TRAICIÓN
¿Desde cuando estaba gestando aquella traición? Lo hubiera esperado de sus enemigos, pero ¿De ella? Los últimos meses su matrimonio se convirtió en lo que siempre esperó seria la vida con una esposa y muy pronto hijos. Ella le dijo que lo amaba y él aceptó su amor. Se abrió ante ella, lo que nunca hizo con otra persona. Oprimió las manos sobre la piel del asiento del rolls royce que lo llevaba a Rectory Mayor.
Nada pudieron hacer en su contra. El resultado de la inspección fue positivo, no se encontró nada para merecer una grave sanción, apenas una multa que había sido un castigo por todo el sórdido asunto, ahora la policía iba en contra de los responsables por calumnia y falsa declaración. Empero él también estaba buscando y cada uno de ellos iba a pagar. Ella..., ella también lo haría.
- ¡Maldita! - Exclamó con voz ronca.
Sus cejas se inclinaron en un gesto de completa y absoluta ira. ¡Ella era la peor de todos! Lo engañó de una manera que lo hizo caer cegado por sus encantos, por su cabello rojo, su pálida piel, su dulce voz, sus ojos verdes y cristalinos...
"- Te amo"
Su voz taladraba sus oidos. "Te amo...
-¡Amor! - Escupió con desprecio.
La vida le había enseñado desde muy joven que el amor no era más que una palabra que se decía para conseguir algo, después ya no importaba, el amor se convertía en sólo una quimera. No eran capaz de volver la vista atrás simplemente se desvanecía y terminaba en dolor y soledad.
Ella jugó con él desde el principio, ¡Maldición! ¿Cómo pudo caer? ¿ Cómo pudo pensar que ella podría ser diferente? Todo fue una maldita mentira. Fue plan para acabar con él. Ni Joseph Mathews, ni Sir Richard o Lady Mildred podrian hacerlo. ¡El era la bestia! Y hacia falta más que una débil trampa para atraparlo.
Suspiró recargándose en el asiento. ¡Mierda! Estuvo a nada de caer.
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Milly dejó el cepillo sobre el tocador, miró su rostro todavía pálido. Una semana le tomó para recuperar su energía y las ganas de volver a estar bien para el regreso de Max a casa.
Estaba consciente del trabajo que tenia después de haber pasado dos semanas fuera en su luna de miel, tenia que ser una esposa comprensiva y permitir que la ausencia de un par de semanas le permitieran a Max retornar a la vida real y a sus negocios. Esa mañana recibió una llamada de Anne Miller anunciándole que Max regresaría a casa y que cenarían juntos esa noche para hablar de un asunto muy importante. Cada minuto que pasaba desde que recibió la llamada la mantuvo en una zozobra, sólo fue capaz de calmarse cuando pensó en la maravillosa noticia que le daría. Acomodó algunos mechones de rizos rojos y los prendió con unas horquillas de plata con esmeraldas.
Sus manos se posaron emocionadas en su vientre todavía liso. Estaba impaciente de que llegara, al fin todo estaba saliendo bien para los dos. El futuro se veía perfecto, lleno de una felicidad que no se acabaría nunca. Después de la cena al fin podrian hablar. Le daría prioridad a lo que él tuviera que decirle y después terminaría la noche en sus brazos.
Se levantó acomodando el tirante verde que rodeaba su cuello, su piel brillaba de una manera que mostraba lo radiante que se sentía. Retocó su labial rojo.
La puerta se abrió de un golpe, el sonido de la madera al golpear la pared la sobresaltó tirando el tubo del labial y volverse alterada hacia la enorme figura oscura que abarcaba el marco de la puerta con su poderío. Una mano se posó por instinto en su pecho.
- ¡Me has asustado!
Max no dijo nada sólo la miró inclinado las cejas completamente furioso. Sus ojos plateados brillaron como los de una fiera a punto de atacar.
-¿Max?
El temblor de su voz lo hizo deslizar su mirada por el cuerpo feminino, tan hermosa e inocente. Por un momento su cuerpo se estremeció por el deseo de sentirla, de tocarla, de quitarle el vestido de un tirón y arrojarla a la cama para hacerla suya, para olvidarse de todo y ser testigo de su entrega, de su amor...
Gruñó apretando los dientes. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Acaso no se daba cuenta de la verdadera mujer que era? ¿Cómo podía fingir de esa manera? ¿Cómo era posible que todavía siguiera actuando su papel de ingenua?
-¿Qué pasa Max? - preguntó inquieta dando un paso hacia él -. ¿Por qué me miras así?
- Realmente eres una magnifica actriz - dijo sardónico -, haz hecho un excelente papel. Ellos deben estar orgullosos de ti.
-¿De qué hablas Max? ¿Quienes son ellos?
- Ya no tienes que fingir más - se acercó lentamente -, debo admitir que me has engañado. Esa será tú única victoria. Todo el plan que fraguaste con los tuyos se fue por completo a la mierda.
-¡Max! - susurró dando un paso hacia atrás asustada por el aspecto sombrío y peligroso que emanaba -. No entiendo...
Rió sin humor. Se despojó del sombrero negro arrojándolo sin dirección, sin detenerse hasta que se detuvo frente a ella demoledor. Milly jadeo con temor sujetándose del tocador temblorosa.
- Max...
Él dibujó una mueca de desprecio deslizando sus ojos por su rostro blanco; el maquillaje tenue sobresaltaba sobre su blanca piel. ¡Se vendió a él con la intención de hacerle pagar por el encierro de su padre! Su mano tembló por un momento ante la necesidad de tocar su mejilla. ¡Maldición, estaba frente ella y se convertía en ser débil y lleno de necesidad! apretó la mano cubierta con el guante de suave piel negra.
- No, ya no puedes hacer que caiga ante tu "inocencia", esa ya la perdiste desde hace tiempo -. Levantó las manos tocando su cabello rojo, sintiendo los rizos y su suavidad a través de la piel de sus guantes -. ¡Tampoco ahora que todo está descubierto!
Milly cerró los ojos incapaz de aguantar el brillo cruel en su mirada.
-¡No cierres los ojos! - le reclamó furioso -. ¡Mirame! ¡Mira a la bestia que intentaste destruir! Al fin podrás darte cuenta que soy indestructible, nada ni nadie puede contra mí. Muchos lo han intentado. Soy demasiado para ti, para ellos.