AL PIE DE LA LETRA
¡No podía respirar! La oscuridad le tragaba y no le permitía respirar. Agitado alargó un brazo buscando a tientas algo que le mostrara en donde estaba y como podía salir de aquel lugar.
Agitado dio un paso y luego otro, y el fango se hacía cada vez más profundo. Gruñó al intentar dar el siguiente paso; ¿Qué demonios estaba pasando? ¡Estaba seguro que ya había pasado por todo eso! Frunció el ceño y volvió a recorrer la oscuridad buscando algo que le pudiera dar algún indicio, cualquier cosa que le mostrara lo que sucedía.
- Nada ha acabado todavía...
Giró la cabeza hacía la voz, su cuerpo se puso alerta, alguien estaba con él ¿Qué demonios quería? ¿Cómo podía leer su mente?
-... Una parte de ti...
Trastrabilló hasta el punto de casi caer en el fango frío.
- ¿Quien mierdas eres?
Carcajadas inundaron sus oídos. Giró la cabeza hacía todas partes sin ver nada en absoluto. Se irguió decidido a enfrentarse a lo que fuera que estuviera ahí. Apretó las manos en puños listas para pelear a cada lado de su cuerpo.
- Ja ja, no puedes hacerme daño... sin hacértelo a ti mismo...
- ¡Eres un maldito cobarde! - le gritó molesto -, te escondes en la oscuridad, ¿Por qué no sales y te muestras? ¡Aquí voy a estar esperándote!
El brillo de unos ojos se mostraron ante él. Brillaban coma la plata recién bruñida, él parpadeó abrumado por esos ojos, sin embargo se mantuvo firme e hinchó el pecho dispuesto a cualquier cosa; debía demostrar que no tenia miedo y mucho menos a cualquiera que se ocultara en las sombras.
- ¿En realidad quieres verme? - Inquirió sardónico -, hace mucho tiempo que no lo haces...
- No voy a caer en tu juego - le indicó moviendo apenas los labios -, no tengo tiempo para jugar tú juego.
- Yo no juego...
El brillo plateado se fue aproximando hasta detenerse ante él. Notó cuando el cuerpo fuerte y tan grande como el suyo se acomodó y su respiración le anunciaba lo cercano que se encontraba. Sus ojos tan similares se encontraron, ambos tenían historias que contar, palabras que gritar y cuentas que aclarar.
- ... Aquí estoy ante ti - dijo ronco -; ¿Estas seguro qué quieres que me muestre? A veces es mejor quedarse en la ignorancia ante algunas cosas que pueden llevarnos hasta la muerte.
- No es necesario que quieras causarme miedo - gruñó -, yo no le temo a nada.
La sombra levantó los hombros arrogante, volvió a reír y su risa le recorrió el cuerpo con un aire frío.
Dio un paso y sus ojos se entre cerraron adivinando sus rasgos y facciones.
¡Era él! ¡Un hombre igual a él! ¡Un hombre que se mostraba ante él como si fuera su reflejo!
Dio otro paso y la boca de Max se abrió al igual que sus ojos. El aire desapareció y sus pulmones se expandieron en busca del preciado oxigeno que no llegaba hasta él. Cayó de rodillas mientras movía la cabeza angustiado, se sostuvo de la ropa oscura de la sombra.
Un frío que caló sus huesos le recorrió y por primera vez sintió miedo o al menos eso le pareció.
- ¡A-ayúdame...! - balbuceó.
La sombra rió hasta que la crueldad de su risa le dejó caer en el fango que le hundía sin que pudiera luchar por su vida.
Max abrió los ojos. Su cuerpo estaba mojado de sudor a pesar del frío, las sabanas estaban enredadas entre sus largas piernas. El aire apenas entraba a sus pulmones, abrió la boca en busca de la vida que sentía que se alejaba de él.
- A-ayuda...
Todo se puso negro frente a él. ¡No! Gritó aterrorizado, ¡No!...
*
Ya no había más que hacer. Las ultimas ropas estaban en la maleta. Él miró por última vez la habitación en donde pasaron las últimas horas más terribles y desesperantes de su vida. Pasó una mano por su cabello oscuro y lanzó un profundo suspiro.
La puerta se abrió, La enfermera Backer le miró y movió la cabeza con un dejo de tristeza.
- Le voy a extrañar - sonrió apenas -, fue un buen paciente.
Una carcajada salió de su garganta y movió la cabeza.
- ¡Por supuesto que lo fue! - reclamó la enfermera en un tono que no admitía replicas -, en todos mis años en este trabajo he visto pacientes muy mal humorados que no admiten ni siquiera una orden o que el personal del hospital hiciera su trabajo.
- Quiero creer que es parte de estar prisionero en este lugar - replicó cansado.
-Es parte del paquete.
La enfermera le sonrió guiñándole un ojo, caminó hacía él y le dio un fuerte abrazo.
- Buena suerte.
Lo soltó y salió apresurada de la habitación. Él se quedó en medio de la habitación sin poder moverse, sólo miró hacia la ventana sin ver en realidad el panorama gris del exterior que ya le esperaba.
*
Milly bajó el libro dejándolo en su regazo. Sus bellos ojos se posaron en la ventana de su departamento, Una ligera brisa reinaba en el exterior, se estremeció un poco y su piel se erizó desde la punta de su cabeza hasta sus pies; se levantó dejando caer el libro.
Caminó hasta la ventana cubriendo su cuerpo con una manta; alargó una mano hasta el cristal dibujando una linea recta que de pronto sin darse cuenta que se convertía en una letra. Recargó la mano en ella y movió la cabeza sintiéndose infinitamente triste.
¡Era demasiado! Se reclamó, habían pasado tantas cosas en los últimos dos meses y ya era hora que tomara por fin una decisión y después de eso ya no habría marcha atrás. Movió la cabeza impidiendo que la desesperación del amor que ya no sería se apoderara de ella. Dio un paso atrás y miró casi hipnotizada su mano dibujada en el cristal.
El timbre del teléfono la volvieron a la realidad, giró la cabeza y miró el aparato como si fuera algo extraño en la habitación. Parpadeó y fue hasta el levantando el auricular.
- ¿Diga?
- Buenas tardes Baronesa - Saludó la voz de Anna Miller la secretaria de Max -. Espero no estar interrumpiendo algo, pero me han dado la orden de que le llamara para preguntarle si pudiera venir al ático del señor Blackthorne.