La Bella y su Mafioso.

Capitulo 1.

Ciudad de Boston, Massachusetts E.E.U.U 28 de Octubre 05:30 a.m. 

        Podía sentir cada perla de sudor bajar desde el nacimiento de mi cabello hasta el final de mi espalda, mientras mis pulmones ardían en busca de un poco más de oxigeno pero cada vez que este entraba, era peor ya que quemaba de tan frío que estaba el aire. Había amanecido más fresco de lo habitual para ser que estábamos en plena Primavera pero al parecer la ciudad de Boston aún no se había enterado, quedando estancada entonces en el Invierno. Salte la pequeña distancia que había entre un edificio y otro con el impulso que traía del trote anterior y al aterrizar sentí el impacto vibrar por los huesos de mi cuerpo indicando así el echo de no haber realizado una caída limpia, si no más bien una fallida, en la cual no aterrice sentada o de cara solo de pura suerte. Cuando me reincorpore la sensación de un fuego abrazador atravesó mi tobillo haciendo que trastabillara mientras dejaba escapar un gruñido. De inmediato supe que había torcido mi pie en algún ángulo extraño durante mi improvisado y desastroso aterrizaje de emergencia. 

-Genial, esto era lo único que me faltaba para hacerme el día aún peor. 

        Debía llegar a mi hogar en menos de 30 minutos, trepar la valla trasera de mi casa para entonces realizar acrobacias dignas del mejor acróbata olímpico para alcanzar mi balcón donde previamente había dejado el ventanal sin trancar y así poder ingresar a mi habitación antes de las 06:00 a.m, hora en la que seguramente mi madre entraría a buscarme debido a que no escuche los llamados de Eleonor, nuestra ama de llaves. No sabía como demonios haría eso estando renga pero lo que más me preocupaba era el ¨como¨ llegaría a tiempo, ya iba atrasada estando con ambos pies en perfecto funcionamiento ahora con uno menos estaba más que atrasada. Con dificultad pero con todo el empeño y terquedad que poseía de nacimiento retome mi camino hacia el próximo borde de la azotea del edificio. Cuando llegue mi respiración era pesada y el sudor se había duplicado a pesar de que podía ver las bocanadas de aire frío salir de mi interior acompañadas de un ardor cuando ingresaba oxigeno a mis pulmones haciendo que estos dolieran de lo helado que estaba. La verdad es que la situación era una contradicción, mi cuerpo destilaba sudoración y dióxido de carbono como si estuviera en el Sahara cuando en realidad esto parecía más el interior de un gran refrigerador.  Apoye las palmas de mis manos en el borde del edificio para tener un mejor apoyo y a su vez una mejor vista de lo que había hacia abajo. Mis ojos buscaron a lo largo del callejón el toldo verde mate que había extendido sobre la puerta trasera de un local de la primera planta. Sentí la ansiedad en aumento al no localizarla e incluso llegue a creer que me había equivocado de edificio, pero ese pensamiento se fue al garete en cuanto escuche su voz… 

-¿Estás pensando en saltar? 

        En otras circunstancias me habría sobresaltado e incluso puede que hubiera gritado del susto pero, en este caso no. Al contrario. No fue miedo lo que sentí, si no que fue alivio ya que gracias a él sabía que estaba en el edificio correcto. Cada mañana de cada Sábado hacia el mismo recorrido corriendo y saltando entre los edificios para así llegar más rápido a mi casa, pero hoy se habían atravesado unas cuantas cosas que hacían imposible cumplir con mi tiempo establecido. Hacia tres Sábados este chico había aparecido misteriosamente y siempre hacia lo mismo. Se quedaba parado recostado en el borde, entre sus dedos sostenía un mechero y jugueteaba con el mientras dejaba la cabeza gacha quedando su rostro oculto entre el pelo que sobresalía de una capucha generalmente oscura, no emitía palabra alguna y como no me molestaba entonces tampoco yo lo hacía. Desde la primera vez que lo había visto ahí parado sentí en mi interior nacer una necesidad de oírlo hablar, de escuchar un ¨Hola¨ de su parte aunque sea, pero cada mañana me había ido decepcionada por no lograr escuchar su voz, incluso había comenzado a hacer tiempo y quedarme uno o dos minutos para ver si entonces decía algo, pero nada. Y hoy, justo hoy que iba con los minutos… más bien segundos contados, se le daba por pronunciar una oración en la cual note un acento extraño que no alcanzaba a descifrar el origen. Sentí que el alivio se convertía en fastidio y enojo por qué el señor misterios había escogido el momento menos indicado para hacer saber que no era mudo y que sabía pronunciar palabras correctamente como cualquier otro ser humano sobre la tierra y no solo eso, si no que al parecer, cómo todos en la vida que tenemos un papel designado que cumplir él también tenía uno. El de payaso bufón. Y como todo cómico necesitaba algo o alguien de quién reírse pero no iba a dejar que me utilizará para su repertorio de chistes malos sin defenderme.  

