DESESPERACIÓN
Max se mantuvo despierto buscando una solución para poder dar con el paradero de su esposa y su hijo. Maldecía cada momento en el que su orgullo y desconfianza la había herido. No podía hacer nada por destruir su acciones o sus palabras. Él más que nadie sabía el poder que tenían estas en las personas tan vulnerables como Lady Mildred..., Milly.
EL único que podía ayudarlo estaba igualmente desaparecido; utilizó todos los medios que tenía a su alcance para encontrarlo sin ningún éxito. Anna estaba ocupada en ello y esperaba que su eficiencia le ayudara a lograrlo.
La sorpresa de la noche había sido Claude, no se había separado de él dispuesto a ayudarlo a encontrarla, excepto por esa mañana que salió para arreglar un asunto que tenía pendiente. Pasó una mano por la cabeza, no se había dado cuenta de cuanto estaba creciendo su cabello y eso lo estaba molestando. Gruñó, ahora no era momento de pensar en eso lo único que quería era encontrarla y el tiempo parecía correr a gran velocidad.
Se recargó en el respaldo de su sillón de piel. Miró la semioscuridad de su estudio y por primera vez sintió que se ahogaba. Se imaginó a Milly encerrada en un lugar oscuro y frío, no lo soportaría. Ella amaba el color, la luz. Ella era un soplo de aire fresco en cualquier lugar a donde estuviera y así entró en su vida a pesar de que siempre se negó así mismo verla de ese modo. Golpeó la superficie del escritorio y se levantó abruptamente agitado, fue hacía las ventanas de la habitación y las abrió. Una a una dejaron entrar la claridad del día. la nieve blanca acumulada sobre el techo de los edificios cercanos, en la calle; la gente que caminaba con ropa de invierno, las luces y adornos de la próxima temporada navideña. La vida que siempre se negó a vivir.
Se recargó en el cristal de una de las ventanas, cerró los ojos y la imagen de Milly apareció ante él con ese hermoso vestido verde de terciopelo sentada frente a él en la pequeña mesa mientras cenaban en el salón de Rectory Mayor con la música sonando, envolviéndolos en una noche mágica. Cuando ella le dijo que lo amaba y él se sintió inmerecido por sus ingenuos sentimientos. Así era como los veía, Milly era una joven sin experiencia, completamente ingenua; muchas veces le dijo lo que pensaba sobre ese "matrimonio". Ella nunca aceptó sus palabras, Lady Mildred todavía creía que al casarse con él ayudaba a su familia del desastre que sería ver a su padre en la cartel y sin embargo él estaba consciente de que Joseph Mathews se hundiría en la incertidumbre de saber si la trataría bien o le daría la vida digna que pensaba que su hija se merecía.
Él sólo pensaba en la venganza. Le cegaba la satisfacción de demostrarle a los demás que Maximilian Blackthorne era la bestia al que todos temían tener que enfrentarse, al igual que alguna vez su padre llegó a temer.
Ahora ella se encontraba lejos, fuera de su alcance, de su poder y nadie sabía donde estaba ni siquiera su padre, sus hermanas, Sir Richard o Jack Taylor.
Levantó el brazo cerrando en un puño su mano sosteniéndola en el cristal empañado por su respiración. Apenas pudo mirarse en el reflejo y se maldijo tantas veces que tuvo que apartarse de la ventana para no romperla con los puños.
Iba a encontrar a Milly. Utilizaría todo su poder para hacerlo. Ella regresaría y él haría cualquier cosa por volverla a tener a su lado.
*
Roberta caminaba de un lado a otro del elegante departamento. la suave pashmina de fina lana inglesa se deslizó por sus delgados hombros. Nunca imaginó que Max se obcecara en encontrar a esa vulgar Baronesa. Acomodó la ligera prenda y buscó su bolso.
Era momento de aparecer en el ático de Max y empezar la parte más sencilla de su plan, que era volver a hacer que la bestia cayera en sus brazos. No iba a permitir que volvieran a arrebatárselo. Max era suyo, siempre lo había sido. Apretó con fuerza la cartera roja y caminó con elegancia hasta la puerta. Antes de que pudiera abrirla esta se abrió dejando entrar a Claude que se veía nervioso, más de lo normal.
- ¿A dónde demonios vas? - Inquirió quitándose la bufanda y arrojándola sin ver en donde caía.
- ¡Ten cuidado! - le reprendió quitando la prenda de encima del bonito arreglo de flores que estaba en la entrada del vestíbulo -. ¿Qué pasa? ¿Por qué te comportas así?
- ¿Pourquoi? - Levantó la voz enfrentándose a ella -. ¡nos estamos metiendo en un problema bastante grande! ¡No sé como pude haberme involucrado en algo así! ¡Sabía que sería un vil fracaso todo ese absurdo plan que se te ocurrió! Lo único que hemos hecho es hundirnos cada vez más.
- Todo está saliendo como debería de salir - replicó Roberta mirando al patético Conde francés con desdén -, Max está lejos de esa estúpida y yo tengo el camino libre para apoderarme de lo que es mío. ¡De él!
- ¡Oh no Roberta! - La tomó de los brazos sujetándola con firmeza obligandola a mirarlo -. Yo sé muy bien lo que en verdad quieres. A mí no vas a engañarme, ¿ Crees qué yo no sé la verdadera razón por la cual estás tan interesada en Max Blackthorne?
- Si, lo sabes porque te lo he dicho antes lo quiero y quiero que sea sólo para mí.
Claude movió la cabeza sin despegar sus ojos castaños de ella. le soltó un brazo y la llevó hasta la elegante sala de estilo minimalista en tonos rojos y blancos. Le quitó la cartera arrojándolo a la suave superficie del conjunto de sillones unidos en un sólo bloque.
La obligó a sentarse y la miró desde su altura.
- ¿Cuándo pensabas decirme que estabas a punto de la bancarrota?
La modelo respingó pasando una mano nerviosa por sus cortos rizos oscuros, bajó por unos segundos la mirada antes de volver a posar sus ojos verdes en el francés.
- ¿De qué estás hablando? Yo...
- ¿De verdad creíste que me involucraría en esto sin hacer preguntas o investigar un poco? - Rió sarcástico -, no soy el tonto que crees Roberta. Es cierto que caí ante tú belleza, soy un hombre al que le gustan las mujeres bellas y exóticas, pero no pierdo la cabeza por ninguna de ellas y cuando digo ninguna es lo que es.