La Bestia Y La Bella

CAPÍTULO 50

UN SECRETO

Silenciosa apareció frente al cristal que le separaba de la figura masculina conectada a las maquinas que lo mantenían vigilando sus signos vitales. No pudo evitar cubrir su boca ante la imagen que estaba ante ella. El hombre que con sólo su presencia causaba intimidación, que emanaba poderío y fuerza estaba en una cama inmóvil entre la vida y la muerte. Ahogó un sollozo y movió la cabeza todavía incapaz de creer lo que sus ojos le enseñaban.

Apretó sus manos en puños y las bajó lentamente hasta que quedaron a cada lado de su cuerpo mientras su cuerpo se estremecía ante las sensaciones que le recorrían.

- ¿Necesita algo?

Una enfermera se acercó colocando la mano sobre su hombro de manera de consuelo.

Movió la cabeza sin dejar de mirarlo atra vez del cristal.

- ¿Quiere pasar?

Por un momento se quedo con la mente en blanco, cruzó los brazos sobre la sudadera blanca con rojo y se movió incómoda.

- Necesita ponerse una de las batas, gorra y tapa bocas que están ahí. También hay guantes - señaló un pequeño mueble junto a la puerta -. Cualquiera que visita al paciente debe hacerlo.

Asintió sin poder moverse.

-¿Necesita ayuda?

- No...

- Bien.

La enfermera la moró curiosa antes de seguir con su ronda. La mirada bajo la gorra de la sudadera la siguió hasta que desapareció en una esquina. Volvió su vista hacia la figura inmóvil, se acercó un poco antes de acercarse tanto que su respiración opaco el cristal.

Escuchó el pitido de la maquina que monítoreaba su corazón y dio un vuelco el suyo. dejo que su mano se elevara y se sostuviera en el frío cristal como si aquello le permitiera tocarlo, sentirlo.

- Milly...

Unas manos masculinas la tomaron de los hombros.

- No sé si pueda...

- ¿Quieres irte?

- No lo sé - suspiró -. No lo sé.

- Deja te ayude - la alejó del cristal -. Soy experto en esto.

Milly miró al doctor Colton mientras abría una bolsa esterilizada con el conjunto de bata, gorra y tapa bocas desechable. Le sonrió sin saber que decir y dejó que la vistiera como si fuera una niña pequeña.

Lista ya, envuelta en la extraña indumentaria se acercó temblando a la puerta de la pequeña habitación, el doctor le abrió calmado.

- Te dejaré sola - la miró serio -, estaré al pendiente si llegas a sentirte indispuesta.

Milly asintió sin dejar de ver el espacio de la entrada a la habitación donde Max yacía inconsciente.

- Gracias.

Pasó a su lado nerviosa. La puerta se cerró tras ella haciéndola volverse con la intención de querer salir corriendo. Suspiró cerrando unos momentos los ojos.

Los abrió rodeada de sonidos, las maquinas que parecían ser sacadas de una película de ciencia ficción y el hombre que se mantenía inmóvil en una cama angosta apenas a su tamaño.

Se giró lentamente y sus ojos se llenaron de lagrimas. ¡Le era imposible soportar verlo así! El hombre que todavía tenía el poder de hacer que su corazón se acelerara con sólo estar en la misma habitación, con sólo pensar en él, el hombre que ya no la necesitaba en su vida...

¡Dios! Sacudió la cabeza, tenía que mantenerse tranquila, no podía seguir pensando en lo que ya no podría ser más. Estaba ahí porque Max estaba muy grave y era tal vez la última oportunidad que tenía para estar a su lado y él no lo sabría.

Alargó una mano enguantada hasta su rostro casi desfigurado por los golpes del accidente, esta tembló tanto que tuvo que sujetarla con la otra.

- ¡Oh Max! - Gimió con voz ahogada.

Se sujetó sobre la sabanas de un azul muy tenue; las miró por unos segundos antes de reír casi histérica.

Podía ver su rostro molesto por saberse cubierto por sabanas de colores claros.

Nerviosa se alejó de la cama unos pasos.

¡Estaba enloqueciendo! ¡Todo eso estaba siendo demasiado para ella! Los recuerdos se agolparon en su cabeza como una marejada que no se detenían.

Hasta ese momento cada encuentro con la bestia estaba acabando con ella de una manera que ya estaba cansada de todo y todos. El dolor que había en su corazón era casi insoportable y por lo tanto tenía que hacer algo radical ante esos sentimientos que estaban matándola poco a poco de amor. Su hijo estaba recibiendo parte de todo esa maraña de situaciones y era su obligación detenerlas.

Miró a Max. Lo devoró con sus ojos hasta que salieron lágrimas de ellos mojando el cubre bocas, se sentó en la silla junto a la cama y buscó su mano. Todavía resaltaba su tono moreno entre sus manos blancas y pequeñas; lo acarició suavemente como si quisiera aprenderse de memoria el tacto de su piel.

-Lo siento Max -, musitó con voz muy baja - no quise ser un problema para ti. Estoy segura que has tomado la decisión correcta. Ella te hará feliz, luchó duro para volver a tenerte a su lado -. Suspiró -. Créeme, lo sé. Te ama y... yo, bueno tengo que dejar que seas feliz. Te lo mereces después de lo que has vivido y al final la vida te ha recompensado con un amor tan grande...

Movió la cabeza aguantando las lágrimas. Sonrió inclinándose hasta su oreja casi cubierta con el vendaje de su cabeza.

- Max, ¿Sabes? En algún momento pensé que... sentías algo por mí - pasó saliva - pero creo que mi cabeza me engañó o tal vez fue mi corazón, no lo sé. Sin embargo tengo que darte las gracias por al menos hacerme pensar que podrías amarme aunque fuera un poco. Fui feliz en esos momentos. Gracias. Yo... no sé si todavía pueda decirte esto. Te amo y..., ¡Lo siento! No debería hacer esto Max, a veces soy una tonta, mi madre siempre decía que me dejo llevar por el corazón y no por la cabeza y ahora lo estoy haciendo. Por favor perdóname, creo que es momento de que me vaya. No sé que va a pasar de ahora en adelante con mi vida, nuestro hijo siempre estará para ti en cualquier momento que quieras verlo. Por el momento no me gustaría que..., bueno Roberta, tengo que acostumbrarme a la idea de que ella ahora esta contigo y no quisiera tener que enfrentarme a ella.



#1646 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, bella

Editado: 05.11.2019

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