LIMBO
Los días estaban pasando. Milly se mantenía ocupada arreglando su departamento mientras esperaba impaciente sus visitas secretas al hospital de cada semana. No quería hacerlo diariamente ya que no queria que nadie descubriera que lo visitaba, mucho menos Roberta, después de todo ella ya no tenia derecho a estar a su lado, en su vida.
Trenzó su cabello mirándose por ultima vez en el espejo, su vestido blanco con flores turquesa y café apenas mostraba los kilos que había ganado en los últimos días. Esa noche, después de visitar a Max iría a casa de su padre para pasar la noche buena con ellos. Miró la bolsa de regalos sobre la cama y un nudo se formó en su garganta. Esa noche Max estaría todavía en terapia intensiva, ojalá no solo. Había tantas personas que lo querían a pesar de lo que él pensara.
Se puso su abrigo de lana turquesa, rodeo su cuello con la bufanda castaña y suspiró sosteniendo las asas de la bolsa de regalos, miró el reloj sobre la mesita de noche, pronto Sean vendría por ella para llevarla al hospital.
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Georgie miró a los dos hombres jóvenes que hablaban entre ellos, no cabía duda que eran hermanos de Max, eran tan parecidos a pesar de no tener la misma madre. Cornelius tenia los genes muy fuertes, nadie podía negar que él era su padre.
Frank el más joven tenia el cabello algo largo, él se parecía un poco más a Lucille, pero no se podía negar que era un Blackthorne. Vestía de manera informal, incluso el abrigo lo era. Lucas era casi tan alto como Max, su cabello negro era corto y tenia una barba muy corta perfectamente cuidada. Se notaba que cuidaba extremadamente su físico, quizá por ser un actor muy conocido por una serie de televisión.
Aquellos dos hombres estuvieron a su cuidado por mucho tiempo, los seguía sintiendo parte de ella a pesar de no haberlos visto por mucho tiempo. Se sentía orgullosa de lo que eran, pero esos sentimientos no eran tan grandes como lo que sentía por su propio hijo que ahora estaba...
Apretó el pañuelo entre sus manos. Su corazón estaba destrozado cada vez que miraba a su hijo por la ventana o sentada en la silla a su lado sentía que el dolor era tan intenso que moriría si algo llegara a pasarle. ¡Max! Se le hacia imposible verlo inmóvil en esa cama rodeado de maquinas, en esos momentos deseaba oírlo sin importar la manera en que se dirigiera a ella, cuando aceptó trabajar para él supo que no seria tan fácil ganarse el lugar que hacia mucho tiempo perdió.
Frank la miró y se acercó a ella.
- Querida Georgie, ¿Estás bien? - le tomó las manos frías entre las suyas -, creo que necesitas descansar.
- No, estoy bien Frank - le sonrió tranquilizándolo -, lo que puedo estar sabiendo que Max está en ese cuarto con todas esas maquinas...
- Lo sé Georgie - bajo la voz abrazándola -. Estoy seguro de que saldrá adelante, él es un hombre muy fuerte. Lo he visto y aún inconsciente emana una fuerza espectacular.
- Lo sé. Todavía es él, a pesar de todo.
- ¿Sabes? Cuando lo volví a ver después de veintidós años recordé tantas cosas que sentí una tremenda nostalgia por aquellos días - besó el cabello rubio de Georgie -. Siempre fue el líder en todos nuestros juegos muy a pesar de Lucas -. Rió -, siempre lo admiró en secreto y creo que por eso siempre peleo con él por ganarle.
- ¡Eran unos pillos! - Georgie se separó un poco mirando a Frank con cariño -, a veces no podía controlarlos, pero no cambiaría nunca aquellos días.
- Yo tampoco -, volvió a abrazarla y suspiro -. Te extrañé Georgie.
- Yo también querido, yo también.
Frank miró por encima de Georgie a su hermano.
Lucille entró a la sala y miró la escena con una ligera molestia. Caminó con fuerza dejando que los sonoros taconeos se escucharan por todo el piso, se acercó a ellos deteniéndose apenas a un metro.
Lucas se arrimó apresurado rodeando los esbeltos hombros de su madre y sonrió despreocupado.
- Vamos a cenar algo - les invitó -, está noche es noche buena y nos merecemos un gran banquete, además de un descanso de hospitales.
- No -, dijo Georgie de inmediato - no puedo dejar solo a mi hijo..., a Max. Él...
- Él está en coma - terminó Lucas la frase con crudeza -. Georgie no creo que pase nada por dejarlo solo algunas horas, por las noches no permiten visitas y todavía no ha pasado nada, así que no voy a admitir ninguna excusa. ¡Todos iremos a cenar al mejor restaurante de Londres! Ya he hecho las reservaciones y no voy a aceptar ninguna excusa más.
- Lucas...
- Vamos hermano, guiemos a las damas hasta esa exquisita cena.
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El jaguar se detuvo frente a la puerta del hospital. Milly miró la puerta que se abría y dejaba salir a dos hombres jóvenes y altos con dos mujeres de edad; enseguida reconoció a Lucille Blackthorne riendo por algo que uno de ellos dijo. Entre ellos vio la figura pequeña de Georgie apenas sonriendo y girando su rostro hacia el hospital que abandonaban.
- ¿Pasa algo?
Milly no perdió de vista el parecido de los hombres con Max, ¿Serian acaso...
- Milly, ¿Estas bien? - Demandó Sean preocupado -, ¿Te sientes mal?, ¿Quieres que volvamos a casa?
- No, estoy muy bien - respondió de inmediato -, me pareció ver a alguien conocido. Creo que necesitó unos minutos para bajar del auto.
- ¿Familiares de la bestia? - se detuvo abochornado -. Lo siento.
Milly no dijo nada. Miró por la ventana al grupo que se alejaba del hospital, aguanto un suspiro y sujetó con fuerza su bolso todavía tensa.
Sean sostuvo entre sus manos el volante observándola en silencio.
- ¿Es ahora el momento adecuado?
Milly lo miró sobresaltada y asintió abriendo la portezuela.
- No, yo te abriré - le dijo apresurado y salió rodeando el auto -, ¿Lista mi damisela?
Milly titubeó al darle la mano, en ese momento empezó a sentirse incomoda ante la solícita atención del doctor Colton. Le sonrió ante su amabilidad y bajó del auto alejándose de él incomoda.