Llantos de un ideal 10-12-24

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Creo que estoy en decadencia

¿Por qué sigo entregándome a una falsa ilusión que me encadena a desechar el arte que hago sobre ella? Cada dibujo o, a veces, algunos poemas. ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene tenerlos pincelados en mi amado Virgilio y cuaderno si ella nunca los admirará?

¿Vale la pena desear que mis trazos repliquen sus mejores curvas, como las ondas de su cabello, sus delgadas pestañas o sus labios?

¿Cuál es el punto de imaginar que pueda saborear el tacto de su piel morena si soy consciente de que mi distancia es infinita ante aquello que tanto anhelo?

A veces parece que los seres humanos solo nos guiamos por impulsos, o por el placer. En mi caso, la dicha de poder imaginar estar abrazado junto a ella.

Es su culpa.

Es culpa de su inconmensurable perfección que un artista incompleto le esté ofreciendo su alma en pleno silencio, pero que retumba, haciendo que el barullo de sus sentimientos retumbe sobre su pecho.

Quizá Platón tenía razón al interpretar al amor como tan solo un ideal, pero siento que es una locura gratificante, ese caos y esa constante duda de que, cuando parpadee, ella gire y se deleite ante mi invisibilidad, es placentero.

Quizás el acompañamiento de una inexistente amada tan solo sea una idea y que la soledad es mi único sentimiento tangible, ya que siento cómo toma mi mano, demostrándome que con ella no habrá lugar para el abandono y el desprecio.

Quizás yo tan solo sea un pobre condenado a disfrutar del espectáculo del amor ajeno, mientras soy reo y verdugo de mi cercana muerte.