La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 59

-¡Invasión! - gritó alguien de afuera cuando Mathán hubo extraído la espada del pecho de Kháli.

-¡El Imperio Blango ha entrado de nuevo!

-¡¿Qué?! - preguntó Mathán furioso.

Sus Guerreros desenvainaron armas e iban a salir para encontrarse con sus enemigos, pero el Rey exclamó: - ¡Alto! ¡No desperdicien tiempo! ¡Los nuevos Alfiles y Peones han sido escogidos! ¡Todo está listo. Ahora nos dirigimos a la Tierra!

Después de una pausa, los Guerreros asintieron y con gesto serio, utilizaron el enorme agujero creado por el ánima para partir. El único en quedarse fue Lince quien dio unos pasos hacia Kháli ansiando terminar con su vida. La miró en el suelo pareciendo un trapo rasgado e inútil.

Un instante después, la habitación se vio irrumpida por Cai.

Cai vio que Lince era el único ahí y se apresuró hacia él, pero al reconocer el bulto que estaba en medio del lago de sangre, palideció y corrió hacia al lugar, casi resbalándose.

-¡Kháli! ¡No! ¡Oh, por favor, no!

Ella quiso decir algo, pero con la mirada perdida, una gran cantidad de sangre salió de su boca.

-Pensé en matarla, pero así está mejor - dijo Lince con tono neutral, pero disfrutando enormemente de la escena ante él. - No tiene salvación de todas maneras.

En eso llegó Alexandria y uno de los Peones. Lince se quedó solo los segundos suficientes para asegurarse de que nada de eso estuviera planeado por el Alfil Blanco. Una mirada a su expresión que usualmente se mantenía impasible, lo dejó satisfecho y partió al eliminar cualquier duda.

-¡Kháli! ¡Kháli! ¡Resiste, por favor! ¡Alexandria, has algo!

Todo eso gritaba Cai, pero Kháli apenas podía escuchar, continuaba moviendo su boca queriendo que pusieran a los bebés en un lugar seguro. Más personas llegaron, pero ella solo miraba a Cai.

-¡Quiere algo, pero no sé qué es! - exclamaba él desesperado.

-¡Los Bebés! ¡¿Están a salvo? - preguntó alguien.

¿Bynner?

La poca vida que le quedaba a Kháli iluminó sus ojos y exhaló de alivio. Estaban a salvo. Con los Guerreros Blancos ahí, los bebés estarían a salvo.

-¡¿Dónde están los Guerreros Negros?!

¿Ronnman?

-¡Han partido! ¡Han ido a la Tierra! ¡Liberarán la fórmula Negra!

¿Crishcas?

-¡Tenemos el Dammantino!

Voces desconocidas.

-¡Partamos!

¿Ronnman?

-¡No! - exclamó Cai - ¡No la dejaré aquí! ¡No puedo dejarla así! - parecía estar implorando.

-No tenemos tiempo de llevarla a ningún lado - dijo una voz firme pero suave.

¿Danna?

-¡Rápido, hay que partir cuanto antes!

La Reina.

-¡No puedo dejarla así! - repitió Cai pero esta vez mucho más débil.

Hubo un silencio.

-No podemos hacer más por ella.

El Rey.

Kháli ya no podía moverse. Su cuerpo no le respondía. A través de su vista nublada apenas veía cómo las sombras iban partiendo una a una.

-Kháli. Por favor. No te mueras. No te vayas. Por favor. Eres fuerte. Puedes con esto. Puedes con todo. - Cai le susurraba al oído. Sus palabras apenas teniendo sentido.

Alguien apretó las manos de Kháli. También sintió una suave presión en sus brazos.

¿Jim? ¿Rochelle? ¿Alan? ¿Gertrude? ¿Estaban todos ahí?

No podía saberlo.

Perdón. Quería pedirle perdón a todos ellos. No quería irse sin antes disculparse. Con cada uno de sus amigos. Con Julian. Con Alexandria. Con sus padres. Pero no podía. Solo podía con una persona, lo buscó entre las sombras hasta que creyó reconocerlo.

Reff le sujetaba la mano izquierda. Kháli tragó varias veces intentando apartar la sangre de sus vías respiratorias y dijo muy quedamente y entrecortado: - Si hubiera... podido morir... en su lugar,... lo hubiera hecho.

Le pareció a sus propios oídos que los sonidos eran incomprensibles, pero Reff apretó su mano, se acercó a ella y susurró de la forma más gentil que pudo: - Lo sé.

Las últimas sombras se fueron extinguiendo, pero los brazos de Cai se mantuvieron debajo de ella hasta el final.

Kháli sintió su mejilla siendo acariciada por una mano de mujer.

-Lo lamento.

¡¿Alexandria?! ¡¿Alexandria se estaba disculpando con ella?! ¡¿Por qué?! ¡Ella había sido quien había fallado en todo! ¡Los había traicionado! ¡Había dejado que su ánima se hiciera parte del Imperio Negro! ¡Ella era quien debía rogar por perdón!

Pero no le quedaban fuerzas. Sus últimas energías eran absorbidas por sus ojos al derramar lágrimas.

La forma de Alexandria se esfumó y todo pareció quedar en paz.

Cai apretó su mejilla contra la cabeza de ella. Todo su ser temblaba de furia y desesperación.




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