En la sala estaba la mesita ratona dónde solíamos jugar a tomar el té de la tarde y rodeándola estaban las sillas a juego ocupadas por mi colección de peluches esperando por nosotras y cada uno de ellos con sus respectivas tazas. Fue ahí cuando comprendí que mi madre había perdido la cordura o estaba fingiendo, pero si era así, entonces debía reconocerle que era excelente como actriz. Durante este último tiempo creí haber perdido aquel juego de mesa y ahora ahí estaba, listo para que nos sentáramos a tomar el té como dos señoritas.
-¿Te gusta? Creí que luego de un cansado día de escuela, te apetecería tomar un poco de té. También invite a nuestros amigos. Ven, ellos han estado esperando mucho tiempo y calenté el té tres veces ya, no quiero tener que hacerlo una cuarta.
Mi madre se acomodo lo mejor posible en la pequeña silla, pero era evidente que no entraba en ella, pero aún así se sentó esperando a que yo ocupará el lugar libre. Al sentarme lo hice con dificultad y busqué equilibrarme para estar cómoda.
-La recordaba más grande.
Lo dije sin pensar, pero mi madre estaba tan absorta en servir el té que no se percató de mis palabras. Entonces tomo dos pequeños platos y sirvió tres lingotes para cada una colocándolos junto a las tazas. El simple aroma de los bocadillos trajo a mi boca el sabor amargo de aquel cruel recuerdo y mi estómago se volteo patas arriba y el jugo de hacia un rato intentó subir buscando una salida. Me tapé la boca y la nariz mientras me apartaba bruscamente de la mesa; en mi intento de huir del aroma termine por volcar una de las pequeñas sillas y el peluche cayó al suelo.
-Isa ¿Qué haces? Levanta al pobre Sr. Tom antes de que se resfríe y luego siéntate a merendar.
-Gracias, pero no me apetece merendar ahora – dije mientras levantaba el oso – yo comí algo antes de venir a casa.
Mi madre resopló evidentemente molesta y luego tomo el trapo de encima de la mesa y se limpio las manos. Luego golpeó el trapo contra la pequeña superficie mientras me miraba con la mirada ida.
-¿Cuántas veces debí decirte que no comas nada fuera? Además ¿Sabes el trabajo que me tomo preparar todo esto?
-Si, me hago una idea ya que hace unos años yo hice exactamente lo mismo y tú lo aventaste todo al suelo. Agradece que yo no hice lo mismo hoy.
-¿¡De que estás hablando!? ¿¡Cuantos veces debo decirte que mentir es malo Isabella!?
Ella se puso de pie y colocó sus brazos a cada lado de su cintura en posición de jarra para enfatizar su enfado, pero ya no era una niña y eso no me asustaba. Lo que si me estaba perturbando era su extraña actitud.
-Eso meo decías cuando iba a la escuela, pero ya soy mayor madre, te repito que estoy en la universidad. Mi cumpleaños es el viernes y cumplo 20 años ya.
Ella sacudió la cabeza mientras negaba fervientemente y tomaba sus cabellos desesperadamente como una maniaca en descontrol. Entonces sus ojos miraron fijamente a los míos y solo vi dolor y desesperación en ellos; con un ligero toque de locura. Se abalanzó sobre mí de manera tan sorpresiva que no me dio tiempo a responder. Las dos caímos al suelo y mis piernas se enredaron en la falda de su vestido y cuánto más luchaba por quitarlas, más se entrelazaban con la tela y sus piernas.
-¿¡Quién eres tú?! – Gritó desesperada a un centímetro de mi rostro asustándome aún más. – ¿¡Qué hiciste con mi pequeña!? ¿¡Dónde está mi bebé!?
-¿De qué hablas? Estoy aquí, soy tu hija. ¿Qué no me reconoces?
Era una pregunta bastante tonta ya que por lo visto no lo hacía. Eso o solo fingía, pero algo me decía que había algo más allí.
-¡Deja de mentirme! ¿¡Dónde está mi pequeña!? ¿¡Qué le hiciste!? ¿¡Qué hiciste con ella!?
-Yo…. Yo no se, no comprendo nada….
-¡Ya basta! ¡Deja de mentirme maldita impostora!
Ella elevó su mano para darme una cachetada, pero entonces perdió el equilibrio cayendo hacia un lado y yo respire aliviada aunque demasiado preocupada. Justo entonces las puertas de la sala se abrieron de sopetón y Eleonor ingresó corriendo a la estancia analizando la situación a una velocidad récord.
-¡Bella! ¿¡Te encuentras bien!?
-Yo si, pero creo que a mamá le falta un tornillo.
-Deja los chistes que no es el momento. ¡Lisa! Llama al doctor Henry, dile que es una emergencia.
-Si señora.
Lisa corrió tan rápido como sus pequeños pies se lo permitieron para llamar a ese doctor del cuál yo no sabía de su existencia, hasta ahora.
-¿Qué está pasando?
Le pregunté a Eleonor mientras intentaba poner en pie a mi madre, pero no era una tarea fácil cuando ella no colaboraba.
-Bella, por favor necesito que salgas de aquí, deja de preguntar y solo vete.
-Pero, es mi madre necesito saber que es lo que está pasando…
-Isabella, ahora no. Ve a tu habitación, hablaremos luego.
Ella jamás me llamaba por mi nombre a no ser que estuviera enojada y aún así, era muy poco frecuente que lo hiciera. Obedecí su orden, pero con la promesa de que más tarde me explicaría todo lo sucedido.
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Editado: 20.09.2024