La Bella y su Mafioso.

Capitulo 10.

Las luces estaban apagadas a excepción de la luz en la oficina de mi padre en la segunda planta. Esa se filtraba a través de las cortinas, pero a pesar del ruido de la moto él no se asomó a verificar. Poco le importaba lo que yo hiciera siempre y cuando no le viniera con la “vergonzosa” noticia de estar embarazada como él bien lo había dicho una vez, o, que dejara de estudiar la carrera “perfecta”. Aún así, decidí entrar a mi casa haciendo el menor ruido posible para no llamar la atención. Si lograba llegar a mi habitación sin que Eleonor me viera tendría tiempo suficiente de pensar en una buena excusa para mañana de como es que había terminado con mi rostro hecho polvo. Ya suponía yo que en la mañana mi ojo estaría algo más que solo amoratado. Subí las escaleras y apresure el paso en el pasillo para llegar lo antes posible a mi habitación, pero cuando pasé frente al despacho de mi padre me detuve al descubrir la puerta entreabierta. Me acerqué sin hacer ruido ye asomé para ver en su interior esperando ver el rostro de mi padre aunque sea espiando en su despacho. Hacía tantos días que no lo veía que temía no recordar como lucía.

Para mi sorpresa no era él quien estaba sentado en el escritorio sino mi madre. Ella estaba bebiendo de una copa mientras miraba un archivo; sus sorbos eran largos y apurados. Conté las botellas que habían esparcidas en el escritorio: tres vacías y la cuarta iba por el mismo camino. Sus ojos estaban enrojecidos, pero no parecía ser solo el efecto del alcohol, sino más bien las consecuencias de horas de llanto. En mi interior sentí la urgente necesidad de entrar al lugar y correr a abrazarla para consolarla, pero por experiencia sabía que mi presencia solo empeoraba las cosas.
Me mordí el labio inferior olvidando momentáneamente la herida provocando que esté comenzará a sangrar nuevamente. Me pasé la lengua mientras le echaba un último vistazo a mi madre que había vaciado su copa y ahora la rellenaba nuevamente, pero ahora con un licor más fuerte que el vino fino. Tomó una de las botellas de whisky que mi padre solía colocar en la esquina de su escritorio para tenerlo siempre cerca por si le daba sed mientras trabajaba y se sirvió un buen trago en la copa. Miró los papeles que sostenía en su mano y negó con la cabeza mientras una risa seca y áspera se escapaba de ella. Sostuvo la copa con tal fuerza que sus nudillos blanqueaban y por un momento temí que rompiera el frágil cristal, pero antes de que eso sucediera mi madre apuro la copa y la vacío de un trago.

Sus ojos se encendieron con rabia, enojo y asco. Me recordó a la vez que entró a mi cuarto y se deshizo de Budy. Decidí que debía marcharme de allí, antes de que notara mi presencia y vertiera todo ese odio en mí sin motivo alguno. Cerré la puerta suavemente para que ella no se percatara y la dejé ahogándose en licor.

Antes de ir a mi habitación me volví por las escaleras y me encamine a la cocina. Ahora ya más tranquila al saber que en realidad mi padre no estaba en casa y mi madre… era como si se hubiera ido de viaje, decidí tomar una bolsa con hielo de la nevera. Si no colocaba hielo en mi ojo ahora, probablemente en la mañana amanecería cerrado por la hinchazón. Abrí la puerta del refrigerador y tomé un pequeño contenedor con ensalada César que Elo había guardado; seguramente para mi regreso suponiendo que tendría hambre. En un vaso me serví un poco de jugo de naranja y ya con mi cena improvisada lista y la bolsa de hielo bajo mi brazo me fui de una vez a mi habitación.

De camino sentí la necesidad de verificar como estaba mi madre, pero decidí no hacerlo, después de todo, ya debería estar acostumbrada a ese tipo de actitudes por su parte. Ella solía hacer eso: encerrarse en alguna habitación y perder horas de su vida bebiendo sin control, ahogándose en alcohol con penas inexistentes y problemas ficticios de los cuales luego me culpaba a mí. Ella se encerraba en su mundo y perdía la noción del tiempo y la realidad, luego, ya demasiado borracha terminaba dejándome trabajo que hacer.

-Pero está vez no voy a estar ahí para limpiar tu desastre madre. Tendrás que hacerte responsable, aunque sea una vez.

Con esa decisión tomada me encerré en mi cuarto a cenar mientras colocaba la bolsa de hielo en mi ojo y luego me daría un baño caliente.




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