La Belleza de una Margarita

Prologo

Los finales en las novelas románticas siempre terminan con un felices para siempre, pero nunca muestran lo que debieron hacer los protagonistas para conseguirlo. Uno piensa que la historia concluye cuando finalmente se confiesan su amor, cuando las lágrimas se secan, los malentendidos se aclaran y el beso final marca el cierre perfecto. Se cree que, a partir de ese instante, todo termina: solo les queda vivir para siempre felices. Pero nadie te dice que ese no es realmente el final. O al menos, no lo fue para Davina. Cuando creyó que por fin tendría su final feliz que su padre les daría su bendición, que habría una boda blanca, que Sirius la llevaría del brazo hacia un futuro luminoso, nada la preparó para escuchar la única palabra que podía destrozarlo todo: No. Después de regresar juntos a la finca de su tía Sherlyn, fueron recibidos con calidez y alivio, y Davina se quedó allí durante esas semanas, esperando. Sirius también. El tiempo entre ambos se llenó de pequeños momentos robados, sueños compartidos y una ansiedad casi insoportable. Por eso, cuando su padre anunció que regresaba a Gales en compañía de Barbara y Catherine, dos semanas después de haberse marchado, la noticia cayó como un presagio. Sirius y Davina habían contado los días, imaginando el instante en que podrían hablar con él sobre su compromiso. Ambos estaban nerviosos. Ambos estaban decididos. Pero no esperaban ser llamados directamente al estudio de la tía Sherlyn, donde su padre los aguardaba, sentado con expresión impenetrable, acompañado de la misma Sherlyn, siempre tan observadora.

Barbara solo podía sospechar cual sería la respuesta de su padre, en todo el camino en el carruaje estaba completamente serio, no menciono alguna palabra sobre su decisión, pero conociendo mejor a su padre comparado a sus hermanas, sabía cuál sería la respuesta que daría. Aún recordaba la sombra que cruzó su rostro cuando ella le reveló, hacía ya dos semanas, que Davina había decidido quedarse en Gales porque quería comprometerse con un duque. Él no dijo nada. Solo la despidió con un gesto y, en cuanto ella salió del despacho, llamó a sus ayudantes para ordenarles investigar a Sirius a fondo. Le bastó un día para procesar toda la información. Solo uno. Al siguiente, ordenó que Barbara y Catherine regresaran al Valle de Glamorgan. Ni siquiera habían terminado de desempacar cuando ya estaban de vuelta en viaje, casi a la carrera. Ahora, Barbara y Catherine se encontraban afuera del estudio de la tía Sherlyn. Dentro estaban Davina, Sirius, su padre y la tía. Ellas solo podían esperar. Esperar y merodear por el pasillo, dando vueltas inquietas, sin saber si la puerta se abriría para una buena o mala noticia.

—¿Crees que los rechazará? —preguntó curiosa Catherine.

—Solo padre sabe la decisión que tomará —respondió sincera—. No soy capaz de suponer en su lugar.

Lo único que le ofrecía un mínimo consuelo era estar de regreso en la finca de su tía Sherlyn. Por más pequeña y modesta que fuera, siempre había tenido un encanto sereno que las tres hermanas apreciaban. La propiedad era sencilla, casi humilde en comparación con las grandes casas del condado. La casa principal, de piedra clara y techo grisáceo, tenía apenas dos pisos y unos cuantos ventanales estrechos que dejaban entrar la luz justa. El jardín no era amplio, pero sí meticuloso: caminos de grava pálida serpenteaban entre parterres llenos de flores silvestres, margaritas, lavandas y rosales viejos que parecían abrazar la casa con un aire de autenticidad. Un pequeño muro de piedra rodeaba el terreno, lo suficiente para dar privacidad sin convertirla en una fortaleza. En un extremo, una glorieta de madera clara que Sherlyn usaba para leer en las tardes se mezclaba con las sombras de un par de robles jóvenes. No había fuentes elegantes ni esculturas, solo un banco de hierro algo oxidado y una mesa donde la tía solía servir té.

Supieron que la respuesta había sido un No cuando escucharon el claro grito de Davina desde dentro del estudio poniéndose histérica comenzando a reclamarle a base de gritos a su padre porque estaba rechazando la oferta de compromiso a Sirius. Su padre el marqués de Northampton, lord Charles Compton, era un hombre rígido y serio desde el punto de vista de otras personas, pero para ellas era un papá que, aunque no siempre estuvo presente en su vida, las consideraba su más grande tesoro. No importaba lo más caro que fuera el regalo que quisieran, su padre se los otorgaba, las malcriaba y las consentía excesivamente, nunca les había dicho que no, era por eso, que sus hermanas menores podía hacer toda clase de berrinches y su padre solo se limitaba a limpiar sus desastres. Era la primera vez que su papá les decía que no, nunca antes habían escuchado esa palabra de su boca, siempre cumplía todos sus caprichos sin importar los excesivos que pudieran ser, por eso, se habían vueltos unas consentidas. Es por eso, que Davina al escuchar que su padre había rechazado su petición para comprometerse con Sirius hizo el peor berrinche que pudiera hacer.

Barbara y Catherine quienes escuchaban a escondidas detrás de la puerta, se toparon con el rostro serio de su padre, quien las observo al abrir la puerta para marcharse del estudio de su tía. Su padre Charles Compton se encontraba en sus 44 años, era considerado por muchas damas de Londres como un gran hombre atractivo y sentían una pena por su deseo de no querer contraer matrimonio por segunda vez. Era alguien considerado bastante alto, medía aproximadamente 1.85m. Habían heredado el cabello característico de los Compton: un color castaño rojizo parecía encenderse bajo la luz, especialmente en las sienes donde algunos mechones más claros revelaban el peso de los años. Lo llevaba siempre peinado hacia atrás, de manera práctica y elegante, dejando al descubierto su frente amplia y la firmeza de sus rasgos. Su mirada celeste era quizá su rasgo más llamativo: unos ojos claros, fríos cuando debía serlo, pero capaces de suavizarse en contadas ocasiones, cuando el cansancio o la preocupación por sus hijas lo vencían.



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En el texto hay: epoca victoriana, romance, amor prohido

Editado: 16.12.2025

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