Quilúa era el joven que había quedado como nuevo Peón Negro, discípulo de la Alfil Loreli. Ambos eran quienes causaban estragos en el mercado blanco en esos momentos, en búsqueda del marcado a quien tenían órdenes de matar. Estaban rodeados de Maiestas Negros que comenzaban a llegar desde la Tierra. Estas criaturas atacaban a quien estuviera más cerca; los aventaban o golpeaban, sin importarles si sus víctimas quedaban vivas, mientras se movieran, eran objetivo de sus violentas extremidades.
Loreli buscaba al marcado entre el polvo y la gente escapando. Quilúa se entretenía haciendo sufrir a los habitantes, ya fuera atacándolos directamente o haciendo explotar los edificios cercanos.
-¡Estás creando demasiado desorden! - exclamó el Alfil Negro, irritada por el comportamiento del Peón.- ¡No puedo ver dónde está!
Quilúa reía exageradamente. - ¡Está escondiéndose detrás de uno de estos edificios te lo aseguro! - hizo explotar uno cercano. - ¡Sal ya, cobarde! ¡De nada te servirá ganar tiempo!
Loreli permaneció en silencio y siguió caminando por la calle, estando alerta. Sabía que no debía subestimar a ese marcado. Podría ser que no se tratara de un Guerrero, pero sería estúpida si lo consideraba débil o inferior a uno de ellos. Sin embargo, Quilúa tenía razón. La vida del marcado terminaría en ese lugar y esconderse no le salvaría.
Si ella fuera él, lo primero que intentaría hacer sería separar a sus enemigos, algo difícil en esas condiciones, a menos que tuviera un aliado. ¿Conocería el marcado a alguien por ahí dispuesto a unírsele? Loreli debía considerarlo como una posibilidad. Caminó con aún más cautela. Sus ojos dirigiéndose de un lado a otro, su cabello púrpura ondeando por el fuerte viento de las explosiones.
Por otro lado, si se mantenía solo, no era probable de que buscara refugio a menos que tuviera pensado salir del escaque. No. Él sabría que ellos podrían seguirlo a donde fuera a excepción del Imperio Blanco, y esa no era opción para él en esos momentos.
Lo único que le quedaba era luchar contra ellos. Loreli creyó poder sentir la resolución del marcado. Morir era el único resultado para él. Hacerlo de forma cobarde o pelear frente a frente con ellos dependía de él y Loreli sabía exactamente por cuál se iba a decidir.
Lo vio descender. Justo arriba de Quilúa, tan sigiloso y mortal, blandiendo su espada de la misma manera que un hombre a punto de ejecutar a un criminal blandía su hacha.
-¡Quilúa! - Loreli gritó el nombre a tiempo que pensaba: ¿Por qué el marcado se expondría de esa manera frente a ella?
Fue cuando sintió un ataque directo venir. Se inclinó hacia atrás un segundo antes de que un trozo de lámina pasara por donde su cuello había estado. Al enderezarse, Loreli se separó de la tierra dando un gran salto antes de que diez púas emergieran de debajo en un instante y atravesaran el aire en donde antes estaba su cuerpo. Por tercera vez, los pies de Loreli solo tocaron el suelo para moverse de nuevo pues el puño de Kháli iba con tanta fuerza que pudo haber desecho su rostro si le hubiera dado.
¡Kháli! Loreli apenas pudo reconocer el rostro de su enemiga antes de sentir un cuarto ataque consecutivo, esta vez detrás de ella pues el evadir los ataques de Kháli la habían llevado en dirección de donde estaba Julian, quien con igual energía que su compañera blandió su espada hacia el Alfil Negro. - ¡”Xinpal”! - exclamó ella. La palabra de la Techno la ayudó a evitar este último ataque.
-¡¿Cómo demonios estás viva?! - fue Quilúa quien preguntó de lo más estupefacto.
Ya veo, pensó Loreli, el Maiestas Blanco debió haber tenido algo que ver. Había sentido la presencia de la criatura desde hacía unos minutos, pero no había entendido qué estaba haciendo ahí. Desconocía si el Maiestas había llegado a Kháli o viceversa cuando ella estaba moribunda, pero estaba segura de que él la había sanado.
¡Maldición! pensaba a su vez Kháli. Ninguno de los cuatro ataques habían acertado. Con Julian estaban seguros de que si querían tener una oportunidad de sobrevivir, tendrían que eliminar primero a la Alfil, pero esta había salido ilesa de todos sus intentos, no pudieron tampoco aprovecharse de la sorpresa de que Kháli estaba viva.
No importa, intentó calmarse, los ataques los habían acercado al Maiestas que continuaba esperando cerca de la casa de Ingus.
En un segundo, Kháli notó que ambos Guerreros Negros enfocaron su atención en ella. Julian había logrado alejar un poco a Quilúa, aunque este también permanecía ileso. Este comenzó a avanzar hacia ella y Loreli también. ¡Perfecto!
Julian comenzó a correr en dirección de la casa de Ingus y Kháli lo siguió. ¡Solo debemos ser más rápidos!
El polvo era algo que usualmente no afectaba a los Guerreros, Kháli se veía a sí misma obligándose a no estornudar y restregándose los ojos constantemente para poder ver. Miró hacia donde estaba el Maiestas y quiso desesperadamente que él entendiera cuáles eran sus intenciones. ¡Extrae a Julian del escaque! ¡Ponlo a salvo!
El Maiestas seguía asomado, viendo desde donde estaba toda la pelea. Miraba a Kháli cuando corrían hacia su dirección. Terminó de salir de la casa y comenzó a dirigirse hacia ellos.
-¡Alcánzalo, Julian! - le gritó al ex Caballero.
El Maiestas dio enormes pasos con sus largas piernas de manera que acortó la distancia hacia Julian en cuestión de dos segundos. Alargó sus brazos como un padre al recibir a sus dos hijos.