MALA DECISIÓN
- ¡No, no Milly no puedes aceptar eso!
Sean golpeó la mesa con el puño. Estaba muy alterado después de que ella le dijera lo que Max le había pedido. El miedo atenazó su garganta y paso saliva sintiendo la boca seca. Aquello era lo más peligroso que le estaba pasando cuando al fin se había atrevido a darse una nueva oportunidad en el amor, eso amenazaba su seguridad. Ese hombre no se la merecía, la había hecho sufrir de una manera que se sentía con el derecho de protegerla y ahora él, la bestia estaba a punto de separarlo de ella. ¡Maldición!
- ¡Sean, por favor! - Miró inquieta a las mesas alrededor -, estamos molestando a los demás...
- Ellos no me interesan, la que me interesa eres tú y no voy a permitir que él vuelva a hacerte daño - replicó aguantando la ira que corroía sus entrañas aferrándose a la servilleta -, ¡Milly, él está jugando contigo! Insisto en que te niegues rotundamente a su chantaje, ¡Él no tiene derecho!
- Todavía estamos casados - le dijo sorprendida por su reacción -, tal vez no sea la mejor manera de acabar con el matrimonio pero creo que tiene algo de razón en pedirme los próximos seis meses hasta el nacimiento de nuestro hijo.
- No Milly, no tiene derecho - respondió moviendo la cabeza furioso -, ¡Es un vil chantaje!
- Lo sé Sean - asintió la joven mirando sus manos temblorosas -, pero no puedo negarme. Quiero el divorcio y está es la única manera.
Sean la miró y tomó su mano después de un profundo suspiro. La acercó a él y depositó un beso.
- Lo siento Milly - le sonrió intentando tranquilizarla -, no puedo evitar pensar que él quiere alejarte de mí.
- Sean, yo... No creo que sea eso- quiso zafarse de su mano pero él lo impidió -, simplemente está en una situación que lo tiene confundido, quizá se deba a el coma que sufrió.
- No lo sé Milly - asintió Sean soltando su mano -. Quiero que sepas una cosa: nunca voy a abandonarte, tendré que aceptar la decisión que tomes -. Se recargó en la silla y le sonrió -, ahora, olvidemonos de toso y vamos a disfrutar de esta exquisita cena.
Milly asintió con una triste sonrisa e intentó saborear la pasta. Había perdido el apetito.
Al salir del restaurante italiano le ayudó a ponerse la capa. Milly sonrió agradeciéndole el gesto y caminó sin fijarse si él la seguía. Estaba incómoda todavía por la reacción tan intensa que tuvo. Nunca Imaginó que los sentimientos de el doctor fueran tan fuertes, a pesar de que siempre le habló con la verdad. Bajó la cabeza y miró la punta de sus botas marrón sobre la nieve ya casi derretida.
Sintió la mano de Sean en su espalda. Levantó la cabeza y lo miró a su lado llamando la atención de las mujeres que caminaba por la calle. Caminaron en silencio por algunos minutos.
- Estoy muy apenado por lo que pasó en el restaurante - dijo de pronto obligándola a detenerse -, quiero disculparme por haberte hecho pasar un mal rato. Mi única excusa es que me entró un miedo terrible de ya no volverte a ver. Milly, yo... Te quiero, hace tanto tiempo que no sentía esto por otra mujer, después de la muerte de Cassie pensé que había muerto con ella.
- Sean.
- Lo sé - suspiró interrumpiéndola y tomándola del brazo para continuar caminando -, aún así no quiero perder la esperanza de que en un futuro pueda pasar algo entre nosotros.
Milly no respondió a su comentario simplemente miró hacia adelante agradeciendo que el edificio en donde vivía estaba cerca. Se detuvieron y ella le dedicó una sonrisa agradeciendo la no muy afortunada cena.
- No fue la mejor noche - hundió las manos en los bolsillos de su pantalón, sonrió apenado -, la próxima vez será muy diferente a esta.
- Bueno - levantó los esbeltos hombros sonriendo intentando aligerar la tensión -, es una promesa.
- Si Milly, una promesa que quiero cumplir - se acercó serio -. Eres una mujer a la que nadie debería decepcionar. Mereces mucho más de lo que él quiere darte.
- No Sean - alargó una mano deteniendo su avance -, no es buena idea.
- Vas a irte - musitó ronco -, me da miedo que nunca más pueda verte. Quiero besarte Milly, ¡por favor!
Le rodeó la cintura acercándola a su cuerpo, Milly lo empujó empezando a ponerse nerviosa.
- No, no lo hagas - le suplicó a media voz.
- ¡Necesitó hacerlo antes de que...
Una exclamación de sorpresa junto con el cuerpo del doctor que salió volando a un lado fue lo siguiente que pudo notar. Paralizada lo único que vio fue a una sombra grande abalanzarse a él.
- ¡No la toques maldito hijo de perra! - la voz de trueno de la bestia llegó hasta sus oídos.
La ira que en esos momentos lo cegaba. Se inclino a él agarrándolo del abrigo gris, levantó una mano con el puño cerrado y lo estrelló en su cara; no había manera de que nadie lo parara, estaba fuera de sí, ¡Habia osado tocar a su mujer, a su Milly, a su Lady Mildred! Lo golpeó agitado hasta que un grito de ella le despejó la mente. Lo soltó y el rubio cayó como un muñeco en la acera.
- ¡Oh Dios!
Milly fue hasta el doctor herido por los golpes de su aún esposo. Max se inclinó recargando sus manos en las rodillas agitado por el ejercicio y la furia que todavía reinaba en él.
La miró sacar un pañuelo de su capa negra y limpiar las heridas de los pómulos y el labio.
- ¿Qué pasa contigo Max? - Demandó moviendo la cabeza - Nada se arregla con los puños. ¡Casi lo matas por Dios!
- Lo merecía, ¡El muy m-maldito te tocó!- gruñó elevando su cuerpo y molesto miró a su alrededor -. ¡Se h-ha acabado el maldito espectáculo!
La gente que se había reunido a su alrededor mirando la golpiza se fueron en silencio asustados por la mirada fuera de control del magnate. Max pasó una mano lastimada por su cara y observó el cabello rojo de la mujer que hacia de su vida un completo caos. Estaba inclinada intentando reanimar a el doctor que se quejaba de sus heridas.