-Qué Torre más holgazana.
-Déjame en paz, tengo derecho a descansar.
Jim se acercó y se sentó cerca de donde Cai estaba recostado. Se sentía bien estar en casa. El Imperio Blanco permanecía intacto y sin ningún efecto de lo que había sucedido en la Guerra. El césped continuaba de un hermoso verde en contraste de la oscuridad que habían dejado en la Tierra. A pesar de que Jim no podía ver nada de esto, sus otros sentidos sí que notaban la diferencia y apreciaban la paz de su hogar.
-¿Has sabido de Bynner? - preguntó Cai
-Está como nuevo, pero él no lo quiere admitir. Prefiere quedarse a que lo sigan cuidando en la Nación de los Angelinos. Solo perdió su ojo, pero él insiste en que todo su cuerpo está afectado y que el aire de la nación le ayudará a recuperarse.
Cai bufó. Todos sabían que el Caballero quería quedarse más tiempo con la Emperatriz, ¿por qué no sólo lo admitía?
-¿Viste a Julian cuando lo trajeron? - preguntó Jim luego de un rato.
Cai se estremeció. - Sí,- fue lo único que dijo. Por un momento envidió la ceguera de su amigo. Desearía jamás haber visto lo que había sido de Julian.
-¿Sabes si se repondrá?
Cai no deseaba hablar del tema, pero no podía mentirle a Jim. - No lo creo.
Jim suspiró tristemente. - Fue el primero en ayudarnos cuando Fausto fue por Kháli y por mí. Lo puedo ver… en mi mente… aquella determinación por estar de nuestro lado y no dejar que nos lastimaran… Es difícil creer que ese Julian se ha ido… No me imagino que el Imperio vuelva a ser el mismo sin él.
-El Imperio ya no volverá a ser el mismo, Jim.
-¿Lo dices por tus piernas?
Cai se volvió a estremecer. No, no lo decía por sus piernas, pero sí eran gran parte del cambio. - Estaré bien, solo necesito descansar.
Jim sabía que no era verdad, pero prefirió no llevarle la contraria a su amigo.
Kháli se mantenía sentada con la cabeza inclinada, como una adolescente a punto de ser regañada. Estaba en una habitación dentro de la Fortaleza. En la misma habitación, recostado en la cama estaba Julian. Para consternación de ella, él seguía despierto, sin ningún cambio en particular además de que la hinchazón en todo su cuerpo había empeorado; continuaba temblando incontrolablemente, no estaba lúcido y sus ojos continuaba de ese negro inhumano.
Cuando los Guerreros Blancos regresaron al Imperio Blanco, Kháli no quiso ir a ver a sus padres ni a sus hermanos. Tampoco estuvo presente cuando el padre de Alan recibió las noticias de su hijo. Ni acompañó a Rochelle al escuchar que uno de sus pies tendría que ser amputado. No fue a ver a Reff ni a otro Guerrero. Todo eso podía esperar.
Había ido directamente a ver a Julian, a esperar a Alexandria como si Kháli fuera sentenciada a muerte y su tutora fuera su ejecutora. Quería que le reclamara. Quería que Alexandria le gritara que todo era su culpa, que se desquitara con ella.
Pero cuando el Alfil finalmente entró en la habitación, ignoró a su discípula y se centró únicamente en Julian.
Lentamente se acercó y se sentó sobre la cama sin quitarle la mirada del rostro de él.
Kháli sostuvo el aliento. Si alguien podía curarlo era ella. Esperó y para su gran pesadumbre, por primera vez vio a Alexandria llorar.
No fue un llanto silencioso. El Alfil derramó abundantes lágrimas y Kháli sintió que se ahogaría con las suyas.
Alexandria acarició el rostro de Julian quien no reaccionaba a ningún estímulo. - Te amo, - dijo como si estuvieran solos.
Kháli pensó en marcharse y darles privacidad, pero parecía estar clavada en su lugar.
-Eres lo que más amo en todo este universo, - aseguró ella tomándolo de la mano. Julian siguió temblando y balbuceando cosas incomprensibles. Sus mirada estaba perdida en la pared viendo nada. - Te amo tanto… - dijo mientras las lágrimas continuaban corriendo sobre sus mejillas. - Te amo… - cerró sus ojos como si las palabras le dolieran físicamente pronunciarlas.
Kháli no creía poder soportar mucho más.
Alexandria abrió sus ojos de nuevo. - Te quiero conmigo…, pero te amo tanto… te amo tanto… que estaría dispuesta a dejarte ir… si eso es lo que quieres, - lo miró a los ojos buscando alguna clase de respuesta. Algún indicio de que alguien ahí dentro le entendía.
Entre sollozos, Kháli y Alexandria se percataron que lentamente la mano de Julian se cerró sobre la de Alexandria. Los dedos hinchados se envolvieron sobre la blanca y fina mano de ella. Kháli se preguntó si había sido un reflejo o si había sido una señal de comprensión.
Fuera lo que haya sido, Alexandria lo debió haber tomado como señal pues se dedicó las próximas semanas a sanalo. Fue extremadamente doloroso para él, sus gritos abrumaban a todos lo que estaban en la Fortaleza, tanto que la mayoría de los Guerreros pasaban la mayor parte del tiempo posible afuera ayudando a seres que aún lo necesitaban en la Tierra, en el Imperio Negro y en otros mundos. Aceptaban ir a cualquier lugar mientras fuera lejos de la Fortaleza. Kháli se rehusó a hacer eso y soportó los gritos de dolor y los quejidos que duraban día y noche, a pesar de que Cai siempre le decía que fueran juntos a donde él iba, ella siempre decía que no. Varias veces en la mañana y tarde iba a ofrecerle ayuda a Alexandria, pero la Reina quien también estaba apoyando al Alfil, era quien atendía la puerta de la habitación y le comunicaba a Kháli siempre una negativa, por lo que Kháli se retiraba apesadumbrada.