-¿Y qué si pienso saltar?-le dije mirándolo de reojo midiendo su reacción- ¿A caso sacarás tu capa de superhéroe con antifaz y me rescataras?  

          Él se rio. El maldito simplemente se rio de mí. 

-¡Que va! Escucha bien rubita oxidada yo no soy ningún héroe, no te hagas falsas ilusiones conmigo. Solo quería saber que si tú idea es terminar con tu vida me avises antes: para así alejarme y que no me culpen por tu estupidez.  

-¡Ja! Muy chistoso.  

-¿Quién dijo que estoy bromeando? Voy en serio con lo que dije. Así que dime de una vez si piensas tirarte o no.  

        Al principio creí que solo estaba haciendo otro de sus chistes, pero al pasar los segundos comprendí que él hablaba en serio. El impacto de sus palabras frías llegó lento y abruptamente todo al mismo tiempo, no se siquiera como eso podía ser posible, pero supongo que pasa cuando entiendes que va en serio en eso de importarle una mierda si alguien se va a suicidar o no. Solo le interesa salvar su cuello de posibles acusaciones por estar en la escena del deceso.  

-Eres un imbécil ¿Lo sabías? 

-La verdad es que me han dicho cosas peores. Pero gracias por el cumplido rubita.  

-No soy rubia idiota, mi cabello es castaño, marrón. ¿Si sabes lo que es el color marrón verdad?  

-¿Te refieres al que se parece a un Brownie?  

-¿En qué demonios se parecen? Ah, no importa, no tengo tiempo para ti o tus chistecitos.  

-¿Estás apurada por pasar al otro lado? Si quieres te puedo ayudar. ¿Te doy un empujoncito?  

-No seas idiota. No tengo deseos de una muerte temprana, pero si que la obtendré si no llego pronto a mi casa.  

-¿Qué pasa con eso? 

       Suspiré en señal de cansancio, estaba ideando una nueva ruta en mi cabeza al tiempo que atendía sus tonterías.  

-Pasa, que mi madre entrara pronto a mi habitación y verá que me he fugado.  

-¿Visitas nocturnas a algún novio? ¿No? ¿Novia quizás? 

-No es nada de eso. Solo quería ver al gran “Davis Dank” corriendo en su motocicleta. Anoche realizaron otra carrera. Y por supuesto a mis padres no les agrada que ese tipo de espectáculos me atraigan.  

-Con que al Brownie le atraen los riesgos. Dato interesante.  

-¿Quién te dijo que podías llamarme así? 

-Tú acabas de hacerlo al auto identificarte como que hablaba de ti.  

-¿Y de quién más podrías estar hablando? Es obvio ¿No?  

-Para mí sí, porque sabía de quién hablaba, pero tú no lo sabías. Podría haber estado hablando de alguien más. ¿No lo crees?  

    El idiota tenía razón. Él lo sabía y sabía que yo lo sabía, pero que no se lo reconocería. Joder que enredó. 

-Muy bien la conversación estuvo interesante y todo, pero debo irme. Adiós. 

-Estás loca si piensas saltar con el pie en esas condiciones. Sabes bien que no vas a aterrizar en una sola pieza y aún así ¿Piensas arriesgarte?  

-Pues… muchas opciones no tengo. Veras, o salto y me hago mierda contra el pavimento, o llegó tarde a mi casa y entonces será mi madre quien haga el trabajo que el pavimento habría hecho.   

-También podrías haberme preguntado si podía llevarte a tu casa. 

-Si claro. Cómo si me fuera a ir con un desconocido así como así. 

-No soy un desconocido. Hace más de un Sábado que te veo hacer la misma rutina. 

       Mi boca se abrió y quedó colgando de tal modo que un avión se habría perdido en su interior. 

