La Bendición del Dragón

02

Lunes 28 de marzo, 2020.

Tras haber recibido el servicio a la habitación, concluyeron que estaban demasiado exhaustos como para permanecer en el suelo. Por ello, se trasladaron a la cama de la suite matrimonial. ¿Qué se suponía que hacían los recién casados en su noche de bodas? Exacto, eran adivinos. En su situación, se pusieron a jugar un partido de cartas mientras se llenaban el estómago con bocadillos y bebidas, con el reproductor de música prendido.

—¿Alguna vez predijiste esto? —comentó Nova, manteniendo su vista inmersa en sus cartas.

El hombre estando concentrado en el mismo juego, bufó.

—¿No se supone que lo de la predicción y clarividencia es tu fuerte? —increpó latoso, conociendo las habilidades que se le podía dar al don divino. La rubia rodó los ojos, ese alcance aún lo tenía bloqueado. —No estarás haciendo trampa ¿no? —la acusó, pues se le hizo raro que sus iris se tiñeran de dorado.

Ella lo esquivó con cautela.

—Qué tonterías dices. —se burló y regresó al tema original. —Digo, el hecho que te hayas casado cuando prometiste que te casarías solo con la persona que amaras o que estés encerrado en una habitación de hotel con otra mujer distinta a tu prometida haciendo Dios qué cosa. —insinuó con malicia y a su vez, probó su temperamento con suerte.

Maddox hizo una mueca, poniendo una carta en la cama. La rubia lo imitó y cogieron otra ronda de cartas.

—¿Qué estoy haciendo, Nova? —fue sangrón, ocasionando que la joven se riera.

—Jugando. —movió sus cartas. —Pero, la gente es malpensada y lo puede malinterpretar, además… —metió más cizaña, siendo su especialidad.

—Eres la única malpensada.

—¿Sabes que eres un anormal? —fue bravucona. —Soy tan irresistible, que ningún hombre aguanta en lanzarse y… —fantaseó sin límites.

—Dios, ya basta, Nova. —la interrumpió, no queriendo recordar a su última pareja con quien apenas hace unas semanas había terminado por esto. Entonces, decidió redireccionar la conversación. Parecía que no le daba relevancia al asunto actual, pero se estaba limitando a disimular su verdadera ansiedad. —No podemos divorciarnos. —recalcó. No porque él no quisiera, sino porque lo tenían prohibido y no se trataba de una cuestión de ser desheredados o no. Como adultos independientes, cada uno amasó su riqueza sin apoyo.

El problema trascendía a una maldición familiar, cuyo origen se remotaba a milenios atrás. Las primeras generaciones con el apellido Clarke morían a una edad temprana por una enfermedad desconocida y no fue hasta que se casaron con los miembros de la familia Cox que hallaron una medida temporal para alargar su vida. Si bien Maddox no compartía la misma creencia o prefería morir joven antes que casarse con una mujer por la que no tenía sentimientos, era cierto que no podía ignorar el sufrimiento de sus padres.

Él era hijo único.

—No soy ignorante a ese asunto. —simplificó elocuente Nova, tirando sus cartas para coronarse ganadora con el abanico rojo que armó. Ante la derrota, Maddox resopló y procedió a tomarse un shot como apostaron, iniciando una nueva partida. —¿Entonces? —metió presión, repartiendo las cartas en una cantidad igual.

Mientras que Maddox se rompía la cabeza, queriendo hallar otra alternativa viable a la que ya había pensado, su contrincante aprovechó para barajar las cartas y obtener las mejores piezas, triunfando una vez más. Tras un silencio doloroso, el hombre le costó decir:

—Tengamos un hijo para contentarlos. —dedujo a más no poder, sabiendo que su pensar era egoísta por el futuro que le esperaba a esa criatura.

—Oh. —puso una mano en su pecho. Nova sonrió. —¿Tanto así quieres que sea la madre de tu hijo? Dios, me conmueves. —dramatizó, aumentando el mal humor del hombre.

—Hablo enserio. —la forzó a ser seria. —Luego, podremos vivir cada uno su vida sin entrometernos. —negoció, teniendo presente lo que implicaba hacer para tener el final que deseaban. Con un hijo, sus padres los dejarían en paz, ya no le importaba si vivía más o menos. Además, no eran más que un matrimonio por obligación. —Es lo mejor, digo, si es que quieres regresar con tus amantes pronto. —buscó persuadirla, olvidando que Nova era de pensamiento simple.

La inglesa tomó otra carta, anunciando:

—Capricornio. —no se rehusó.

—¿Qué? —se demoró en entenderla.

—El niño será capricornio. —se mostró renuente a ceder.

—Géminis. —dio batalla.

Nova rechinó los dientes.

—La que se dejará coger soy yo, así que yo decido cuándo lo concibo. —esclareció, estableciendo sus posiciones en dicha relación de negocios. Tampoco debían recurrir a la asistencia artificial, así que… Maddox suspiró, cediendo ante la impertinencia de la mujer. —No podemos dejar evidencia física de nuestro trato, así que tienes que cumplir con tu promesa. —le extendió el dedo meñique a modo de sellar su juramento.

El hombre la imitó.

—Está prohibido enamorarse ¿entendido?

—Como si fuera a caer por un enfermo terminal. —negó.



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En el texto hay: don, matrimonio, amor

Editado: 23.12.2025

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