LA CENA
Abrió la pesada puerta. Se detuvo mirando el oscuro pasillo; caminó vacilante sobre la fina alfombra oriental como sí temiera que algo pudiera surgir de las formas. Al fin llegó hasta las escaleras. Admiró la lampara colgante de cristal cortado y su cuerpo se estremeció al sentir el frío de su nueva realidad, ese lugar era su nueva casa y no podia evitar pensar en ella como una tumba oscura y fría, sin vida.
-¿Lady Mildred?
La profunda voz masculina la hizo mirar hacia el final de las escaleras.
Ahí estaba la bestia. Tan alta e intimidante que la esperaba para guiarla hasta el comedor.
Milly apenas lanzó un suspiro y sujetándose nerviosa del baranda de madera bajo cuidadosamente cada uno de los peldaños.
- Acompañame, por favor.
Le ofreció un brazo, que ella indiferente accedió a unir al suyo.
El calor que su presencia le provocó la hizo estremecerse y temblar un poco ante la cercanía de ese hombre enorme. Caminó junto a él hasta una pesada puerta abierta, en donde se veía una mesa larga, al menos para veinte comensales. La mesa estaba arreglada con grandes candelabros de plata sobre un mantel de lino inmaculado, el servicio para ellos estaba en la cabecera, los habían acomodado unos junto al otro, con por supuesto la bestia en el sitio de honor.
La mano larga y elegante de su marido señaló el interior del comedor obligándola a entrar a la habitación. James, el mayordomo llamó su atención al mover la silla. Nerviosa Milly limpió sus sudorosas manos en la falda de su vestido y titubeante se dirigió a su sitio en la mesa.
- La cocinera hizo una exquisita cena , - le anunció en voz alta. - Disfruta del agasajo en nuestro honor.
Una joven doncella entró con una bandeja llevando una hermosa sopera de plata. Les sirvió a ambos con una maestría que sorprendió a la joven.
Apenas probó la sopa, a pesar de estar exquisita. Le era imposible con el gran nudo que tenia en la garganta. Quería llorar hasta que ya no tuviera lágrimas, desahogar ese intenso dolor que tenia en el corazón y en su cuerpo que le pedían a gritos echarse en la cama y no volver a levantarse.
Durante el postre sé sintió culpable por haber dejado la mayor parte de la comida. Se obligó a terminar la tarta y cuando lo hizo ocultó sus manos bajo la mesa, sobre su regazo.
-¿Haz terminado?
La voz masculina la hizo sobresaltar y posar sus ojos verdes enrojecidos en él.
- James, que recojan los platos, - ordenó levantando la fina copa de cristal cortado terminándose el vino.
Milly titubeó antes de tomar su propia copa y darle un pequeño trago en vez de terminarse de un solo golpe el vino como ansiaba en esos momentos.
La doncella realizó su tarea con discreción y eficiencia. Milly la contempló fascinada ante tal destreza, tal vez así lo creía en esos momentos que en su mente anhelaba fugarse.
- La cena estuvo deliciosa, manda nuestras felicitaciones a la cocinera.
- La señorita Georgie la preparó especialmente para ustedes. - le informó la joven sosteniendo la charola con los trastos sucios.
- Bueno, - Max miró a su joven esposa mientras sé levantaba de la silla. - Tomaremos el té en el salón.
- ¡ Espera un momento!
Milly sé levantó apresurada al ver a la joven entrar a la cocina.
La joven se detuvo tensa y se volvió algo sonrojada.
- Me gustaría ver a la señorita Georgie, quisiera darle las gracias personalmente.
La joven apenas pudo ocultar una sonrisa y asintió en silencio entrando tranquilamente por la discreta puerta.
Max, cruzó los brazos sobre el ancho pecho mirándola con un dejo de cinismo.
- ¿Qué planeas hacer con hablar personalmente con Georgie por la cena? - Demandó con diversión. - Ella sólo hace su trabajo, siempre ha sido así, no creo que sea necesario todo este teatro de chica agradecida.
Un dejo de amargura se escapó de sus palabras duras y algo crueles. Milly lo miró con indiferencia y se levantó lentamente de su silla.
- Lo único que quiero es dar las gracias por esta estupenda cena. - levantó los hombros, - La señorita Georgie debió pasar mucho tiempo en la cocina preparándola.
- Georgie, hubiese estado más agradecida contigo si hubieses comido algo de ella. - la miró con arrogancia. - No fuiste precisamente una buena admiradora de su cocina.
- Eso no me preocupa Max, - la voz suave de Georgie se escuchó tras ella. - Entiendo los nervios de una recién casada.
- Nunca te casaste, ¿Cómo puedes tú saber que es lo que siente una recién casada?
-¡Max! - Exclamó Milly conmocionada ante aquel comentario.- ¡Cómo es posible que...
- Bueno, - sonrió moviendo la cabeza sin dejar de mirara a ambas mujeres. - debí haberte escandalizado desde que nos conocimos para que pudieras llamarme por mí nombre. Además no te preocupes Georgie está acostumbrada a que le hablen así, ¿Por qué no se lo dices?- su entrecejo se fruncio inclinando las cejas. - Tomaremos el té en el salón, así que querida Lady Mildred acaba con las felicitaciones pronto.
Dicho eso Max salió del comedor.
- Lo siento, yo no sé que...
- No te preocupes, estoy acostumbrada como él lo ha dicho. - le sonrió tranquilizandola. - ¿Querías hablar conmigo?
- Sí, quería felicitarla por la cena estuvo exquisita, aunque como dice... Max, no pude disfrutarla mucho por los nervios, ya sabe, yo...
- No te preocupes, te entiendo. Max suele ser un poco intenso, lo conozco muy bien.
- ¿Desde cuando lo conoce? - preguntó sin poderlo evitar.
- Desde que llegó a casa siendo un recién nacido. - respondió sonriendo al recordarlo. - Lo cuide durante diez años, hasta que un día ya no volvió a casa de sus padres.
- ¿Diez años?
- Lo siento, no debí hablar de más, por favor no le digas nada a Max, no quisiera tener que irme. - la miró con preocupación.
- No, no diré nada, yo siento haber preguntado, no sé preocupe.