La Bestia Y La Bella

CAPÍTULO 60

CONFUSIÓN

Milly salio casi corriendo del hospital. Se detuvo sin aliento hasta llegar a la acera, miró de un lado a otro; todavía se sentía confundida. Volver a verlo había sido como un choque que había revolucionado cada nervio de su cuerpo, a pesar de su aspecto tan cambiado seguia siendo él.

Seguía siendo el hombre que amaba.

Un sollozo se escapó de su garganta y empezó a caminar sin rumbo, el viento frío alborotaba sus rizos rojos y poco a poco aclaraba su mente. Ajustó su abrigo rojo y se estremeció sin dejar de mantener en su cabeza la imagen de Max tan grande, tan fuerte, tan inalcanzable. Sus ojos plateados con un brillo que nunca antes le había visto, aquel brillo que quería aprisionarla y del que ella quería escapar presa de un pánico que no tenia explicación.

Se detuvo en una esquina y bajo la cabeza mordiéndose los labios, no podía llorar o arrepentirse de lo que estaba pasando. Durante todo ese tiempo se mantuvo firme y ahora al verlo se estaba desmoronando.

- ¡Milly!

Dio un paso al frente y una mano la detuvo antes de que bajara la acera y un auto pasara casi arrollándola.

Milly se aferró al cuerpo masculino temblando, ocultó su rostro en su camiseta blanca y dejó que los brazos fuertes y seguros la estrecharan. Cerró los ojos y se dejo llevar por el dolor.

Sean la estrechó dolorido. ¡Maldito seas Maximilian Blackthorne! Pensó mientras intentaba consolarla. Cada vez que estaba cerca de él, ella sufría y ya no podía tolerarlo más. Había que poner un punto final a toda esa mierda que la estaba destrozando.

Así permanecieron un rato. Lentamente el llanto de Milly se fue apagando, Sean acaricio su cabello y lo besó suavemente.

- Debes calmarte Milly - musitó sobre su cabeza -, por el bien de tú hijo. Milly, por favor, él no merece que puedas perderlo todo.

Milly suspiró antes de alejarse y limpiar las lágrimas que bañaban su rostro. Movió la cabeza y miró hacia el lado opuesto evitando la mirada azul de el doctor Colton.

- No entiendes - musitó con la voz entrecortada -, no entiendes.

- No, tal vez no entiendo Milly - suspiró sosteniéndola de los hombros -, pero no me gusta la manera en que sufres cada vez que estas con él. No lo mereces, ni tu, ni tú hijo.

- ¡Lo amo! - exclamó angustiada -, ¡Lo amo tanto que me duele! A veces quisiera dejarme llevar y abrazarlo, decirle que no importa que él esté enamorado de otra aunque ella esté muerta, que yo podría ayudarlo a olvidar y entonces me da miedo que no pueda hacerlo.

- ¿Lo amas? - Inquirió separándose de ella cuando una punzada de dolor y de celos le llegó al corazón -, bueno pues yo creo que estás completamente confundida. El no te ama, eso es seguro y tu lo único que sientes hacia él es lastima por lo que le ha pasado, yo creo que...

- ¿Tu que sabes lo que yo siento? - Demandó molesta apartándose un par de pasos de él -, no quiero oírte ahora, quiero que me dejes sola por favor.

Sean la miró molesto consigo mismo por haber dicho lo que sentía acerca de su situación con la bestia, hundió sus manos en loa bolsillos de sus pantalones y la miró aceptando su decisión.

Milly se alejó sin importarle la dirección, simplemente quería estar sola y pensar en lo que haría una vez que al fin estuviera fuera de la vida de Max.

Su cabeza era toda una letanía de maldiciones. Permitió que lo metieran en grandes aparatos, que doctores le examinaran como si fuera un fenómeno. Cada uno de los exámenes físicos se convirtieron en una molestia, sin embargo se dejó hacer cualquier cosa con la idea de poder salir lo más pronto del hospital y volver a recuperar lo que era suyo.

Cerró los ojos mientras la camilla le llevaba por el pasillo del hospital, el rostro hermoso de su esposa tan lleno de confusión, de emociones encontradas y sus ojos con ese brillo tan especial. Su vestido azul turquesa de corte alto, en donde apenas se notaba su estómago algo abultado.

¡Su hijo! El fruto de la unión apasionada entre ellos. Frunció el ceño, tal vez al principio para él había sido una unión para satisfacer un deseo egoísta de cumplir con crear un heredero capaz de continuar con su legado, ese legado por el que había trabajado y que le había hecho llegar hasta donde ahora se encontraba.

Miró el techo blanco y las lámparas que iba dejando mientras la camilla seguía su camino hasta la siguiente sala en donde seguirían las pruebas que le hacían de manera apresurada como si temieran que pudiera arrepentirse. Una sonrisa de hastío se dibujo en sus labios, se estaba cansando de pelear.

Frunció el ceño, ¿Quién le hubiese asegurado que algún día se iba a sentir así? Con un intenso deseo de al fin sentar cabeza y dedicarse en cuerpo y alma a una mujer, a una familia que nunca tuvo, que no pensó tener.

- ¿Listo para el siguiente examen?

La enfermera Backer le sonrió caminando junto a la camilla para acompañarle. Max sólo gruñó en modo de respuesta.

- No se preocupe señor Blackthorne - le sonrió con beneplácito -, después de todo estos exámenes estará en mejor condición para recibir a esa hermosa pelirroja que le ha visitado hoy.

- ¿Dónde...

- Estaba muy asustada cuando salió de su habitación - continuó como si no le hubiera escuchado -. Aunque me sorprendió saber que en algún momento de su vida estuvo casada con usted. ¿tiene mucho tiempo que se divorciaron? Al parecer ella ha rehecho su vida...

- ¿Q.qué ha dicho..? - se incorporó un poco con la ayuda de los codos un poco ansioso por sus palabras - ¿Divorcio...

Entonces el recuerdo de las palabras de Lady Mildred volvieron a él. Si, ella le había dicho en algún momento que había firmado los papeles del divorcio para dejarlo libre y que fuera feliz, en esos momentos la sorpresa de que nombrara a Roberta le distrajo de lo que realmente debería haberle importado.

Un fuerte dolor de cabeza acabo con su completa atención y lo hizo concentrarse en que no le viera como un inválido, incapaz de hacerle frente a sus capacidades de las que se sentía orgulloso.



#1651 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, bella

Editado: 05.11.2019

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