La Batalla de los Treinta y Dos (libro 3 y Final)

Capítulo 65

Los Maiestas oscuros se esparcieron mucho más rápido de lo que los Guerreros Blancos pudieron impedir. Eran atacados por varios a la vez. Se deshacían de unos, solo para escuchar los rugidos de otros creándose y acercándose para destruir todo a su paso. La raza humana se extinguiría velozmente. El territorio parecía tornarse negro junto a sus habitantes.

Mathán estaba satisfecho. Miraba desde su lugar a sus Guerreros esparcidos estratégicamente. Nada podría ser mejor, pensó con un gozo que jamás había sentido. Nunca en la historia se había visto una derrota tan temprana y fatal para ninguno de los Imperios. Aún no había comenzado el enfrentamiento y ya los Guerreros Blancos se veían superados en todo sentido de la palabra. Ni siquiera Alexandria podía detener la propagación de la fórmula. Maiestas oscuros surgían a cada segundo por decena, luego por veintena. Ni el más fuerte y habilidoso de los humanos se salvaba.

Sus Guerreros también se deleitaban con su victoria. Podía verlos a todos y sentir la euforia que ellos experimentaban… todos a excepción de Loreli y Quilúa. Se dio cuenta que por más que intentaba identificar dónde estaban, no podía. Los había perdido en el Mercado Blanco en donde continuaban su persecusión del marcado, ¿Había hecho él algo para que el Rey no pudiera ubicarlos? Imposible. ¿Que estaba sucediendo? ¿Era la fórmula la que causaba un tipo de extraña interferencia entre escaques por lo que solo podía sentir a los Guerreros que estaban con él?

De pronto, un sobresalto en su pecho le indicó que Quilúa estaba muerto. Sintió confusión provenir de sus Guerreros que también habían experimentado lo que él.

¿Qué demonios está pasando? Había enviado a un Alfil y un Peón tras el marcado. ¡¿Cómo era posible que este hubiera matado a uno de ellos? ¡¿Dónde estaba Loreli?! Esperó para sentir que su Alfil también había perecido, pero dicho sentimiento nunca vino, en su lugar, Loreli aterrizó cerca de él.

-¡¿Qué demonios sucedió?! - exigió saber. Al ver a su nueva Alfil vacilar, realmente no sabía qué esperar.

Loreli respiraba fuerte. - El Maiestas… salvó la vida de Kháli. Ella llegó para ayudar al amante de Alexandria. Fue quien mató a Quilúa.

Los ojos del Rey se iban agrandando y sus puños y dientes se apretaban al escuchar la verdad sin querer creer lo que le estaban diciendo. ¿Cómo era posible que esa pequeña basura había logrado sobrevivir una vez más? -Qué conveniente para ese parásito. ¿Y el marcado?

-Terminado. Me aseguré de ello.

Mathán se obligó a sí mismo a relajarse, - bien. No tardará ella en venir aquí si es que puede. Que venga. Que vea la derrota del Imperio al que traicionó primero. Que presencie la muerte de aquellos que alguna vez la quisieron. Y tan solo después, dejaré que uno de ustedes la destripe frente a mí, - se deleitó con tan solo imaginarlo. Su satisfacción retornó. Ya se había deshecho de esa marcada una vez. No habría problemas en eliminarla de nuevo, y esta vez lo disfrutaría muchísimo más.

Alexandria contemplaba el panorama con la misma seriedad que los Reyes.

-¡El Imperio Negro aún no ha atacado! - observó la Reina después de destruir a un Maiestas Oscuro particularmente grande. - ¿Crees que quieren cansarnos primero?

Alexandria terminó de decapitar a una de las criaturas. - No. Solo disfrutan del caos antes de mostrarse ante nosotros.

-¡Alexandria! - llamó el Rey para captar la atención de las dos.

El Alfil y la Reina levantaron las miradas hacia los cielos.

-¡¿Qué es eso?! - quiso saber la Reina al ver una masa de fuego acercándose a toda prisa.

-¡El Imperio Negro está incendiando a los Maiestas oscuros! - informó la Alfil. - ¡Cai!

Cai se deshizo de un Maiestas y corrió rápido a colocarse entre ellas y la masa de fuego. Dio un gran salto y con un poderoso puñetazo, lanzó el bulto amenazante a otro lado.

Todos permanecían alerta. - ¡Se acercan otros dos! - advirtió el Rey.

Ronnman y Gertrude los protegieron de ello.

-¡¿Cómo vamos a protegernos de algo así?! - se quejó Rochelle ya que ella no podía hacer nada ante ese tipo de ataques, mucho menos podía Jim.

Bynner se acercó también cabalgando, mantenía sus ojos arriba, - Tranquila, muchacha, es aquí donde la estrategia entra en juego.

-¡¿Estrategia..?! - quiso seguir quejándose ella, pero el Rey la interrumpió.

-¡Silencio!

Todos obedecieron. Los estallidos y rugidos continuaron alrededor, pero los Guerreros permanecieron en silencio. Otros tres Maiestas prendidos en fuego más grandes que los anteriores, se precipitaban hacia su dirección.

Cai rugió. En lugar de intentar apartarlos, los Guerreros se dispersaron por todos lados para no ser golpeados por ellos. Al estos estrellarse con el suelo, Cai se lanzó a un lado y rodó sobre pavimento.

Fue cuando sintió la palpitación que les indicaba que un nuevo Guerrero era bienvenido al Imperio Blanco.

-...¿Qué? - Cai buscó con la mirada a alguno de sus compañeros para confirmar si habían sentido lo mismo, pero no había nadie cerca de él. No tenía sentido. No había habido confrontación directa con el Imperio Negro; hasta el momento, todos estaban ilesos.




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