La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 64

Con gran asco, Kháli se despojó del cadáver de Quilúa de encima de ella. Tosió y se levantó de los escombros con prisa. - ¡Julian! - le gritó al silencio. - ¡Julian! ¡Responde! ¡¿Dónde estás?! - había sentido a Loreli irse del escaque, entonces podía centrarse en buscarlo. - ¡Julian! - su ansiedad incrementó al no escuchar nada.

De pronto oyó continuos gruñidos.

-¡Julian! - siguió los sonidos y lo encontró en el suelo. Su cintura y piernas estaban debajo de un gran trozo de concreto y barra de hierro. - ¡Julian! - Kháli se lanzó a abrazarlo de la alegría. Sacarlo de ahí sería un problema menor ¡Julian estaba vivo!

Él jadeaba, su respiración era forzosa. -No puedo…salir…

-Está bien, déjamelo a mí, - dijo ella sin poder evitar sonreír. Tomó con sus manos el barrote de hierro unido al concreto y tiró. - ¡”Kinmajoh”! - exclamó cuando no pudo moverlo. - ¡”Kinmajoh” “T´orixik”! - Intentaron unos minutos hasta que ella dijo. - Voy a intentarlo del otro lado. - Lo rodeó y encontró otro lugar del cual tirar. - ¡”Toqixik”!

Nada funcionaba. Transcurrieron varios minutos sin que pudieran mover el concreto un solo centímetro.

-Tal vez pueda empujarlo desde abajo, - sugirió ella buscando algún agujero por el cual meterse. Encontró uno pequeño y gritó por ahí: - ¡Hey! - el eco le respondió.

-Está muy profundo abajo, - concluyó Julian.

Kháli se puso de pie, con las manos en la cintura y asesoró la situación. La posición de Julian era complicada. Su torso estaba en el suelo, pero el final de sus pies probablemente tocaba con las orillas de ese profundo agujero.

-Si lograra introducirme, tal vez me pudiera poner de cabeza y empujar desde abajo. - La sugerencia sonaba débil en sus oídos. Si no habían podido alzar el concreto, tampoco podría empujarlo. Además, no cabía en ese agujero.

-Kháli, escucha lo que te voy a decir.

Creyendo que Julian le haría ver otra manera de sacarlo, ella dejó lo que hacía y le prestó cuidadosa atención.

-Necesito que le digas a Bynner que hice lo que me pidió…

Kháli lo miró confundida. -¿Bynner?

-Todos esos años atrás… cumplí lo que me pidió…

-...Julian, - dijo lentamente, - ...¿por qué suena a que te estás despidiendo? ¡No te estás despidiendo! - exclamó desesperada. Sintió sus manos y pecho temblar. - ¡No vas a morir aquí! ¿Escuchaste? - Comenzó a tirar del hierro de nuevo con todas sus fuerzas. - ¡No lo harás! - puso sus manos a un lado del gran trozo de concreto y empujó haciendo su piel sangrar. - ¡Así que no me pidas que le dé tus últimas palabras a Bynner o al Rey! ¡No me pidas que le diga a Alexandria que la amas!..

Julian sonrió y negó débilmente con la cabeza. - No. Ella sabe que la amo.

-Julian, - la mirada de Kháli era fija y determinada cuando se detuvo un solo momento. - No morirás.

-Kháli, - dijo él con igual determinación, pero con un tono de compasión, queriendo hacerla entender. Ella dejó sus esfuerzos y lo miró sin moverse. - Presiento que la conciencia se me va, Kháli. Desearía decirte que no siento mis piernas, pero sí lo hago. Las he sentido desde que este edificio me aplastó. Sentía un horrible hormigueo en ellas, que ahora se ha extendido a mi abdomen y pronto lo hará a mi pecho. Cada vez se siente más doloroso y pesado. Mis manos están hirviendo, pero que mis pies están helados.

Ella lo miró. Ciertamente estaba palideciendo y sudaba. Ojeras habían aparecido en cuestión de esos minutos, las orillas de sus dedos estaban anormalmente blanquecinos y su rostro había comenzado a hincharse. Kháli sabía lo que sucedía. La sangre no está corriendo en su ser.

Ella se negó a creerlo y ya no quería escuchar. Redobló sus esfuerzos en intentar sacarlo.

-Basta, Kháli, ya no continúes.

Ella lo ignoró.

-Kháli… mátame.

Lo siguió ignorando.

-Kháli…por favor.

-¡No! - gritó mirándolo de frente, ya sin importarle que él viera las abundantes lágrimas que caían. Se acercó a él, entre molesta y desesperada. - ¡Pídeme todo menos eso! - sollozó. - ¡Haré cualquier cosa menos eso! ¡No puedo matarte! ¡¿Cómo podría?!

Lo haría, ella sabía que le quitaría la miseria a cualquier ser del universo que se lo pidiera. Excepto él.

Era una cobarde.

Él se tomó un minuto, pero pareció entenderlo. - Claro. No puedo pedirte eso. Ella jamás te lo perdonaría. Quisiera creer que sí, pero sé que no. Jamás aceptaría que mataste por su bien al hombre que ella amaba.

Kháli no respondió, se mantuvo de pie. Viendo de forma miserable la escena.

No puede ser. No puede ser que él muera así. Un admirable Guerrero. Un valioso aliado. Una excelente persona. Atrapado bajo concreto.

-¿Sabes que sí aceptaría? - preguntó él sacándola de sus cavilaciones. Ella lo miró. - Que le dijeras que sostuviste la mano del hombre que ella amaba mientras él moría. - Levantó su mano temblorosa.

Kháli vaciló. Contempló la mano como si ella fuera otra persona, como si su espíritu dejaba su cuerpo. La tomó sollozando fuertemente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.