La Beta Del Alpha

CAPÍTULO 26

Elizabeth

Estar todo el día viendo su cara es poco agradable, ya hemos peleado tres veces consecutivas desde que pise esta oficina cada que puede me grita, estoy a punto de hacerle tragar las hojas o metérselas por el...

—Te dije que me dejaras hacer a mí eso —me grita arrancándome los papeles de los protestantes contra su tiranía.

—No los vas a matar —le grite levantándome de mi asiento enojada y él lo hace también.

—No me importa —dice y la única opción que veo es agarrar un montón de papeles que están en la mesa y salir corriendo —, ¡Elizabeth! —me grita, pero no le hago caso, sigo corriendo por las escaleras hasta el patio trasero, siento cómo está detrás de mi así que aprieto el paso.

Al salir de la casa corro hacia la piscina y tiro los papeles al agua quedando unos en el césped y otros en el agua, Dalton llega hacia mi h yo me giro a verlo sonriente.

—Nadie va a morir hoy —digo él está que explota de lo rabioso que se ve.

—Eres una... —se contiene mientras sus ojos se tornan rojos.

—¡Dilo desgraciado! —le gritó y cómo reacción me tira al agua, pero lo agarro y caemos los dos.

Salgo a la superficie del agua, Dalton también lo hace, pero el que me haya tirado me hace enojar así que comienzo a lanzarle agua en la cara.

—Eres un desgraciado, ¡idiota, idiota! —le tiro agua para el luego repetir la misma acción.

—Creí que con la edad iban a madurar más —dice tío Danton así que Dalton y yo paramos de remover el agua.

—Padre... —dice Dalton, pero su padre levanta la mano callándolo.

—No me tiene que decir nada —dice Dalton serio para luego mirarme a mí —, ¿cómo estás? —me pregunta y tragando saliva disimulando los nervios le respondo.

—Bien, tío —el asiente.

—Espero que sepan asociarse mejor porque esa situación —señala las hojas mojadas —, no son comportamientos de adultos responsables.

No dice más nada, solo se marcha dejándonos a Dalton y a mi callados, puede que no haya dicho mucho pero su frialdad es capaz de dejarte en silencio total. Salgo del agua y me topo con una hoja que por suerte no se dañó.

Es una invitación al orfanato que alguna vez Dalton y yo llegamos a visitar.

—Cada año envían una —dice y yo me giro a verlo.

—¿Has ido? —le pregunto y él niega —, bueno entonces iré yo —contrae su ojo izquierdo y me mira mal.

—No vas a ir —frunzo el entrecejo para después levantar una ceja.

—¿Por qué no? —llevo mis manos a mi cintura.

—No te vas a relacionar con nadie de ninguna manada porque te vas a ir —me dice y yo empuño la goma de papel en mi mano para luego pegársela al pecho en un empujón que medio lo movió.

—¡No me importa lo que digas! —le suelto para luego caminar hacia la casa.

El camina detrás de mí, pero aprieto el paso así corriendo hacia mi habitación que claro está junto a la de él. Cierro la puerta de un azote y le coloco seguro.

—¡No hemos terminado de hablar! —golpea la puerta como un loco —, habré la puerta o la tumbo.

No le hago caso, ignoro sus gritos y sus golpes a la puerta mientras me quito la ropa mojada, como ese animal se atreva a romper la puerta y me vea desnuda lo castro.

—¡Me estoy cambiado! —le gritó —, a menos de que no me quieras ver desnuda tumba la puerta —lo reto pero guarda silencio así que continuo hablando — lárgate ¡y no vas a tirar la puta puerta! —deja de golpear la puerta y al parecer simplemente se apartó y largo.

Me doy un baño corto, me coloco un vestido floreado de esos flojos escotados y justo ahora me he dado cuenta que es lo que más suelo usar, eran muy cómodos para mi embarazo.

Tomo mi teléfono y la pasión, meto las dos cosas en un bolso pequeño y salgo de la habitación para luego correr la mansión camino hacia la entrada, al salir veo a aquel chofer que golpee con una venda en la nariz y tristemente al ser golpe de beta reina le quedará la marca por unos días, tiene la nariz al parecer rota.

—Hola —le digo corriendo acelerada y el frunce el entre cejo.

Noto que no solo lo hace porque me acerco corriendo a él, sino que también lo hace porque Dalton está corriendo y gritando hacia mi dirección.

—¡Dije que no! —se le escucha gritar y el chofer sigue afuera mientras yo entro al auto a la espera de que se le ocurra entrar y arrancar.

—¿Que está esperando? ¡Entre! —el guardia sigue paralizado a la espera de que Dalton llegue y yo ruedo los ojos tirándome hacia el espaldar del asiento frustrada mientras suspiro.

Dalton llega y abre la puerta del auto con rabia y sin cuidado, se sienta a mi lado y yo lo miro mal ya que me mira con desprecio.

—No vas a ir —me dice y yo ruedo los ojos por lo ridículo que puede llegar a ser.

—Si voy a ir —le digo y luego miro al guardia que será nuestro chofer —, entre —él se espabila y rodea el carro para luego tragar grueso y preguntar hacia donde nos dirigimos —, Dalton, no me importa si te niegas iré si sea corriendo.

—Entonces iré contigo —a veces tiende a ser pesado e infantil.

—Pues me tocó aguantarte al parecer —le digo ya cansada de tanto espectáculo.

No me había fijado bien, pero lleva una mochila, ¿que llevará adentro? Él nota que lo estoy mirando mucho así que arquea su ceja.

Con la mayor madurez practico lo que me enseñaron mis hijos para cuando esté enojada, le saco la lengua a Dalton y luego miro hacia la ventana cruzada de brazos.

Intento ocultar mi sonrisa ya que acuerdo de mira pequeños ángeles demoniacos, unas máquinas de desorden, los extraño tanto, mi sonría desvanece al recordar que estoy lejos de ellos y que se encontraban en un dedo grabé y digo estaban porque solo espero que cuando vuelva a llamar a Damon, él me diga que mis hijos ya están mejorando o ya están bien en su totalidad.

 

*****

El cambio es demasiado notorio, todo está más lindo, limpio y arreglado, las rejas no son las mismas viejas, sino que son ahora nuevas y más hermosas, solo mirar el orfanato desde afuera te da una sensación más cálida y familiar, la primera vez que vinimos era más frío y literalmente feo.




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