OJOS DE LOBO
Siempre era agradable caminar a casa desde la librería en donde trabajaba. La tarde era gris y un leve rocío caía dejando un rastro húmedo por la calle, mas eso no le importaba a Milly que se acomodó el morral tejido cuya larga correa cruzaba su cálido abrigo púrpura sencillo, su favorito.
Se detuvo a saludar a una joven vecina que paseaba a su pequeño hijo y rió divertida cuando al inclinarse el gorro verde de lana tejida estuvo a punto de caer sobre el pequeño.
Algo llamó su atención, se levantó mirando hacia todas direcciones. Todo su cuerpo se puso alerta, nunca había sentido algo como eso, como sí alguien la acechara. Dio un paso hacia atrás y su rostro sonrosado por el clima frío palideció.
-¿Estas bien querida?
- Yo..., si claro. - le sonrió apenas y se despidió.
Hundió sus manos en los bolsillos del abrigo, inclinó su rostro y caminó con rapidez hacia casa.
Algo o alguien la vigilaba. No había visto nada fuera de lo normal, sin embargo la sensación de amenaza la perseguía.
Su respiración se agitó y el corazón latía a toda velocidad. Sus piernas aceleraron sus pasos, su mente tenía sólo un objetivo y este era llegar a casa a salvo.
Una mano enorme la detuvo sujetándola con firmeza del hombro, un auto pasó veloz frente a ella a sólo unos pasos. Milly jadeo con sorpresa, sus piernas se entumecieron sin poder moverse, de pronto se vio envuelta en unos poderosos brazos que la sujetaron apretándola al calor del cuerpo masculino.
La joven levantó el rostro buscando a su salvador y se encontró con unos ojos gris plata que brillaban enigmáticos rodeados de espesas y largas pestañas oscuras enmarcados por unas gruesas cejas inclinadas en una feroz expresión.
Su gorro cayó silencioso. En un instante todo se detuvo. El sonido de los autos, los gritos de los niños del parque cercano se dejaron de escuchar, Milly se perdió en la mirada gris plata fascinada, como una presa ante el cazador.
La sintió temblar en sus brazos. Una extraña sensación recorrió su cuerpo, quería creer que se debía a que tenia en sus brazos a la hija mayor de Joseph Mathews.
Mildred Mathews apenas llegaba a su hombro y era tan esbelta que apenas se distinguía entre sus oscuro abrigo. Olía a un suave aroma floral. Su cabello era sedoso y vibrante a pesar de la trenza. Levantó una mano con la intención de soltarlo y admirar los rizos mientras el viento jugueteaba con el.
Max la soltó sobresaltado. ¡Dios! ¿Que estaba pasando? Dio unos pasos hacia atrás y se dispuso a alejarse del lugar.
Milly casi corrió tras él antes de sujetarlo del fino abrigo negro.
- Yo..., gracias.
La suave voz femenina lo hizo detenerse y bajar la mirada hacia la joven.
Inclinó un poco la cabeza y sin nada más que decir o que hacer se alejo de ella hasta que fue una figura lejana.
Milly suspiró buscando tranquilizarse. Colocó ambas ambos en su corazón que latía enloquecido, volvió a respirar profundamente. Cerró los ojos llegando a ella esa mirada tan salvaje, tan ¿Herida?, abrió los ojos ante la sorpresa de ese detalle, movió la cabeza un hombre como ese no podia estar tan herido por dentro. El era un lobo, bello, salvaje y con esos maravillosos ojos en los que la invitó a hundirse.
¡Dios mio! movió la cabeza, ¿Que estaba pasando con ella? Ni siquiera lo conocía, quizá nunca más se volverían a cruzar sus caminos y ella...
Miró con atención ambos lados de la calle y la cruzó inquieta aún por sus pensamientos.
Un auto negro con cristales oscuros se detuvo en donde momento antes había estado la joven, un largo brazo surgió cuando se abrió la portezuela trasera, levantó el gorro verde. La puerta se cerró y el auto desapareció en el trafico de la ciudad.
-¿Qué hacías con él? - Demandó Joseph apenas entró su hija a casa. - ¿Qué te ha dicho?
La joven lo miró con sorpresa dejando caer las llaves.
-¿Quién? - preguntó confundida? - ¿De qué me hablas?
Joseph la miró acercándose y tomándola de los hombros.
-¡Por favor Milly, Dime lo que te ha dicho! - le pidió con la voz quebrada.- ¡No creí que se atreviera a acercarse a ti! No es su estilo. Aunque no me sorprendería, es un maldito bastardo.
- ¡Papá nunca habías hablado así!
Estaba tan sorprendida por el comportamiento de su padre y lo que le había dicho que pronto olvido las sensaciones que aquel desconocido despertó en ella. ¡El era Maximilian Blackthorne!, la bestia. El ex jefe de su padre.
- Milly, ¡Por favor, necesitó saber!¿Qué ta ha dicho? - la abrazó con fuerza como intentando protegerla. - Él es un hombre perverso. Es capaz de hacer cualquier cosa sin tocarse el corazón. No quiero que te haga daño.
- Papá, ven vamos a sentarnos. - así abrazada a él lo guió hasta su sillón favorito. - Lucy y Sam no tardarán en volver a casa del colegio. Hablemos de lo que paso.