Se aferró a las sabanas negras.
Después de pasar el resto de la cena evitando a Claude Saint Chavelier y charlando con el demonio del desierto mientras por otro lado Max coqueteaba con la hermosa morena, la cabeza estaba a punto de estallarle. Cerró los ojos intentando relajarse sin conseguirlo, se movió incómoda dejando escapar un suspiro de cansancio.
- ¿Estas bien?
La voz de Max llegó desde la entrada de la habitación. Milly hizo caso omiso de su pregunta sintiendo como un sentimiento de molestia recorría su estómago y en su mente la imagen de él con Roberta aparecía con absurda insistencia.
Se mantuvo inmóvil en espera de que Max perdiera el interés en ella. Deseaba que por esa noche la dejara en paz, no quería ser objeto de su oscuro deseo.
Sus sentidos parecían mantenerse alerta y su cuerpo tenso mientras era consciente de todos los movimientos de su esposo. Lo sintió acercarse a ella. Sus respiración era tranquila mientras la miraba.
- Está noche has hecho un magnifico trabajo -. Le dijo con sarcasmo -, me has demostrado que no me equivoqué al casarme contigo. Mis amigos están contentos y eso es importante para mí -. Suspiró -. Sé que no estás dormida. No te preocupes no haré nada que tu no quieras. Buenas noches.
- Buenas noches - se alejó de él dándole la espalda - me alegra que mis servicios como esposa sean de su agrado. Después de todo por eso se ha casado conmigo.
- ¡Maldición! - se incorporó con brusquedad -. Yo no...
Milly abrió sus ojos verdes nublados por las lágrimas, una de ellas se escapó deslizándose por si mejilla. Apretó con fuerza la almohada intentando aguantar el sollozo que amenazaba con salir de su garganta. Ocultó su rostro entre la negra seda y sus dientes mordieron la tela mientras esperaba que la bestia la dejara sola.
Max se acercó tomándola del hombro obligándola a volverse hacia él. El cabello rojo de Milly cubrió su rostro, el que se negaba a mirarlo, Max observó el cuello blanco y la delicada linea se su mandíbula; con la otra mano despejó el rostro pálido de su joven esposa que mantenían los ojos cerrados mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, se inclinó hacia ella limpiándolas con el dedo índice.
- ¡No! - musitó Milly intentando alejar su rostro de la mano masculina que por primera vez la acariciaba con algo de ternura -. ¡No!
- ¿Qué piensas qué voy a hacerte? - Inquirió inclinándose hasta que su aliento llegó a la parte sensible entre su cuello y su oreja -. Nunca he obligado a nadie a estar conmigo, no de esta manera. Ni siquiera a ti te obligué a nada.
- ¿Cómo puede decir que no me ha obligado? - jadeo volviendo el rostro hacia él con sorpresa - entonces, digame ¿Cómo terminamos casados? ¡Usted...
- Tú aceptaste casarte conmigo Lady Mildred - sujetó su rostro con firmeza mientras se acercaba a ella hasta que sus labios casi se tocaron -, el motivo por lo que lo hayas hecho es otro asunto. No puedes negar que a pesar de todo lo desagradable de esto tomaste una decisión porque te creíste capaz de salvar a tu padre de la cárcel en la que merecía estar después de haber robado un dinero que pudo haber sido de cualquiera -, sus ojos plateados recorrieron cada uno de sus rasgos -. Tuve la buena suerte de que tu padre me haya robado a mi, porque ahora estoy casado contigo, una bella mujer que ha sabido interpretar a la perfección el papel de la anfitriona y esposa en mi casa y amante en mi cama.
- ¡Maldito sea! - se movió intentando alejarse, luchando por mantenerse lejos de el magnetismo que la atraía como una polilla a la luz -. ¡No tiene ningún derecho!
Logró alejarse de él moviéndose rápidamente hacia el lado opuesto de la gran cama, de esa manera de sentía capaz de enfrentarse a él.
- Tiene razón - asintió apartando algunos mechones rojos de su rostro - he sabido interpretar el papel por el cual me he casado con usted y si, usted me obligó a este absurdo matrimonio. Todo lo hice por mi familia y por ello cada noche que pase en está cama, cada día que pase en está casa será por ellos y no por usted. Piense en ello cada vez que interprete el papel de su anfitriona o estemos en la cama y use mi cuerpo para satisfacer sus instintos de bestia.
Las lágrimas caían sin control por su rostro y los sollozos ahogaban sus palabras.
Max la miraba ocultando la fascinación que le causaba verla así. No le importaban sus palabras, no tenia el poder de lastimarlo simplemente ante él estaba una mujer apasionada, podia ver el fuego en su mirada y entonces su cuerpo empezó a vibrar ante el deseo que se despertaba alertando sus sentidos.
Milly cubrió sus rostro con las manos llorando incontrolable. Él se acercó lento hasta que al fin la pudo estrechar en sus brazos, ella apenas luchó parecía agotada. Dejó caer su cabeza a su ancho pecho sin dejar de sollozar.
¿Qué estaba pasando? Él mismo no se veía teniendo esos gestos con nadie, ni siquiera con sus amigos y ahora la abrazaba consolándola como si fuera una niña.
Poco a poco el llanto fue cesando. Lady Mildred se quedo quieta envuelta en ese abrazo, Max suspiró enterrando sus manos en el rizado cabello rojo, levantó un poco el rostro femenino. Ella parecía adormilada después del llanto. Su rostro estaba enrojecido por las lágrimas; limpió con sus dedos el rastro de humedad y la cargó llevándola en brazos a la cama.
La dejó sobre las sábanas negras mirándola por unos segundos. Alargó una mano y antes de que llegara a tocarla la retiró apresurado, pasó una mano por su cabeza. Sus cejas se inclinaron mostrando lo molesto que se sentía ante la situación. Se alejó de ella y entró al baño abriendo la llave fría de la ducha. Se desnudó encerrándose tras el cristal ahumado dejando que el agua fría tocara su cuerpo.
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El silencio la despertó en la mañana. Abrió los ojos parpadeando somnolienta, las cortinas rojas se mantenían cubriendo la cama. Retiró algunos rizos de su rostro y se incorporó deteniéndose con los codos sobre la cama. Miró hacia el lado en donde dormía la bestia, estaba vacío aunque la huella de su cabeza y su olor dominaban su espacio inconscientemente se inclinó aspirando el aroma de hombre. Se detuvo antes de dejarse caer rendida en el lugar vacío, con un gemido se incorporó levantándose inmediatamente de la cama.