La Bestia Y La Bella

CAPÍTULO 56

FUERA DE SU ALCANCE

Anna salió muy temprano en la mañana de su habitación. Max miró la luz gris de esa fría mañana de invierno. La mayor parte de su plan estaba casi listo, Anna se encargaría de poder llevarlo a cabo. ¡Oh, necesitaba tanto verla!, era como si no pudiera respirar. Se recargó en el respaldo del sillón muy despacio por los dolores de sus fracturas, miró hacia el techo y sin ninguna dificultad su mente dibujo el rostro de su amada Lady Mildred. Suspiró, se había convertido en un perfecto idiota al no creer en sus palabras, en no haber aceptado escucharla y simplemente echarla aquel día de Rectory Mayor. En ese momento no estaba en sus cabales, de pronto todo había sido como lo había esperado, como siempre pensó que pasaría. Una completa traición. ¿En qué momento de su vida hubo alguien en el que él pudiera confiar? Nadie, ni siquiera 'Akil tenía su completa confianza, el era su mejor amigo y por muchos años fue su confidente y parte de su vida. Casi su hermano.

Movió la cabeza, todavía recordaba con dolor la confusión que sintió ante las pruebas que su amigo le llevó, las leyó una y otra vez hasta que se convenció de que ella era la culpable de todo ese sórdido asunto. Parte de su corazón se quebró, y lo cubrió nuevamente de otra coraza más fuerte para que ya no le doliera, no le gustaba lo que sentía.

- ¡Maldición! - Gruñó moviéndose de repente.

Un gemido salió de su pecho ante el dolor físico de su cuerpo, pero muy dentro de sí sabia que también había otro dolor que le pegaba más y del que no era fácil de curarse.

Milly miró por la ventana del taxi el edificio del hospital en donde Max estaba inconsciente, su corazón dio un vuelco. Bajó la mirada y dejo que el vehículo siguiera su camino. Miró sus manos que temblaban, cubrió su vientre aguantando el dolor que le causaba pensar en su estado, pero tenia que convencerse que ya todo estaba terminado aunque veces su corazón no quería entenderlo.

Era lo mejor, se dijo con un suspiro, él al fin podría ser feliz, no tenía porque estar a su lado sólo por una tontería cometida por su padre. Ella se convirtió en un obstáculo para que él al fin pudiera estar junto a la mujer que verdaderamente amaba.

Oprimió la tela gruesa de su abrigo rojo, no pudo evitar sentir celos de ella. ¡Lo había amado tanto! Él fue su primer amor y el único; estaba segura que lo seria para toda la vida. Ahora lo que tenia que hacer era aprender a vivir sin él. A pesar de todavía no saber que iba a hacer el resto de su vida, pero de algo estaba segura: no iba a dejarse llevar por la tristeza, tendria un hijo por el que tenía que seguir adelante.

El doctor Sean Colton. Él era un hombre muy agradable, atractivo, estaba interesado en ella. Él podía ser la persona que le ayudaría a olvidar aquel amargo trago en su vida. Un nuevo comienzo. Se recargó en el asiento mirando sin ver la ciudad que recorría el taxi hasta la casa de su padre.

El taxi se detuvo frente a la pequeña casa que amaba. Pagó la cuenta y salió enfrentándose al frío de la intemperie. Miró sus botas agradeciendo en silencio haberlas comprado el día anterior, caminó por la nieve hasta la puerta verde. Tocó esperando que alguien le abriera.

- ¡Milly! - Exclamó Lucy abrazándola con fuerza de la cintura.

- Hola hermosa - saludó inclinándose hasta tocar con su mejilla su suave cabello rubio rojizo.

-Papá salió con Sir Richard a comprar vino - le informó separándose mirándola con emoción -, Sam dice que si me portó bien está tarde me dará doble postre.

Milly asintió quitándose el abrigo y la bufanda para colgarla en el perchero. Acomodó su trenza sobre su hombro y abrazó a su hermana menor caminando con ella hacía la cocina.

- ¿Qué ha preparado Sam está tarde?

- Guisado de carne - respondió emocionada -, y una tarta de manzana como la que mamá y tu hacían.

- ¿Crees qué ha hecho un buen trabajo?

- ¡Vas a chuparte los dedos! - Respondió Sam desde la cocina -, hasta puedo asegurarte que no dudaras en volver a casa.

Milly borró por unos instantes su sonrisa, apretó a su cuerpo a Lucy.

Sam se asomó por la puerta de la cocina y Milly sonrió de inmediato.

- Estoy segura que estará delicioso Sam.

Su joven hermana sonrió apenas y asintió volviendo a su tarea domestica.

Entraron a la habitación llena de olores que le hicieron recordar aquellos momentos en que eran una familia sin nada que pudiera separarlos. Se acercó a Sam pasandole un brazo por los hombros y al mismo tiempo inclinándose a ver los guisos que tenía en la estufa.

- ¡Esto se ve delicioso!

- Por supuesto, no le pide nada a lo que tú preparas - respondió tranquilamente -. Soy una estupenda cocinera.

- Tuviste una excelente maestra - Asintió Milly separándose un poco de ella.

Sam no dijo nada y continuo moviendo el guiso.

- Lucy dejé mi bolso en el vestíbulo, ¡Quieres buscar en el regalito que te he traído?

Lucy salió corriendo emocionada. Milly le quitó la pala de madera a Sam. la tomó de los hombros girándola hacia ella.

- Lo siento Sam - La miró manteniendo la calma -. Yo también he pensado en regresar, pero ya he hecho mi vida en otra parte. El hecho de que me casara con Max ha sido el parte aguas para darme cuenta de que necesitó otra cosa en mi vida.

- Ya no estás con él - replicó sin mirarla.

- Lo sé - suspiró levantandole el bello rostro -, por esa razón necesitó estar sola ahora más que nunca.

Sam frunció los labios y volvió a su tarea.

- ¿Cómo está él?

- La última vez que... supe algo todavía igual.

- ¿Cuándo vas a ir a verlo? - Demandó mirándola seria -, ¿Es en serio eso de que van a separarse?

-¿Tu cómo lo sabes? - Preguntó con sorpresa.

- Oí a papa hablando con Sir Richard una noche - respondió levantando los hombros -. Fue después de que volvieras de aquella arriesgada escapada.



#1637 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, bella

Editado: 05.11.2019

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