequeña. Debajo de cada ojo se veían los agujeros que Kháli había hecho con las agujas. La piel estaba pálida de forma dispareja viéndose unas partes más amarillentas que blancas.
Lince se había mutilado a sí mismo para parecerse a su antigua mentora
-¿Quieres ser ella? - preguntó Kháli sin darse cuenta de que había hablado en voz alta.
-¡¡Quiero su poder!! - exclamó él demostrando por primera vez alguna emoción.- ¡¡Entrégame su ánima!!
-Suficiente, Lince. - El Rey Mathán apareció cerca de la entrada.
Al hablar él, ambos bebés, que hasta entonces no habían dejado de llorar, fueron silenciados. Mathán caminaba hacia ellos. Aún jadeante, Kháli se obligó a disminuir su shock al ver el verdadero rostro de Lince y se puso de pie para interponerse entre el Rey y la canasta caída.
Lince tomó su máscara y se la colocó como si nada hubiera sucedido.
El movimiento protector por parte de Kháli hacia las criaturas, pareció irritar aún más al Rey quien preguntó: - ¿Qué estás esperando?
-¡No voy a dejar que los lastimen!
-¿Por qué? ¿Porque se trata de tus hermanos?¿Crees que deberíamos aplicar la fórmula solo a aquellos a quienes tú apruebes? ¿A quienes te desagraden?
Kháli no respondió. De alguna manera estaba bien convertir a los habitantes del Imperio Negro y otros mundos. Incluso había podido aceptar la idea de aplicarla a los líderes ya que estaba convencida de que sobrevivirían, pero ¿Inyectarla a sus hermanos?, ¿ver cómo seres indefensos sufría las deformidades y mutilaciones que Alexandria le había explicado y querido evitar?
Quizás Lince tenía razón. Era una hipócrita.
Kháli se vio a sí misma dudando de todas sus acciones. Quería ver a los Maiestas resurgir. Sus deseos eran fuertes y sinceros, pero completamente opacados al recordar la figurilla que su antigua tutora había desfigurado con sus propias manos, queriéndole hacer ver que la fórmula negra era más peligrosa que segura. También le vinieron a la mente los Maiestas oscuros que ella misma había tenido que liquidar. Con sus propias manos había cortado el cuello a esas criaturas que antes habían sido zoomorfos, Angelinos, Mayalles… humanos.
Por todos los mundos. ¿Qué había hecho?
Todas las pruebas. Había pasado todas las pruebas. Había sobrevivido a un sin fin de acontecimientos, reafirmando sus creencias y fortaleciéndose con cada dificultad que superaba. Pero esto simplemente no podía hacer.
El Rey pareció leer parte de sus pensamientos. - No desperdicies todo lo que has hecho. Has llegado demasiado lejos para tirarlo todo a la basura. ¿Qué pensaste que sucedería? Nuestro plan es convertir a absolutamente a todos en Maestias, incluso a nosotros mismos cuando todo termine. Ni tus antiguos amigos ni tu familia son excepciones. Nadie lo es. Ya lo sabías ¿no es así?
El cansancio de Kháli pareció multiplicarse de repente. - No dejaré que los lastimes, - fue lo único que dijo y trató de reunir las fuerzas del ánima de Alexandria.
Ante tal poder, los otros Guerreros Negros surgieron de las tinieblas.
-No se muevan, - ordenó el Rey. Todos se detuvieron. Mathán no quitó los ojos de encima de Kháli. - Te mostraré lo que significa desafiar a un Rey.
-No es la primera vez - dijo ella con tono retador.
-Oh, sí lo es.
Kháli se estremeció a pesar suyo. ¿Cuáles eran sus opciones? Escapar de ahí era imposible, aún más cargando a dos bebés. Aunque lo lograra, los Guerreros Negros la perseguirían y encontrarían antes de parpadear. Luchar contra todos ellos era aún más desquiciado, pero estaba claro que el Rey quería hacerlo solo, por lo que una pequeña esperanza nació en ella. Abrió la boca para utilizar la Tecno, pero antes de que cualquier sonido saliera de sus labios, un agudo dolor cruzó desde la comisura de su boca al centro de su mejilla. Lo próximo que supo fue que estaba en el suelo sosteniéndose su rostro ensangrentado. El Rey Mathán había desenvainado su espada y le había hecho un corte de un solo movimiento.
La sangre corrió entre los dedos de Kháli. Se levantó solo para que Mathán le hiciera otro corte brusco, esta vez en la frente. Ella gritó de dolor. Él colocó la punta de su espada debajo de su mejilla ilesa para evitar que cayera una segunda vez.
-Me amenazas con esa ánima. Es cierto que es fuerte. Pero te olvidas de quién soy yo. - Estiró su mano hacia el rostro de ella, sin tocarlo. - Te ordeno que me la entregues.
Lo autoritario de su voz retumbó en los huesos de Kháli. Siendo un Peón Negro sintió todo su cuerpo querer obedecer, pero su mente se rehusaba. Un quejido salió de su garganta al resistirse. El Rey reanudó su orden y la presión en el cuerpo de ella incrementó. Comenzó a sentir el dolor de su frente intensificarse hasta cegarla. Su grito resonó por las paredes haciendo eco.