-¿Y si sabías que hago esto todas las mañanas porque demonios me preguntaste si me iba a tirar?  

-Técnicamente si te ibas a tirar, solo que no para pasar a la otra vida. Y, fue para sacar tema de conversación. Creí que era lo más adecuado para nuestra cuarta cita. ¿No te parece? 

-¿Cu… cuarta cita? ¿A caso llamas a estos encuentros casuales “citas”? 

-Ah. ¿Son casuales? Y yo que creí que venías a verme.  

-Ni de broma.  

-Mmm. Quizá tú no ¿Pero qué hay de mí? Quizá no sean casualidad estos “encuentros”.  

-Aja. Tú sigue en lo tuyo y ya no me hagas perder más tiempo. Ya hiciste suficiente de eso.  

-Y por eso insisto en llevarte yo.  

-Ya te lo dije no viajo con desconocidos.  

       Con un suspiro me resigné a darle la razón al idiota de que no iba a lograr salirme en una pieza si saltaba desde allí por lo que comencé a retroceder. Entonces él me sujeto del brazo mientras que con el otro se bajaba la capucha. Una mata de pelo negro despeinado se asomó y el viento lo sopló fuera de su rostro revelando sus facciones; juro que en ese momento pensé que el Olimpo había perdido un miembro importante de su grupo. 

    Unos ojos color verde como las esmeraldas brillaron cuando un rayo de sol los alcanzó y entonces él pestañó con esas largas y oscuras pestañas curvadas hacia arriba, su mandíbula cuadrada y varonil estaba rasurada a la perfección, sus labios eran carnosos, se veían muy tentadores.  

-Soy Andrew. Listo, ya me viste y sabes mi nombre, por lo que a mí respecta ya no somos desconocidos. ¿Ahora aceptarás mi invitación?  

       Sus palabras me sacaron de mi trance con su belleza; la cual arruinó con sus gruñidos al hablar.  

-Ni siquiera se de dónde eres. No logro descifrar tu acento, solo se que no eres de por aquí.  

-Tienes razón. Soy un poco de todos lados.  

-Eso sigue sin responder mi pregunta. 

-¿Qué tal si hacemos esto? ¿Nos vemos otro día? Y entonces responderé todas tus dudas, pero si insistes en que sea ahora,  entonces ni yo podré salvarte de tus padres.  

-¡Mierda, la hora! ¡Joder!  

      Pensé durante unos momentos en cuál sería mi mejor opción y que debería hacer a continuación.  

-¿Porqué tu insistencia en llevarme a mi casa?  

-Ah, verás, me siento responsable de tu retraso y el que no logres llegar a tiempo a tu hogar. Te distraje mucho, pero si lo miras desde otra perspectiva, también salve tu culo ya que pensabas lanzarte como una loca y hacer las mismas acrobacias que sueles hacer cuando estas sana, pero te tengo una noticia “hoy no lo estás”.  

-Bien. Aceptaré tu aventón pero primero dame tu móvil. 

-¿Y eso? 

-¿Qué? ¿De verdad pensaste que aceptaría irme contigo y no avisarle a alguien primero? Por supuesto que no. Le diré a mi mejor amiga para que esté al tanto de la situación.  

        Él se rio mientras sacudía su cabeza y decía algo en un idioma que no alcance a comprender, pero me extendió su mano con el móvil en ella. 

-Andrew, me dijiste ¿Verdad?  

-Sí. 

-¿Andrew cuánto?  

-D’amico Sokolov. 

        Yo lo mire a los ojos en busca de alguna burla, pero no hallé nada y supe que hablaba en serio. Un apellido era Italiano y el otro era Ruso si no estaba errada. Valla combinación pensé para mis adentros al tiempo que movía mis dedos por el táctil de la pantalla.  

-Muy bien Andrew, acabo de avisarle a mi amiga. Tiene tú número, pero tú no tienes el de ella ya que borre el mensaje de tu móvil. Si no le escribo en una hora desde el mío, sabrá que algo me pasó. Y créeme tu nombre y apellidos no son muy comunes aquí en Boston por lo que será fácil hallarte. Ahora podemos irnos. 

       Fue así como retome mi caminata rengueando hacía la puerta que me llevaría hacia la escalera para bajar hasta el primer piso del edificio.  

-¿A dónde crees que vas? 

-A las escaleras. ¿Porqué? 

