La Bella y su Mafioso.

Capitulo 29.

Me senté en la silla tras el escritorio y encendí la pequeña lámpara sobre el escritorio en el modo de luz tenue; así podría ver lo que hacía, pero no llamaría demasiado la atención. Eche un vistazo a la puerta pensando en una manera de poder abrirla, pero luego sacudí la cabeza.

-Ya pensaré en algo más tarde, ahora debo buscar los papeles.

Traté de abrir el cajón principal, pero este no abría. Creí que estaba trancado con algo y me agaché para ver de cerca, pero no había nada que obstruyera las rendijas. Intenté abrirlo nuevamente, pero este no se movió ni un centímetro.

-Debe estar cerrado con llave.

Comencé a buscar en los distintos lápices del escritorio la llave para abrir el cajón. Por experiencia sabía que mi madre tenía duplicados por cada rincón de la casa de las llaves que para ella eran importantes y la de este cajón no era la excepción. Lo confirme cuando al voltear un viejo jarrón de flores vacío, cayó un pequeño objeto brillante y dorado que destello con la luz de la lámpara. Su aterrizaje fue silencioso ya que afortunadamente lo hizo sobre un manojo de papeles prolijamente apilados en la esquina izquierda de la mesa. La tomé entre mis dedos y fue cuando noté, cuan pequeña era en comparación con los grandes secretos que mantenía ocultos.

-Eres tan chica y aún así, cargas con una gran responsabilidad. Debes ser la guardiana de mi pasado, mi presente y probablemente de mi futuro también. – Pasé la yema del dedo índice sobre su dentada superficie y sonreí nerviosa. – Pero para tu fortuna cuentas con afiliados dientes para defenderte y proteger tu encomienda.

El haz de luz de un auto que pasó a lo lejos por la calle ilumino las paredes de la oficina y mis ojos lo siguieron hasta que desapareció.

-Genial – dije mientras volteaba la llave sobre la palma de mi mano de un lado a otro – ahora resulta que le hablo a una llave.

Sacudí la cabeza y me reí en voz baja al tiempo que introducía la llave en la cerradura y con un suspiro la giraba. Al abrir el cajón lo primero y único que vi en el interior fue la carpeta que tantas veces había visto desde la distancia en manos de mi madre; se sentía como una extraña, pero al mismo tiempo como una vieja compañera. Con la misma delicadeza con la que se sujeta a un recién nacido, tome el manojo de papeles y lo deposite sobre el escritorio. Lo miré unas cuantas veces buscando en ella algo especial, pero no había nada. Solo era una carpeta amarilla sin nombre y sin ningún tipo de escritura, para cualquier persona podría ser algo sin importancia y un manojo de documentos más del montón, pero para mí familia esto significaba algo importante.

-No entiendo como algo tan común y ordinario puede provocar tantas emociones en mi madre y, hacer que beba desmedidamente. Pero, sea lo que sea que escondas lo sabré ahora.

El hablar conmigo misma o los objetos siempre habían tenido el efecto de calmarme o relajarme en situaciones tensas o angustiosas, por lo que no me llamó la atención que le hablara incluso a los papeles. En un rápido movimiento y sin pensarlo dos veces, abrí la carpeta.

Había un acta de nacimiento con la fecha y hora en la que yo había nacido, pero también había un acta de defunción con la misma fecha, el mismo lugar y con mi nombre: Isabella Anderson Beker, pero el acta de defunción era con 20 minutos de diferencia. Según el doctor que había decretado la hora de muerte a las 22:43 de la noche, la bebé había sufrido un fallo respiratorio denominado SDR y su muerte neonatal se había registrado antes de informarle a la madre.

Sentí mis ojos húmedos y la tristeza invadió cada rincón de mi cuerpo acompañada por su fiel compañera la angustia. Mis manos con dedos temblorosos siguieron pasando papeles con letra de distintos médicos y luego, encontré unas fotografías. En ellas había una mujer joven y bonita con una sonrisa angelical, pero que por alguna razón no alcanzaba sus ojos. Junto a ella había un niño pequeño que me recordaba a alguien, pero no lograba sacar a quien. En otra fotografía la misma mujer estaba sobre un escenario con un traje de bailarina de ballet; las luces brillaban sobre su piel y sus ojos competían con el brillo de los focos; en ese momento, bailando sobre el escenario y sintiendo su espíritu libre ella realmente sonreía. Su felicidad era tangible incluso atreves de la fotografía y un tanto contagiosa.

Deje las fotografías de lado y continúe revisando los documentos hasta que mis ojos se detuvieron en un acuerdo/contrato donde establecía la compara de una bebé recién nacida. Al parecer él trato se había hecho con mi padre y una mujer de nombre Noelia Curven quién había dado a luz a una niña esa misma noche.

-No puede ser…. Ellos, me compraron.

El peso de la realidad me cayó encima como un gran balde de agua helada y sentí mi estómago pesado, pero aún más mis piernas que parecían ser jaladas hacia el fondo de un oscuro, profundo e inagotable océano de turbulentas aguas negras y frías, tanto, que helaban mi piel. Las lágrimas saladas rodaron por mis mejillas y cayeron sobre los papeles desfigurando la tinta de las letras allí escritas e incluso, llegando a borrar a algunas de esas enfermizas palabras. Ojalá fuera así de fácil poder borrar la memoria de uno, pero lamentablemente no se podía deshacer lo hecho.

-¿Cómo pudieron?

Mi respiración se atascaba en mis pulmones a medida que mis ojos leían y releían los términos y condiciones de la “compra” en cuestión: “La parte vendedora renuncia a todo derecho de reclamar algo al respecto.” “La parte vendedora se abstiene a involucrarse en la vida de la ahora hija de la familia Anderson” “Ambas partes, tanto comprador como vendedora se comprometen a guardar dicha transacción entre sí, sin hacer mención alguna a la ahora madre de la criatura.”

-Oh por dios; mi madre no tenía idea de esto y seguramente se enteró cuando yo tenía siete y por eso su cambio radical.

Seguí leyendo y en reiteradas ocasiones se mencionaba que mi madre biológica no podría tener contacto alguno conmigo y jamás debía saber de mí, también se le prohibía terminantemente hablar sobre la situación a excepción de personas que supieran sobre su embarazo y en dicho caso debía decir que había dado a su hija en adopción. Luego llegué a la línea que tanto había querido evitar, pero que al mismo tiempo debía saber; quería saber cuánto significaba para mí progenitora. “La parte compradora se compromete a entregar a la parte vendedora una suma acordada por ambos y su valor asciende a veinte mil dólares.”




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