LUCAS
- ¿Quien es usted?
Milly se detuvo sin aliento, levantó la mirada enfrentándose a una sombra oscura y muy alta. Al principio su cuerpo se paralizó ante las sensaciones que inundaron su cuerpo; sus piernas apenas la sostenían y tembló de una manera casi incontrolable. Unos fuertes brazos la sostuvieron cuando estuvo a punto de caer, levantó nerviosa la mirada encontrándose con unos ojos plateados.
- ¿Está usted bien?
El acento americano la devolvió al presente. Parpadeó bajando la mirada incapaz de continuar enfrentándose a esos ojos tan iguales, el pitido de las maquinas lleno sus oídos, giró su rostro hacia el hombre inconsciente en la angosta cama y cerró los ojos con tristeza; por un momento...
- Por favor sientese - le llevó hasta la silla obligándola a hacerlo y se inclinó despejando su rostro de los mechones que ocultaban su rostro -. Lo siento, no fue mi intención asustarla.
- Max...
- Es mi hermano -, se acomodó en cuclillas a su lado -, por lo general las personas piensan en lo parecido tiene conmigo, - rió -, un golpe fuerte a mi ego, sobre todo si viene de una mujer tan bella como usted.
- Lo siento no fue mi intención.
- No se preocupé ya me acostumbré a ello - se levantó mirando hacia la figura inmóvil -, no hay momento en el día que alguien me confunda con la bestia. Cada vez que salgo del hospital la prensa se alborota pensando que soy Max, se desilucionan al ver que sólo soy su hermano.
Rió nuevamente ante la situación. De pronto se detuvo y la miró intrigado.
- No me ha dicho quien es usted - cruzó los brazos sobre su pecho -. Ha despertado mi curiosidad.
- Yo..., sólo pasaba por aquí - se levantó nerviosa acomodándose su bolso en el antebrazo.
- ¿Se dedica a visitar enfermos? - Preguntó algo sorprendido -, ¿Una mujer tan joven como usted?
Milly levantó los hombros acomodándose la mascarilla para que no viera su rostro. El hermano de Max fruncio el ceño como si estuviera decidiendo si creía en sus palabras. De pronto asintió y dio un par de pasos hacia ella.
- Soy Lucas Blackthorne - extendió la mano presentándose -, hermano del paciente que usted tan amablemente ha venido a visitar el día de hoy.
- M-mucho gusto - le dio la mano que fue estrechada con firmeza -, soy... Milly Mathews.
- Bonito nombre.
- Gracias.
Se soltó del apretón cálido, ocultó su mano bajo la tela del vestido rojo que llevaba. Se miraron; él tenia un brillo de curiosidad en sus ojos plata y ella ansiosa de salir de la habitación.
- Bueno, veo que tiene algo de prisa - se aclaró la garganta -, por favor no se detenga por mí.
- B-buenas noches - se despidió caminando con rapidez hacia la puerta.
- ¿Volvera mañana?
Milly se detuvo, su bolsa se deslizó hasta sus manos tensas, la sostuvo oprimiéndola con fuerza. Movió la cabeza hasta los papeles del divorcio que yacían en la mesita.
- Tengo que irme.
Salió casi corriendo de la habitación. Se alejó por el pasillo olvidando por completo quitarse el conjunto estéril. Abrió la puerta de las escaleras de emergencia y salió agitada recargándose en el barandal. Suspiró quitándose la mascarilla y el gorro.
¡Oh Dios! Cubrió su rostro con las manos temblorosas, ¡Aquello estaba siendo demasiado para su tranquilidad! ¡Estaba decidido que ese seria el último día que ponía un pie en ese hospital! Había firmado el documento que dejaba libre a Max, ya nada más podía hacer. Ya no eran nada, cualquier lazo que alguna vez los unió en ese momento estaba roto.
Se despojó de la bata y bajó con una calma que contrastaba con el rápido latido de su corazón.
•
Alargó una mano. El muro que tocaba era grueso, fuerte, a veces sus dedos se deslizaban por el moho que lo adornaba. Hubo un momento en el que creyó conocer aquella impenetrable estructura. Su forma, su volumen, hasta que tanto podía abarcar en distancia; suspiró jadeante recargando su cabeza en el frío concreto.
Llevaba días caminando y estaba agotado. A veces creyó que no lo lograria, perdió la esperanza de encontrar entre esa espesa niebla alguna pista que le llevara a la libertad, que le llevara a ella.
¿Hasta cuándo? Se preguntó en silencio, levantó la cabeza mirando la neblina gris que lo cubría todo, apretó en puños sus manos y golpeó la pared mientras gritaba:
- ¡¡Hasta cuando!!
"- Hasta que tú lo quieras" Le respondió una voz que chocó por todo el lugar en un eco cimbrando cada nervio de su cuerpo.
- ¡Quiero salir de aquí! - Gritó buscando algún indicio de saber con quien era la voz en su cabeza -, no importa como, ¡tengo que hacerlo, maldición!
"- ¡ja ja ja, puedes maldecir tantas veces quieras! - el tono burlón de la voz taladró sus oídos -, el único que tiene la clave para salir de aquí eres tu Maximilian Blackthorne"
- ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? - inquirió girando la cabeza hacia todas direcciones buscando la fuente que le hablaba y que rebotaba por todo el lugar confundiéndolo.
"- Yo soy tu y tu eres yo - dijo la voz -, estás encerrado en tú propia prisión. Yo soy tú prisión y tú eres la mía. No hay salida si tu no quieres salir; cuando logres encontrar la salida entonces yo me iré contigo porque yo..."
- "Yo soy tu" - terminó la frase hastiado -, ¡Mierda! ¡Todo esto es una maldita mierda!
La risa se desplegó a su alrededor ensordeciendo sus oídos. Cubrió sus orejas girándose hacia la pared pegando su rostro en ella; pero no servía de nada penetraba a su cerebro hasta el punto de querer enloquecerlo. Cayó de cuclillas agazapandose entre gemidos de desespero.
- ¡¡Basta!!, ¡¡Basta!!, ¡Basta...
Gritó hasta que sintió que su voz se quebraba.
- ¡B-basta...
"- Encuentra la salida Maximilian Blackthorne... - susurró la voz como el sonido del viento -, tú conoces este lugar como si fuera parte de ti. Has construido cada ladrillo por años..."