-Porque ese camino te llevará más tiempo, en cambio si tomamos esas escaleras bajaremos directamente al callejón y hacia mi moto.  

-Estás de broma.  

-Claro que no. ¿No me digas que visitas este sitio regularmente y nunca notaste la escalera de emergencia que hay en ese hueco? Por tu cara puedo deducir que no. Venga vámonos.  

       Él se adelantó y se dirigió hacía el lado izquierdo del edificio donde la pared hacia un martillo hacia el interior, fue entonces que note unas barandillas de metal de las que él se sujeto para bajar. Me patee mentalmente por haber malgastado aliento y haberme arriesgado en saltar cada vez que venía.  

-¡Vamos pequeño Brownie! ¡Si no apuras tu trasero ni yo seré capaz de dejarte a tiempo!  

       Bajé con dificultad, pero lográndolo al fin. Una vez en el suelo reajusté mi sudadera y lo mire al rostro el cual estaba por en sima de mí cabeza.  

-Mi nombre no es Brownie es Bella. 

-¿Entonces me estás diciendo que saliste de un cuento de hadas?  

-¿Y tú saliste de un club para idiotas?  

-Aun no me graduó, pero voy tras ello, en cuanto lo logré te avisaré para que vallas y así me aplaudes. ¿Qué te parece? 

-Que no soy un mono de feria para regalarle aplausos a otro mono, pero de circo.  

-Aja, ya veremos quién le aplaude a quién luego. Por ahora ponte el casco. Es una regla, si no te lo pones entonces te dejo de a patitas… o perdón ¿Debería decir “a patita”?  

-Ja-ja-ja muy chistoso mira como me estoy riendo. Tranquilo que no he dicho que no me lo pondría. Venga dámelo.  

       Me pasó entonces un casco negro cromado y cuando me lo puse note que era un tanto grande para mí cabeza, pero era mejor que nada.  

-Por cierto ¿Dónde vives? 

-Yo te voy indicando el camino tú solo arranca hacia la izquierda.  

-Como usted mandé madame. Y sujétate fuerte o serás un Brownie estrellado en el pavimento. 

-¡Que no soy un Brownie! 

       Mi reclamo se perdió en el estruendo del motor de la motocicleta, el sonido más bello que mis oídos habían podido apreciar en mi vida. Hasta él. Cada que Andrew pronunciaba algo con ese asentó extraño, mis oídos se deleitaban en el sonido, pero eso no quitaba el echo de que fuera un imbécil total. Cuando aceleró recordé que debía sujetarme así que lo rodee por la cintura y recosté mi cabeza en su espalda mientras sentía las vibraciones de la marcha recorriendo cada zona de mi cuerpo. Era la primera vez que me subía a una en marcha y la emoción era tal que incluso lograba distraerme del dolor en mi pie. Podía ver cómo rebasábamos vehículos y otros simplemente los esquivaba con tal naturalidad mientras le iba indicando con mis manos el camino.  

        En menos de cinco minutos estábamos estacionados a una distancia prudente de mi casa para que mis padres no vieran la motocicleta y mucho menos que bajaba de ella. Le devolví el casco mientras despeinaba mi pelo a propósito. Él me miró un tanto extrañado. 

-Debe parecer que recién salgo de la cama. ¿Recuerdas? Solo voy adelantando algo de tarea. Muchas gracias por el aventón.  

-No hay de que Bella. Entonces ¿Dónde y cuándo? 

-¿Qué cosa? 

-Nuestro próximo “encuentro casual”. 

-Oh, eso. Dejémoslo al destino. ¿Qué te parece? 

-Que eso es trampa.  

-Yo lo creo justo.  

-Como sea. Te veo luego pequeño Brownie.  

       Y con una última risa se marchó sin mirar atrás perdiéndose entre las sombras de las casas circundantes. Pero algo me decía que no se perdería por mucho tiempo ni yo dejaría que eso sucediera. Tantee el bolsillo de mi pantalón cargo en busca de mi móvil y abrí el mensaje que había de un número desconocido dónde ponía en el texto. 

“Futuro yo de 10 minutos, no pierdas este número. Es del imbécil.”  

        Sonreí mientras palmeaba mi espalda mentalmente y me volví hacia la reja del patio de mi casa prometiéndome que ese no sería el fin de mis encuentros con el idiota, si no que sería el comienzo de ellos.  

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.