Hace poco cumplí trece años de edad. El sábado 8 de abril del 2017, estaba jugando partido con mis amigos del barrio; eran las cuatro de la tarde.
En las gradas viejas de la cancha de fútbol nos apuraban a salir, eran un grupo de muchachos del otro barrio que querían jugar partido. Salimos para que ellos jueguen. Les dimos treinta y dos minutos, pero ellos se habían pasado más de una hora. Mis amigos y yo les increpamos para que salgan, le dijimos: " ¿Por qué no se van? Ustedes también tienen una cancha de fútbol", nos respondieron: "Los grandes están jugando" les dijimos que eso no era nuestro problema.
Estos muchachos tenían su cancha de piso y arcos de fierro, con un círculo en el medio del arco para jugar básquet, en cambio nosotros teníamos cancha de césped, pero de césped tenía poco, lo que tenía era más tierra, con arcos de madera, a pesar de eso a ellos no les importaba por el contrario se sentían cómodos y entretenidos jugando partido.
Se habían apoderado de nuestra cancha de fútbol, a nosotros nos daba cólera, no era la primera vez, muchas veces cuando nos dirigimos a nuestra cancha para jugar partido los encontrábamos jugando, y eso no lo íbamos a permitir más.
Un día decidimos vengarnos. Me acuerdo que fue un día lunes cerca de las dos de la mañana. Nosotros sabíamos que ellos iban ir a estudiar a las siete y media de la mañana. Sabíamos que se irían a dormir temprano. Dos de mis amigos y yo nos dirigimos a su cancha de fútbol, no había gente en el lugar, las calles estaban tranquilas, no se escuchaban ni a los perros. Nos dirigimos hacia el lugar y quitamos las redes que cubrían los arcos.
El siguiente sábado uno de los muchachos que venía siempre a apoderarse de nuestra cancha paso por el barrio preguntando acerca de su red de su arco de fútbol; él sospechaba que mis amigos y yo fuimos lo que quitamos la red de los arcos, se acercó a mí y me dijo: "¿Las mallas dónde están ? ", yo le respondí que no sabía nada de las mayas y él me dijo: "No te hagas tú sabes dónde están las mayas de los arcos que quitaron de nuestra cancha" yo le contesté: “No sé de qué mayas me hablas, pero si tú te pones unas mayas negras en tus piernas te vas a ver como toda una señorita”.
Luego de un rato de hacerle broma me amenazó: "Tú y tus amigos fueron los que nos robaron las mallas de nuestro arco de fútbol, nos vamos a vengar”. En ese momento no pensé que él o su grupo de amigos pudieran vengarse.
Olvidé sus amenazas y dejé que el tiempo pase. Con Wilder y sus demás amigos del otro barrio ya habíamos tenido varios encuentros futbolísticos.
El otro siguiente sábado cuando yo y mis amigos del barrio nos fuimos a nuestra cancha de fútbol, nos dimos con la desgracia que nuestros dos arcos de madera ya no estaban en su lugar. Sabíamos quién o quienes pudieron haber sido. No quedo otra que usar piedras como arcos. Tuve que contarles a mis amigos de la conversación que tuve con el muchacho del otro barrio, les dije que Wilder había prometido vengarse.
Después de unos días y cansados de jugar con piedras en vez de arcos; decidimos averiguar qué fue de nuestros arcos de madera. Mandé a Lander y Jeremy, que son dos de mis amigos para que averigüen. Se fueron en la mañana y vinieron en la tarde cuando yo, y mis otros amigos estábamos jugando partido. Nos dijeron que no pudieron averiguar mucho porque no sabían dónde vivía él y sus demás compañeros. Así que no me quedo otra que yo mismo ir averiguar. Fui averiguando, indagando e investigando hasta dar con su casa. Tuve que subir una colina y mientras me acercaba pude ver palos rotos y una olla con leñas al costado de su casa, toqué la puerta y salió una señora, le pregunté por Wilder, me dijo que no se encontraba y que llegaría más tarde. Le hablé sobre los arcos, si ella sabía algo sobre eso; me dijo que no sabía nada sobre los arcos, y que tenía que preguntarle a él mismo.
Mientras esperaba a que llegará, pude ver a su hermana menor venir corriendo subiendo las gradas, tocó la puerta fuerte llamando a su mamá. Ingresa a su casa, la ventana estaba abierta, pude escuchar la conversación de ellas.
―¿Qué te pasa hija te veo alterada?
―Han atropellado a Wilder
―¿Hija en dónde está tu hermano?
―Está en el hospital del niño.
―¡Vamos, vamos a verlo!
Lágrimas caían del rostro de su madre y su hermana estaba muy triste a punto de llorar. Cuando la señora salió de su casa le dije que había escuchado la conversación y estaba dispuesto a ir con ellos al hospital, ella me preguntó si yo era amigo de su hijo, yo le dije que sí. Juntos nos fuimos al hospital.
Al llegar al hospital la señora pidió información acerca de su hijo. En resección la señorita le dijo que su hijo se encontraba en el quinto piso, nos dirigimos raudo. Subimos al ascensor. Ya en el quinto piso la enfermera le dijo a la señora que espere un rato, hasta que el medico salga de cirugía.
De los arcos de fútbol ya me había olvidado, yo quería ver a Wilder bien y no enfermo.