Viví así durante un buen tiempo, en paz y tranquilidad, sola y a salvo, yo misma construí una choza con ramas, hojas y cualquier cosa que me pudiera servir para cubrirme en las noches, tres de los muros estaban hechos de rocas unidas con lodo, y solo un muro, el de la parte de atrás, estaba hecho de palos que corte de los árboles, lo hice así en caso de que necesitara escapar poder salir fácilmente por la parte de atrás. Me alimentaba a base de frutos, y alguna ardilla o conejo, el lago que está en el centro del bosque me sirve para beber y asearme, es muy extraño que no tenga ni un solo pez.
No volví a usar hechizos, pues fue por eso que termine así, no éramos malas personas, no hacíamos hechizos dañinos para nadie, solo porque otras personas los hacen nos juzgan a todos por igual. Los libros de mi madre se quedaron en casa, eran tres, habían sido escritos en parte por mi abuelo y mi madre, pero es obvio que no volvería por ellos, yo sé hacer conjuros y otras cosas, mi madre me obligó a aprender algunos, y además no es necesario seguir algo establecido, también es una habilidad crear nuestros propios hechizos, pero será mejor no hacerlo, ya no quiero problemas, debo renunciar a lo que soy para mantenerme a salvo.
Una mañana cuando estaba recogiendo frutos en el bosque, escuche algunos ruidos entre los arbustos, no parecía ser algún animal, era algo más grande, me puse alerta y mire a mi alrededor, y vi a un hombre, cargaba madera y un hacha, de cabello castaño y ojos miel, por sus herramientas es obvio que es leñador, yo no sabía cómo reaccionar, solo me quede ahí para viéndolo, él también me miraba fijamente, supongo que también le sorprendió mi presencia, de pronto empezó a caminar hacia mi saludándome y preguntando quién era yo, me sentí amenazada, así que simplemente salí corriendo.
Él no fue tras de mí, supongo que para no asustarme más, solo me pedía que me detuviera y decía que no me haría daño, pero yo no deje de correr, logre llegar a mi casa y entre, atranque la puerta y tome una pequeña lanza de madera que yo misma hice para defenderme en estos casos, espere lo peor, pero el leñador nunca apareció, sin embargo no sentía la confianza de volver a salir, quizá esta afuera esperando a que salga, no debo arriesgarme, y por miedo no salí en tres días de mi casa, para asegurarme que no este. Al cuarto día fui al lago por un poco de agua, pues ya se me había terminado, sin embargo aún no estaba muy tranquila, tenía miedo de volver a encontrarme con él, pero parecía que no había nadie en los alrededores.
Llegue al lago, tome el agua que necesitaba en una vasija, y cuando me di la vuelta aquel hombre estaba parado detrás de mí, solté la vasija de la impresión, él me dijo que me calmara y que no me haría daño, yo solo me quede quieta esperando que fuera verdad lo que decía, me pregunto mi nombre pero dude al decírselo, así que él me dijo el suyo, Kent, su nombre era Kent, me dijo que desde que me vio por primera vez regreso cada día a buscarme, yo le dije mi nombre para que me dejara en paz, pero seguía preguntándome cosas, ¿que por qué vivía aquí?, ¿qué hacía yo sola?, trataba de esquivar sus preguntas, no tiene que saber nada, pero no dejaba de hablar, quería que le mostrara el lugar donde vivo, pero obviamente no lo haría, pues apenas sabia su nombre y no pienso llevar a nadie a mi casa, me negué y le dije que ya me tenía que ir.
El accedió a no seguirme y me dijo que volvería mañana a verme, al llegar a casa decidí no salir por un tiempo, no quiero tener nada que ver con él, es peligroso. Estuve encerrada de nuevo, esta vez fueron cinco días sin salir, pensé que seguramente después de ese tiempo creería que ya no volvería y dejaría de venir, así que volvía salir, pero esta vez apenas me había alejado un poco de casa cuando aquel leñador apareció de entre los árboles, se acercó rápidamente, me tomo de las manos y dijo que creía que no me volvería a ver, pero que no perdió la esperanza y siguió viniendo a buscarme.
Yo no quería nada con él, me solté de su agarre y me fui corriendo, pero esta vez sí me siguió, mientras corría choque con otro hombre, me ayudo a levantarme y me pregunto la razón de mi huida, pero no tuve que explicarle, el leñador apareció detrás y lo entendió, me puso detrás de él para protegerme, este nuevo sujeto le decía que me dejara en paz, el leñador decía que no me haría daño y solo quería hablar conmigo, ambos estaba discutiendo.
Aquel hombre tenía el cabello dorado como un tierno rayo de sol, ojos tan azules como el cielo, y además para mí era un caballero al protegerme del leñador, desde ese momento quede perdidamente enamorada de éste mi salvador, el cual hizo que el leñador se fuera y me dejara, luego se presentó, se llamaba Edgar, me dijo que estaba perdido, yo le dije mi nombre y le ofrecí ayuda, lo lleve a mi casa y le prepare té, dijo que vivía en un pueblo algo lejos de aquí, y que había venido a explorar pero se había perdido.