Dalton
Y aquí es donde comienza el verdadero terror, ¿por qué? Ya se sabe, al probar por primera vez a mi Elizabeth como mi mate a creado un hambre desmedido y poco sano, los reyes Alpha tienden a sentir todo a más del triple que un lobo normal, un lobo normal hubiera poseído a su mate sin intensiones de marcarla, en cambio yo no me pude resistir, mi instinto me gobernó, el deseo combinado con impotencia por no poder marcarla provocó que sacara mis colmillos, de alguna manera Elizabeth tiene tanto poder en mi que logro calmar el instinto animal que me gobernó y estoy seguro que eso pasará cada vez que lo hagamos hasta que la marque y espero que ella me sepa controlar porque sino lo hace yo no me detendré, no creo tener esa fuerza para lograrlo yo solo y más sabiendo de que apenas estoy comenzado mi tiempo como Alpha rey.
Y eso no es lo único poco agradable para mi en esta estupida semana, para untarle más a mis desgracias los alphas reyes tienden a alucinar escenas eroticas por todas partes, es como un maldito campo minado de ideas sobre todo lo que puedo hacerle a Elizabeth.
Buen comienzo para el día de hoy, los gemidos de Elizabeth en mi oído. Estábamos de pie contra la pared del baño mientras yo la penetraba sin compasión provocando que al llegar a su límite su zona íntima soltara grandes cantidades de humedad a chorros.
—Dal... —vuelve a gemir.
Me gusta así, me gusta escuchar esa eufonía de sus labios cada vez que gime y jadea fuerte debido a mis estocadas duras, tengo su pierna en mi hombro ya que ella tiene una flexibilidad favorable, su cabeza esta recargada a la pared del baño mientras sus ojos están cerrados, estoy jugando con sus pechos todo lo que me place.
Me altero más al sentir cada chorro que empapa mis testiculos corriendo ese liquido por mis piernas, no me detengo, a pesar de que ya haya llegado sigo con mis movimientos desmedidos, Elizabeth gime más fuerte mientras yo gruño de deseo por verla tan excitada por mi, sus manos aprietan mis hombros y sus uñas se entierran en ellos, lo hace con una fuerza digna de ser beta reina pero me importa un carajo que me saque sangre o me arañe la piel soy hombre lobo y sano en cuestión de segundos.
Mis movimientos no se detienen y la siento enterrar con más presión sus uñas, mi mano va directo a su clitoris duro y hinchado para darle masajes y así enloquecerla más.
—Dalton —logra decir mi nombre —, joder —pega un gemido en grito —, ¡ah!
Lo que está teniendo ahora es mucho más que un orgasmo, su cuerpo tiembla y si no fuera porque su pierna está sobre mi hombro ya hubiera desfallecido.
En un gran jadeo me vengo dentro de ella, si, no tuvimos tiempo para colórame el condon pero en esta casa hay de todo así que se beberá una pastilla del día después.
Besó su cuello mordiéndome la lengua para aguantar las ganas de dejarle una marca, ella ya me lo dejo muy en claro muchas veces ayer que si la marcó que me olvide de todo lo que podemos hacer en esta temporada de calor.
Su pecho como el mío sube y baja desenfrenadamente, la miro y veo que baja su cabeza para observarme, sus ojos color naranja pasan como una estrella fugaz, esta presentando síntomas de: ya se va a trasformar en poco tiempo, me dedica una sonrisa para luego bajar su pierna pero en el intento de hacerlo se tambalea hasta casi caer, la sostengo para que no caiga, la agarro por las axilas para mantenerla de pie ya que su cuerpo parecía una gelatina temblando y sin poder caminar.
—Casi te caes, ¿estás bien? —le digo sonriendo y la veo rodar los ojos.
—Te portas presumido a veces sin necesidad de decir las cosas —dice y se fija en mis hombros —, siento mucho eso —señala con su índice mis heridas.
—Son heridas de batalla —bromeo y me pega en el brazo —, sanaran rápido y tú lo sabes.
No dice más nada así que la cargo como recién casados la llevo hasta la tina, la dejo con cuidado adentro del agua tibia para después entrar y sentarme detrás de ella.
Mis hombros ya estaban sanando por completo así que el ardor se me estaba pasando en cuestión de nada, colocó mis manos alrededor de su cintura y besó su cuello, esto le provoca unas cosquillas que la hacen reír, sonrío satisfecho de haberla hecho tocar más allá del cielo aquí en la tierra.
—No me hagas eso —dice en pequeñas risas y al parecer le causa algo de cosquillas.
—No —sigo dándole besos en su cuello provocando que ría más, cosa que me encanta.
Escucharla reír es una de mis cosa favoritas.
—Joder ya —grita seria y se gira a verme pero vuelve a sonreírme —, te portas bien pesado a veces, Dalton.
Me encojo de hombros y la acercó a mi para besarla, esos labios suaves, tersos y provocadores que me enloquecen cada vez que pruebo, joder, esta mujer es una droga inagotable para mi, creo que llegue a tal punto de que si alguien le toca un pelo yo mismo me encargo en reventarle la cara para luego desmembrarlo parte por parte.
Separo mi boca de la suya y ella sonríe para luego girarse y recostarse en mi pecho, la veo jugar con el agua, y por donde van sus pensamientos me indica que me va a preguntar algo.
—¿Sigues con ganas de desterrarme? —dice con burla haciéndome recordar las últimas veces que se lo dije de muchas.
Aquella vez después de la graduación se lo dije y también en mi cumpleaños se lo volví a repetir. Sonrió ante su pequeña burla, ya que quede como un tremendo payaso después de todo, quien lo diría estoy con ella en una tina desnudos y con ganas de seguir follandomela hasta dejarla seca, si mi yo del pasado me viera loco por esta mujer ya me hubiera matado de un solo puñetazo.
Subo mi manos hasta sus pechos para luego apretarlos en mis manos, ella suelta una jadeo de sorpresa y yo beso su mejilla.
—Tal vez si, tengo ganas de desterrarte y mandarte a un lugar muy recóndito y perdido donde nadie te vea, huela o siquiera respire tú mismo aire —muerdo el lóbulo de su oreja —, ahí te haría mil veces mía todos los días de tu vida.