¿SEXO?
Max se separó jadeando. La miraba consumido por un deseo que le dolía. Se despojó de la camisa mientras el brillo plateado de sus ojos se deslizaba por el pálido cuerpo femenino, admirando sus redondos senos cuyo pezones parecían dos bocadillos rosados buscando ser devorados.
Dibujo su silueta con ambas manos. Hechizado por ser el primero que tocaba esa piel clara y suave. Humedeció sus labios que de pronto sé secaron al comprender que tenia una joven esposa virgen a la que su deber era satisfacer y enseñar las artes del sexo. Él era un maestro, inclinó la cabeza en busca de el par de rosadas puntas preparadas para el placer.
Un tímido grito surgió de la garganta femenina cuando su boca engulló un duro pezon buscando su placer hasta que gritara pidiendo su satisfacción hasta hacerla olvidar el motivo por el que estaban casados.
Su mano derecha se deslizó hasta su vientre hasta la suave humedad de su vagina, que cubrió con sus dedos antes de explorar el delicado botón hasta que al fin estuviera lista para él.
Milly gimió y gimió, no podia parar ante las sensaciones que su boca, sus manos le prodigaban. Una lágrima resbaló por sus mejilla, como si parte de su nublada razón quisiera recordarle el motivo del porque estaba ahí.
La bestia, la levantó en brazos llevándola hacia la cama, depositándola con cuidado en ella. Milly cerró los ojos cuando él se alejo por unos momentos de ella. Lo escuchó cerrar las cortinas de alrededor de la cama. Se acurrucó rodeando sus piernas en medio de la gran cama y dejo que su rizado cabello ocultara su rostro.
El colchón se hundió a su lado, su respiración pesada se mezcló entre el rojo de sus rizos, al que apartó descubriendo su rostro y cuello antes de acariciar con la lengua, mientras sus manos se deslizaron por sus redondos senos hasta su cadera.
Milly se estremeció indefensa, su cuerpo la traicionaba de una manera que la enloquecía perdiendo la noción de otra realidad.
La hizo volverse. Besó su rostro delicadamente sujetándolo con ambas manos, dibujando con sus labios cada contorno de sus rasgos.
- ¡Eres muy hermosa! - musitó sobre su boca, - completamente inocente. Un perfecto regalo de bodas.
Poseyó su boca con lánguidos movimientos. Volviendo a despertar la pasión en su esposa.
Su corazón dio un vuelco cuando ella abrió los ojos verdes oscurecidos de pasión y lo miró como nunca antes nadie lo hizo. Sin poder soportarlo soltó su boca y se deslizó por el cuello hasta su hombro reconociendo su sabor, su olor.
Hundió sus dientes en las clavículas en un leve mordisco y los dedos masculinos entablaron con maestría movimientos en su húmeda vagina que la llenaron la habitación en un manojo de gemidos de los que disfrutó a tal grado que casi lo hizo perder la cordura.
La oscuridad envolvía la habitación y lo único que ese escuchaba gemidos y jadeos tras las cortinas de gasa roja que los encerraban en un mundo de pasión ajeno a la realidad.
Milly se estremeció ante la intensidad del orgasmo provocado por las caricias de sus manos y se arqueó gimiendo como sí fuera otra mujer.
Su cuerpo yacía húmedo entre las mantas revueltas. Abrió los ojos y lo miró cerniendose sobre ella, oscuro, amenazante.
- No ha terminado, - le dijo colocando sus musculosos brazos a cada lado de su cuerpo. - Quiero que te relajes. Ayudame a evitarte un dolor que no será muy placentero.
Milly abrió mucho los ojos y sintió miedo. Su esposo se acomodada entre sus piernas, que coloco de una manera que la dejó expuesta y avergonzada.
La tocó volviendo a excitarla.
- Mirame - susurró inclinándose besando su frente.
Lo sintió entre la humedad pulsante y lo buscó con sus ojos verdes aferrándose a su ancha y poderosa espalda.
Poco a poco se fue adentrando rompiendo el sello de su virginidad. Milly sollozó ante el dolor que ardía en su vagina y se aferró a él que probaba en húmedas lengüetadas los labios tensos de su bella esposa. Hasta que al fin en un repentino movimiento de caderas se hundió en ella.
-¡Ah! - gritó Milly moviendo el rostro buscando ocultar su dolor.
Max quedó inmóvil un momento antes de mover las caderas lentamente embistiendola con tanta delicadeza que poco a poco el cuerpo de la joven se relajo arqueándose hacia él.
La bestia que había contenido se desató cegándolo completamente ante un deseo que lo enloqueció de una manera que nunca, desde que tuvo amantes lo hizo. Acometió el cuerpo estrecho de su esposa hasta que ambos explotaron en un orgasmo que los envió a otra realidad.
Milly lo sintió alejarse de ella, levantarse y salir de la habitación. Se movió y un ligero escozor atravesó su pubis aún húmeda por la semilla de él.
¡Por Dios! - Exclamó para sí completamente avergonzada, cubrió su rostro deseando desaparecer antes de que volviera. No podia dejar de estremecerse ante las sensaciones que aún perduraban en su cuerpo.
Apartó el cabello de su cara y apenas pudo moverse un poco antes de que su cuerpo protestara adolorido. Gimió y las cortinas de gasa se abrieron. La bestia apareció ante ella inclinándose para levantarla el brazos.
- ¡No por favor, ya no... - suplicó angustiada.
Él no la soltó, caminó hacia el baño depositándola con cuidado en la bañera preparada con escencia de rosas y lavanda. Milly jadeo al sentir la cálida agua en su piel sensible.
Se sujetó a ambos lados de la tina tensa ante su presencia.
- Cuando termines con tu baño te espero en las escaleras, te guiaré hasta el comedor.
- No tengo hambre.
- No importa, - se inclinó hasta ella amenazante. - Tienes que alimentarte. Estoy casi seguro que no has comido nada en todo el día.
Su aliento llegó hasta su oreja haciéndola estremecer indefensa.
- No puedo permitir que enfermes. Tienes que estar bien para que me des un hijo sano.
Dicho eso salió del baño antes de que ella pudiera decir algo.