SIR RICHARD
No podia parar de llorar. Su cuerpo temblaba ante el shock que se había apoderado de ella después de haberse enfrentado a la bestia. Las lágrimas bañaban su rostro.
Jack sin saber que hacer la había llevado a su diminuto departamento que rentaba en el centro de la cuidad.
Le preparó un té, que la joven no pudo beber ante el llanto casi histérico que se apoderaba de ella.
La miraba impotente sin saber que hacer, sí tan sólo pudiera saber lo que había pasado mientras estuvo en las oficinas de la bestia.
El atardecer estaba cayendo. Milly ya no lloraba. Sus ojos estaban enrojecidos e hinchados. Su rostro mantenía una expresión de pesimismo y profunda tristeza.
- Lo siento...
Lo miró. con el ceño fruncido como sí de pronto se diera cuenta en donde estaba y con quien.
- ¿Te sientes mejor? - Preguntó Jack sentándose en una silla frente a ella.
- gracias Jack, - tomó su mano dándole una suaves palmadas. - Eres un gran amigo.
- Sí me consideras tu amigo, ¿Por qué no me cuentas qué esta pasando?
- ¡Oh Jack! - Exclamó moviendo la cabeza con lágrimas en los ojos. - Mi familia está a punto del quiebre.
-¿Por qué? ¿Que está pasando?
Milly lanzó un sollozo y las lágrimas volvieron a fluir. Molesta retiró las manos de entre las de Jack y limpió con brusquedad sus lágrimas.
- Promete me que no le dirás a nadie lo que voy a contarte, ni siquiera a mis hermanas, - le rogó angustiada. - Ellas no puede saber nada de esto.
- Lo prometo. - Levantó la mano en solemne juramento y la miró expectante.
Empezó a hablar, contándole desde el robo y hasta la terrible propuesta de la bestia.
Hubo un largo silencio, como sí Jack similar a cada palabra, se levantó furioso y caminó hacia la ventana que mostraba otro edificio y más ventanas.
- ¡Hijo de..., - pasó una mano por su cabello intentando reprimirse, - ¡Ese maldito bastardo! ¿Que le has dicho?, Espero que te negaras a semejante chantaje.
- Lo hice - asintió con un suspiro entrecortado. - Sin embargo, tengo miedo de lo que pueda pasar, él no va a detenerse, no es de los que acepta un no por respuesta.
-¡ Maldición! - Exclamó acercándose a Milly y poniéndose en cuclillas a a su lado. - Ojalá pudiera ayudarte.
- Gracias Jack - le sonrió apenas tranquilizandolo, - ya lo has hecho al escucharme y sacarme de aquel lugar.
Se levantó y entró al diminuto baño.
En el espejo miró su rostro enrojecido por el llanto, abrió el grifo y con las manos mojó su rostro con la esperanza de poder borrar el rastro de sus lágrimas.
Volvería a casa. Sabia que iba a ver consecuencias por lo que había sucedido aquel día. Tenia que ser fuerte y hablar con su padrino y abogado de la familia.
Sir Richard, tal vez encontraría una solución para que su padre no pisara la cárcel. Se aferró a esa pequeña esperanza, porque no tenia otra cosa y sí se soltaba de ella iba a caer en un hoyo tan oscuro del que no podría salir sin profundas cicatrices.
Sir Richard no se encontraba en el país. Estaba de vacaciones con su hermana y su sobrino, no pudo hacer nada por su padre, no tenia la confianza en algún otro abogado para tratar el problema.
Por una semana se mantuvo rogándole a Dios que nada sucediera y cuando al fin creyó que sus oraciones habían sido escuchadas, el desastre llego a principios de la siguiente semana mientras ella estaba en el trabajo dedicada a un pequeño inventario de libros nuevos recién desempacados esa misma mañana. Jack la buscó agitado con una noticia que destruyó por completo sus esperanzas.
- Tú padre ha estado intentando localizarte - le anunció mientras ambos corrían por la librería hacia la puerta principal del local. - Me llamó para que te diera la noticia. La policía lo ha detenido por robo y abuso de confianza hacia las empresas Blackthorne.
Milly emitió un sollozo lleno de angustia y se aferro a su pequeño bolso azul aguamarina. Jack la ayudó a subir a su auto para llevarla inmediatamente a la estación de policía.
Con manos temblorosas buscó en su móvil el número de Sir Richard, él era el único que podia ayudarlos. Su secretaria le prometió que estaría ahí lo más pronto que pudiera.
- ¡Lo hizo, Jack! Tal como me dijo que lo haría. - Se aferró a la mano de su amigo sobre el volante. -¡Ese hombre no tiene corazón!
- Debes tranquilizarte, - le recomendó Jack, - tú padre no puede verte así. Él confía en ti.
Milly frotó sus manos en su abrigo azul turquesa y movió la cabeza con angustia.
- No sé como voy a soportarlo - gimió nerviosa. - ¿Qué va a pasar con mis hermanas? ¿Cómo voy a mantener la compostura cuando les diga que nuestro padre está en la cárcel por robar en la empresa de ese... hombre?
- Voy a estar a tú lado Milly - le prometió su amigo posando una mano sobre la manga de su abrigo, - incondicionalmente y no voy a abandonarlas.
La joven esbozó una sonrisa apenas dibujando su rostro pálido.
- Gracias, es una suerte que estés enamorado de mi hermana, - musitó con suavidad. - No sé que haría sí no estuvieras de nuestro lado apoyándonos.
Al llegar a la estación Milly salió apurada del auto y junto con su amigo entró ansiosa.
Sir Richard ya la esperaba con su familiar traje negro con rayas blancas de tres piezas y la pajarita roja con puntos blancos. Su cabello blanco largo y alborotado por la costumbre de pasar sus manos por el, la hizo sentirse protegida como cuando era niña cada vez que los visitaba. Él había sido como un adorado tío para ella y sus hermanas. Además de ser su padrino.
-¿Has hablado ya con mí padre? - Demandó ansiosa.
- No pero mi llegada a alterado un poco a los altos mandos - acarició su bien recortada barba de candado, - y a los caros abogados de la parte acusadora.
Milly se refugió en sus confortables brazos del famoso abogado y aristócrata cuando este abrió un poco los brazos. Se sentía más segura, sabia que Sir Richard tenia el poder de intimidar a sus rivales en corte, sin embargo su padre era culpable de los cargos que se le imputaban y no estaba segura de que pudiera ayudarlo.