La Bestia Y La Bella

CAPÍTULO 30

DOLOR

Max permaneció encerrado en el estudio perdiendo la noción del tiempo. El alcohol no parecía querer cooperar en el olvido. Maldijo tantas veces que perdió la cuenta. Se hundió en la oscuridad de su viejo mundo y se perdió en él mientras buscaba lo que había quedado de si mismo.

Algunas veces le pareció verla entrar a la habitación y limpiar su frente por la fiebre y darle el consuelo que necesitaba con urgencia como el hecho de tenerla a su lado y no dejarla ir.

-¡Lady Mildred!

Gritó enloquecido y su voz se quebró en un sollozo cuando se vio solo.

Él la sacó de su vida. La arrojó al frío y a la nieve que ahora caía tras las ventanas ocultas por las pesadas cortinas que impedían cualquier rayo de luz. Levantó una mano buscando alguna botella llena de licor ansiando olvidar su rostro angustiado, dolorido; la culpa era para él una daga que se hundía cada vez más hasta matarlo lentamente. El dolor no se acababa. Gruñó pasando una mano sobre su rostro y por la descuidada barba cuando no encontró otra botella, volvió a maldecir y arrojó el primer objeto que su mano palpó. El cristal se hizo añicos en alguna parte de la habitación.

Alguien llamó a la puerta. Abrió los ojos mirando sólo sombras y una oscuridad tan intensa como su alma. Su cuerpo se estremeció y cubrió su rostro negándose a sentir la negrura que lo rodeaba, le parecía que estaba ciego y anhelaba la luz que ella se había llevado, la luz que él sacó a rastras de su vida...

Los golpeteos en la puerta eran cada vez más insistentes igual que su miseria.

-¡Max! - Gritó una voz masculina.

-¡Vete! - bramó con demasiado ímpetu -, ¡Vete! V- vete...

Un cuchicheo apenas se oía detrás de la puerta. Max se incorporó poco a poco deteniéndose de donde pudo, acomodó su camisa arrugada, paso una mano por su cabeza. El cabello había crecido más de lo que acostumbraba tenerlo, al igual que su barba. Odió aquello porque le recordaba a su padre.

Gruñó mareado, dio unos pasos tambaleándose. Maldijo cayendo de bruces sobre la mesita de centro de la salita, cayeron algunas botellas y vasos rompiéndose en un escandaloso sonido. Cerró los ojos.

La puerta se abrió de pronto, la luz entró dibujando a un hombre alto, a una mujer de baja estatura y la inconfundible figura de James su mayordomo.

- ¿Qué demonios pasa aquí Max?

La voz de 'Akil lo hizo levantarse torpemente. Se irguio mostrando sus casi dos metros de altura, que a pesar de estar completamente borracho todavía podía denotar peligro y temor.

- ¿Qué haces aqui? - Demandó ronco -, ¿Quién te ha llamado? ¡No quiero ver a nadie!

- ¡Por Dios Max, no puedo creer que estés en estas condiciones!

Encendió las luces.

-¡Apaga la luz! - cubrió sus ojos quejándose ante el ardor que sintió en sus ojos.

'Akil se acercó a él con la arrogancia que lo caracterizaba. Lo obligó a sentarse en el oscuro sillón de piel. Se volvió hacia Georgie que nerviosa se estrujaba las manos.

- Trae un café bien cargado - ordenó -. James que alguien venga a limpiar este desorden.

Se detuvo frente a su amigo con las manos en la cintura mientras miraba el desorden a su alrededor.

-¿Qué pasa contigo? - Preguntó en un tono duro -, tienes a todos en Rectory Mayor con el alma en un vilo. Georgie no sabia que hacer, tuvo que llamarme para  pudiera sacarte de aquí. Llevas tres días encerrado...

- ¿Tres días?

Max se incorporó alerta. Miró a su amigo como si no pudiera creer lo que estaba pasando. Movió la cabeza negando las palabras de 'Akil.

- No puede ser, ella..., yo... - inclinó el rostro cubriéndolo sintiéndose de pronto muy cansado

Permanecieron en silencio. 'Akil por primera vez en su vida se sentía incómodo ante la situación de su amigo. Bajó la mirada hacia las botellas de diferentes licores que yacían sobre la alfombra persa.

- La eché 'Akil - dijo después de un infinito silencio. Aclaró su garganta - la eché a la calle como una cualquiera. No podía soportar tenerla a mi lado después de lo que hizo. Todavía tengo en la cabeza sus ojos confundidos y esa inocencia... ¡Dios me enferma! - suspiró recargándose en el respaldo del sillón -, todavía puedo verla, su rostro no me deja ni de día, ni de noche. Estoy tan furioso por eso que podría en este momento ir hasta ella y ahorcarla con mis propias manos, pero sé que mientras ella respira el último aliento veré sus ojos verdes y me miraran igual mientras me dice que me ama...

'Akil carraspeo sintiéndose culpable por lo que estaba pasando su amigo. Sus investigaciones le habían llevado a el padre y amigo de Lady Mildred y por ende supuso que ella estaba involucrada en todo ese complot.

Estaba seguro de que si escarbaba más en todo ese desagradable asunto su nombre saldría entre algunos más de los que ya tenia en la mira. No se sentía culpable de que Max se hubiese deshecho de su bella esposa, empero sí, de verlo tan fuera de un control que desde que lo conoció siempre había ido de la mano con él.

Si alguien le hubiera contado aquella escena que vio apenas la puerta se abrió no lo creería, incluso todavía su cerebro no lograba asimilar el estado en el que se encontraba.

- Max...

- Lo sé - cerró los ojos -, en toda mi vida me prometí que nadie entraría aquí - golpeó su pecho con fuerza - y entonces llega ella... ¡Maldito el día en que la vi por primera vez! Tenia la sensación de que seria mi perdición; yo...

- ¿Qué te dijo? ¿Cuál fue su explicación de todo esto?

- ¿Explicación? - dejó escapar una carcajada llena de ironía -. Actuó como si no supiera que era lo que pasaba. Mientras más la veía más crecía mi rabia y el hecho de haber sido un idiota. Ella es la única persona en el mundo que ha logrado engañarme. ¡Bien por ella!

- Quisiera decirte mil cosas, pero ahora no se me ocurre ninguna - 'Akil pasó una mano por su cabello -. Lo único que puedo decirte es que lamento que ella estuviera involucrada en todo este asunto. Su padre, su amigo... ¡Maldición! Lo siento.



#1852 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, bella

Editado: 05.11.2019

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