La Biblia de los Caídos

Versículo 8

—Dicen que eres un engendro, una rareza. —La voz sonaba distorsionada. El Gris se removió, yacía en una superficie blanda—. Les he oído. Te comparan con las peores criaturas. Peor que un vampiro. Tú no robas la sangre, Gris, tu juego es infinitamente más peligroso, te atreves a comerciar con almas, como hacen los demonios. Practicas las artes del infierno. ¿Tal vez porque al no tener alma no aprecias su valor? ¿Es ese tu secreto? Consideras las almas como un bien intercambiable, con el que se puede negociar y hacer tratos. No eres capaz de comprender que son la esencia de todo ser vivo, su yo más íntimo y su inmortalidad. ¿O tal vez es la envidia lo que mueve tus actos? Tu vacío interno te diferencia de los demás, te mantiene separado, y te impide valorar un alma como lo que realmente es. Ambicionas una para poder comprender, saber qué es la vida. Algo que desconoces porque en realidad estás muerto. ¿De qué otro modo clasificar tu condición? Y por ello te desprecian, no te quieren a su lado. Toleran tu presencia porque te necesitan puntualmente, pero eso es todo. Luego te repudian. Todo eso cuentan de ti, Gris. ¿Es cierto? ¿Hay algo de verdad en esas palabras? Me gustaría saberlo.

El Gris consiguió alzar los párpados, no sin esfuerzo. Aún le dolía cada centímetro de su cuerpo, moverse era una tortura. No reconoció el lugar en el que se encontraba, pero la cama era confortable.

Dos ojos cálidos le observaban. Eran brillantes, sinceros, pero no podía ver su color. Aun así los reconoció.

—¿De veras quieres saber la verdad, Sara? ¿Podrás encajarla?

—¡No te muevas! Estás bien, pero debes descansar. Te trajimos a una habitación para que pudieras recobrarte a solas. Los demás esperan fuera. Vendrán pronto. Tenemos poco tiempo.

El Gris renunció a levantarse, continuó tumbado.

—¿Poco tiempo para qué?

—Para que me cuentes, para que me expliques si lo que he oído es cierto. —La voz de Sara sonaba triste—. Para eso he venido. Me ofreciste una prueba, una muestra de lo que me esperaría si decidía acompañarte, ¿recuerdas? ¿O acaso me mentiste?

—No te mentí, pero la prueba es para ti también. Tengo que saber si puedes venir con nosotros, cuál es tu límite, y hasta dónde puedes llegar.

—¿Entonces dudas de mí?

—Se necesita de una gran fortaleza. Casi nadie es capaz de soportarlo. El anterior rastreador nos abandonó porque era demasiado para él.

—¿Qué hay del niño y Álex? Ellos llevan mucho tiempo contigo, lo sé, les he oído. Incluso Miriam dice haber coincidido contigo en numerosas ocasiones. ¿Son ellos más fuertes que yo?

—Es diferente. Les mueven otras motivaciones. Ellos no precisan de tanta fortaleza.

—¿Por qué no?

—Porque no son normales. Tú sí lo eres.

—¿Quieres decir...?

—No es lo que piensas. Tienen alma, en eso no se diferencian de ti, pero no son personas normales y corrientes, ya lo irás comprendiendo. No es fácil. Sus motivos son complicados de entender.

—¿Quieres decir que no son tus amigos? ¿Te acompañan solo por interés?

—Como te he dicho, tienen sus razones. Y son mucho más poderosas de lo que puedas imaginar. No, no son mis amigos. Y sin embargo tal vez sean mi única familia, o lo más parecido a una familia que yo pueda tener.

—No parecéis tener ese tipo de relación en absoluto. Es cierto que se nota que os conocéis desde hace tiempo, pero una familia es mucho más. ¿Por qué ellos?

—Porque nadie más puede serlo.

Se produjo un silencio incómodo. Sara no supo qué decir ante aquella afirmación tan categórica, pero no le sentó bien.

—¿Qué hay de ti? ¿Eres aquello de lo que te acusan? ¿Un monstruo más parecido a un demonio que a un ser humano?

—Algo hay de cierto.

La expresión de Sara cambió, se apagó y ensombreció su rostro.

—Esa no es una respuesta clara. —Su voz también se debilitó. Con toda seguridad, no esperaba la anterior contestación del Gris—. Más bien parece una evasiva, un modo de no revelar la verdad.

—Es cuanto puedo decirte por ahora. Sara, tienes que entenderlo. Vas a ver cosas increíbles, algunas de ellas, terribles. Si decides no acompañarme lo entenderé. En ese caso, cuanto menos sepas mejor, es por tu seguridad.

—Si me quedo, ¿me dirás toda la verdad acerca de ti?

—Al menos hasta donde yo sé.

Sara se tomó un momento para pensar.

—¿Por eso consientes que te traten de ese modo? ¿Por qué no replicaste a Mario o a su mujer cuando te insultaron?

—No lo hicieron. Ellos creen que soy un monstruo. Hay mucha gente que piensa lo mismo, no es para tanto.



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En el texto hay: misterio, biblia

Editado: 26.02.2018

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