La Bendición del Dragón

01

Las lágrimas que brotaron de los ojos de un joven dragón originaron la fuente de dones selectivos, sin embargo, su furia y decepción se transformaron en una maldición generacional. El destino había sido despiadado con aquella criatura mística que aparentaba adultez ante los humanos, pero para su especie no era más que una cría recién salida del cascarón. Durante esa época, se alzó un poderoso dragón negro, cuya tarea asignada correspondía al rango de guardián, este destacó por ser benevolente hasta que juramentó volcando su negatividad materializada en:

—Ahora serás tú quien experimentará mi dolor.

Tras esas palabras, los descendientes de la casa Clarke comenzaron a fallecer.

***

Inglaterra, Londres, 2020.

La riqueza de la casa Clarke palidecía contra la maldición que se transmitía durante generaciones a través de sus descendientes, no discriminando en género. Esta afección aparecía a la edad de los treinta años, manifestando síntomas agresivos. Aún ante ese panorama, no tardaron en encontrar un método que permitió que sobrevivieran más allá del umbral esperado; matrimonio.

Los herederos contraían nupcias con los primogénitos pertenecientes al prestigioso clan Cox, donde floreció un don singular en función a su devoción admirable. Dichas habilidades curativas alargaban sus vidas mediante un vínculo afectivo e inquebrantable. Por tradición, a Maddox Clarke lo comprometieron desde su nacimiento, por lo que se suponía que se casaría ahora. Contrario al protocolo, la novia lo abrazó y dedicándole una sonrisa, se fue montando en caballo estando aún con su vestido de boda.

Huía de su destino impuesto.

El novio, que había sido abandonado, observó inexpresivo la escena, notando cómo las cabezas de familia de ambas casas corrían tras la mujer, gritándole que se detenga y que regrese de inmediato para concluir la ceremonia nupcial. No obstante, su ex prometida, era una experta en equitación.

Ante dicho escenario, no evitó pronunciar:

—¿Por qué tenía que hacerlo tan dramático? —cuestionó su personalidad excéntrica, no esperando ninguna respuesta. Aún así, percibió un horrible olor a cigarro, adivinando la identidad de la persona que le contestó:

—¿Creías que ibas a ser el único protagonista? —añadió con un toque de sarcasmo Nova Cox, la hermana menor de su ex prometida. El londinense la observó. Era una dama con rasgos delicados y… —Mi hermana era demasiado mujer para ti. —alardeó de la misma fémina que iba montando en caballo con los adultos siguiéndola sin aliento. Maddox arrugó la nariz. —¿Te crees listo por haber planeado esto? —reveló arrogante, siendo consciente que no era el típico novio dejado en el altar, dado que él mismo organizó este teatro para no tener que casarse. Anteriormente, había intentado romper el compromiso, pero solo logró que se retrasara hasta que no pudo más. ¿Por qué? Porque se rehusaba a vivir bajo órdenes de otros. —Morirás. —le advirtió con seriedad, considerando que pronto Maddox cumpliría treinta y al no haber recibido por años los poderes curativos de su hermana mayor, entonces los síntomas aparecerían con mayor agresividad.

El hombre gruñó.

—¿Según quién? —bramó cabreado, no creyendo en esa dichosa maldición que desde pequeño le informaron y pusieron al día como el próximo heredero. Él no iba a casarse siguiendo el criterio de otros como sus antecesores.

—Según tus padres. —esbozó una sonrisa, riéndose por la expresión gruñona de su compañero de infancia. Asimismo, se acercó a él hasta que le palmeó la espalda. —¿Tu rebeldía vale la pena? —tuvo curiosidad, notando cómo los padres de ambos se rindieron, estando desahuciados y tirados en el césped mientras su hermana mayor vociferaba que regresaría cuando se sintiese mejor.

—Apestas a tabaco, Nova. —la alejó, detestando el olor a cigarrillo e inclusive apretó su nariz para que ese aroma no se filtrara dentro de su cuerpo. La muchacha se encogió de hombros, mostrándose desinteresada. —¿Conoces el paradero de tu hermana o te dijo algo? —le realizó esas preguntas, poniéndose rígido en cuanto los adultos volvieron transpirando.

La mujer sonrió, sabiendo lo que debía decir, por lo que actuó:

—Ni siquiera éramos cercanas. —chasqueó la lengua, reforzando su poder mental en caso sus progenitores fueran rudos con el interrogatorio. Estiró sus huesos, preparándose para cualquier cosa.

A medida que sus padres se acercaban, ambos fueron capaces de escuchar y:

—¿Qué se supone que hagamos? ¡Tenemos a un montón de invitados esperando! —se preocupó Marvin Cox, agarrándose el cabello mientras ayudaba a su esposa a caminar, pues se cayó por tratar de agarrar el pie de su hija mayor. —¡No hay novia y según los ancianos, hoy se debía celebrar la boda! —se angustió a más no poder.

No era una boda cualquiera.

—Esta unión se celebrará cueste lo que cueste. —dictaminó como jueza, Maya Clarke, cabeza de la familia, arrastrando a su esposo que estaba llorando, este lucía sensible y temeroso por el destino de su hijo. —¡Ustedes! —bramó molesta en cuanto vio a Maddox y a Nova, apuntándolos sin decoro como los responsables de este crimen. —¡Ustedes fueron! —perdió la cabeza. Ambos acusados se mantuvieron quietos, siendo pacientes para que les impusiera un castigo por orquestar esta afrenta.



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En el texto hay: don, matrimonio, amor

Editado: 23.12.2025

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