La Bestia Y La Bella

CAPITULO 1

 

LA BESTIA

Maximilian Blackthorne levantó apenas una de sus gruesas cejas cuando su secretaria le anunció que el contable Joseph Mathews lo esperaba en la sala de espera.

- Ofrescale algo. Tardaré un poco en atenderlo.

Max, era conocido en el mundo empresarial con el sobrenombre de la bestia. Era un hombre implacable, astuto, al que nadie podía detener sí se lanzaba al ataque para lograr sus objetivos. La gente que trabajaba para él le tenían tanto respeto como temor, sin embargo no podían quejarse ante los altos estándares del trabajo así como la magnifica renumeración que se les daba ante una exigente labor.

Él era un hombre alto, casi dos metros, fuerte como una mole, de treinta y dos años y un atractivo oscuro, misterioso que a pesar de no tener una belleza masculina requerida por la sociedad que siempre etiquetaba por la presencia física, las mujeres se peleaban por llamar su atención.

Max lanzó un suspiro. Se recargó en su comoda silla de piel mirando la carpeta castaña. El informe le llegó esa misma mañana. Fruncio el ceño mientras repasaba en su mente con memoria fotográfica las cifras que por un año se habían incrementado hasta llegar a una importante cantidad que desapareció sin llamar la atención de su grupo de contables.

Desde luego cada uno de ellos recibiría una buena reprimenda.

Un brillo peligroso iluminó las pupilas grises , nadie en sus cabales se atrevería a robarle sin esperar las consecuencias.

Oprimió el botón en su aparato telefónico dando la escueta orden de hacer pasar a Joseph Mathews.

Max estaba tenso. Observó con atención al hombre de traje café sencillo. Su cabello rojizo con alborotados rizos estaba despeinado como sí sus manos lo hubiesen tocado varias veces. No era el mismo contable profesional que dirigía el departamento administrativo contable de BLACKTHORNE IMP. & EXP. INC.

-Tome asiento Joseph. - Ordenó con voz grave.- ¿Quiere tomar algo?

- No, no podría.

Max apretó los labios mientras se levantaba sujetando con sus manos la carpeta castaña, de pronto sin ningún aviso le arrojó el documento frente a él en la lustrosa superficie del escritorio haciéndolo sobresaltar.

- ¡Le exijo una explicación! - Su voz sonó como un trueno.

Joseph Mathews se enderezó acomodando su corbata y el cabello con los dedos antes de enfrentarse con sus ojos verdes a su jefe.

- Me había prometido a mí mismo arreglar este asunto antes de que se descubriera la falta del dinero, - le dijo con voz temblorosa. - Me fue imposible. Tengo una cantidad reunida en el banco que no lo cubre, pero...

-¡Un cuarto de millón de libras!

Lo miró con arrogancia y evidente enfado. Se mantenía controlado, evitando explotar mientras se aseguraba de que su plan de acción saliera a la perfección, no en vano la gente le llamaba labestia.

Estaba a punto de afilar las garras y atrapar su próxima presa.

El contable emitió un sollozo.

- ¡Todo lo hice por mi esposa! Exclamó derrotado y cubrió su rostro con las manos. - No podia dejarla morir sin luchar... Yo tomé ese dinero con la esperanza de que un. nuevo tratamiento ayudara a mi esposa contra el cáncer de páncreas. - Lo miró con infinita tristeza. - Vivió un tiempo más, ellos... me la dejaron un tiempo más.

Max cruzó los brazos sobre su amplio pecho. Nada de lo que dijera podia cruzar la dura coraza que había erigido a su alrededor como una fortaleza en la que no permitía a nadie traspasar.

No había misericordia ante nadie, eso estaba más que claro. Pediría una auditoría y tendría la prueba del desfalco para mandarlo a la cárcel en donde un ladrón tenia que estar.

- Se hará una auditoría, mis abogados se harán cargo de todo y usted Joseph irá a la cárcel por haberse atrevido robarme.

Joseph sólo inclinó la cabeza aceptando el castigo. después de todo había robado y no podia seguir justificándose por la enfermedad de su amada Evie.

- No creo que haga falta decirle que está despedido sin ninguna remuneración.

Se inclinó hacia su ordenador, movió su dedos por el teclado preparando todo para su siguiente ataque.

Movió la pantalla hacia el contable en donde aparecían tres jóvenes sonrientes posando en un jardín de rojas rosas vestidas de blanco.

-¿Son sus hijas?

Joseph levantó el rostro derrotado y sorprendido miró la pantalla del ordenador.

- Son muy jóvenes, - el tono de la voz de Maximilian Blackthorne era tranquila, como un depredador esperando atacar y eso inquieto a Joseph que se enderezó a la defensiva ante la posibilidad de una de las famosas estocadas de labestia.

- Debe ser complicado se padre soltero con una hijas tan jóvenes.

Se levanto y rodeó el escritorio cargándose frente a él cruzando una pierna en una pose engañosamente relajada.

Señaló a la más pequeña.

-¿Diez años? - Inquirió acariciando su barbilla. - Irá a penas en octavo grado, ¿Tal vez? y ¿Ella? Una hermosa chica ¿Quince, dieciséis?

-¿qué pretende? - Demandó Joseph levantándose incapaz de permanecer más tiempo sentado. - ¿Por qué tiene esa foto de mis hijas? ¿Quien...

-¿Importa eso acaso?

Alargó su brazo derecho y un largo dedo índice acarició el rostro ovalado y hermoso de la joven de más edad que abrazaba a sus hermanas.

-¿Su hija mayor? Espero que haya alcanzado la mayoría de edad.

- ¿Por qué quiere saberlo? - Elevó el tono de su voz. - No tiene derecho a preguntar eso. ¡Usted no tiene derecho!

Max se incorporó intimidandolo con su tamaño antes de inclinarse. Era el momento de su primer ataque.

- Joseph, usted tiene más que perder que yo. Va a ir a la cárcel y esas hijas suyas se quedaran abandonadas sin un padre que las proteja. ¿Que será de ellas? - entrecerro los ojos que brillaron con un resplandor plateado muy peligroso. - ¿Diez o dieciséis? ¿Cuál de ellas está en una edad difícil? ¿Su hija mayor podrá educarlas mientras intenta buscar un empleo que no consigue por ser hija de un ladrón?



#1569 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, bella

Editado: 05.11.2019

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