Aconteció en la época virreinal, el tercer día de la semana, derivada del octavo mes del año, un banquete que dejó memorias en cada habitante de Churliott.
Resultó que se daría una ceremonia de gran novedad por los dieciocho años de Elisabeth Dallas, hija del rey cuya sociabilidad era semejante al de un cordero endemoniado, pero con aires de ser el padre perfecto, seguidor de los caprichos ocasionados por sus hijas y esposa.
Todos en el palacio mostraban inquietud. Aunque todos los días la servidumbre parecía espantada, hoy todos corrían, lagrimaban, y hasta parecía que fueran a colapsar, mas ninguno se detuvo hasta terminar sus labores porque con cada respiración que tomaban, era un segundo que giraba entorno a los tres días para la formalización del futuro casamiento entre el príncipe Nicholas heredero de Corian y la princesa Elisabeth.
***
Hoy todos estaban en el gran salón donde mi padre recibiría gentilmente la presencia de caballeros, duques y príncipes que retomarían una alianza con dichos reinos.
-Vuelvo a estar frente a su presencia, mi futura esposa. -dice el príncipe heredero al trono.
Dejó un beso en mi mano y siguió a saludar al rey presente en el salón.
-Disculpen, debo irme...-dije, sintiendo mis piernas temblar.
Me aleje del lugar y corrí directo al balcón de mi habitación para calmar mis pensamientos.
-Mi desdichado corazón será entregado en un acto matrimonial a un hombre que no amo. -lloré.
-Su alteza, por favor cálmense.
Oí la voz de la servidumbre y enloquecí.
-¡¿Cómo quieres que me calme si seré entregada como esposa a un hombre que ni siquiera conozco?!
Me tendí en la cama dejando caer algunas prendas puestas. Me invadió una profunda tristeza.
-Mañana... maldiciones estarán contra mí al querer aferrarme alguien que no amo.
Pasé una hora sola, encerrada en ese lugar, llorando y tirando cosas contra mi cama. La servidumbre me abandono por no soportar mi comportamiento inadecuado.
Mientras seguía ahogando los gritos en la almohada, desde el balcón escuché un golpe. Mi ánimo subió de repente cuando levante mi mirada. Justo cuando estaba desbordada y por los suelos, escuché su voz.
-¿Tu corazón quiere huir al igual que el mío? -dijo Richard.
-Richard, te necesito... -lo vi y estiré mis brazos para alcanzarlo.
-Siempre... -camina hacia mí después de cerrar la puerta del balcón. -Siempre escucho lo mismo, pero jamás me quedo a tu lado.
Nos miramos por un momento. Esta aliviándome con solo su presencia, pero no es suficiente.
-¡Quiero irme, pero esas murallas me lo impiden!
Sus brazos se expandieron hasta cubrir mi cuerpo. Él siente mi pesar. Verdaderamente lo siente.
-Te odio, te odio ¡Te odio! -dicto palabras que debería decirle a mi padre.
-Lo odiamos, pero no podré hacer nada hasta mañana amor mío. Discúlpame...
-¿Permaneceré encerrada hasta entonces?
-Precisamente eso me preocupa, pero recuerda que no estas sola. Tienes mi corazón contigo. -toca mi vientre. -Tienes una parte de mi contigo...
Después de eso beso mis labios y se marchó. No quería levantar sospechas de su presencia y arriesgar los planes para huir juntos.
El día que siguió, después de un fuerte dolor de cabeza, fui tratada por todo el personal para mi nueva imagen de esposa.
Al cabo de unas horas, vino a mí la palabra del rey solicitando mi presencia en el salón, donde sospecho que estará el gran hombre escogido por mi padre.
-Su alteza... -digo cuando veo al heredero al trono. Hago una reverencia.
-Mi querida futura esposa. -él me muestra una expresión radiante de alguien enamorado. Me parece tan falso.
En ese momento controlaba mi ira y el llanto que me provocaba este hombre, pero a gritos internos, pedía que fuera Richard.
-La ceremonia aún no inicia, así que por favor , le pido que se abstenga de llamarme así. No soy su esposa, su alteza.
-Perdone, pero es inevitable, usted es muy hermosa y saber que será mia...es una emoción inexplicable.
Veo al príncipe que trata de guardar la compostura.
Lo mire sin extrañeza. Él era como todos, otro lujurioso en el reino. Otro hombre que me veía como su propiedad sin siquiera pensar en mis deseos e intereses como mujer.
El príncipe heredero al trono era un hombre diferente a Richard, diferente al hombre que amo.
-Aunque pareciera que usted se aferra a lo exterior, quiero confesarle que mi corazón no es un juego. ¿Qué le hace pensar que yo a usted lo elijo?
-Elisabeth, permíteme quererte, te lo ruego. ¿No quieres conocerme mejor? Si nuestros reinos se unen podríamos ser mas fuertes. Seriamos mas poderosos...
Tenía intenciones de tocarme pero me aleje de él.
-No es poder lo que busco, así que no ruegues. Jamás tendrás algo que no te pertenece...
Los invitados presenciaron mi comportamiento con el príncipe heredero al trono, y por todo el salón escuché murmullos. Mi padre estaba amenazante, mi madre estaba desaparecida, pero nada me inquietó más que ver la presencia de Richard entrar al salón real con su traje de caballero. Me buscó entre todos los invitados, quienes les pareció extraño su llegada. Cuando me encontró, no me importo que mi padre me observara. Le sonreí.
-Cumpliré mi palabra, esta vez te llevaré conmigo. -me dijo.
Sus palabras me aliviaron en ese momento.
-Elisabeth... -dice susurrándome cuando me tiene cerca.
Le arrebataron mi mano cuando iba a dejar un delicado beso.
-Discúlpame, pero ella no puede ser tocada por ti. Estas en nuestra boda, es nuestra ceremonia y ella será mi esposa. -exclamo el príncipe.
Me solté de su agarre.
-Me siento indignada por ser llamada de una manera poco familiar debido a mi relación contigo. -respondí al desconocido que figuraba de mi futuro esposo.
Vi el rostro de Richard arder de ira y celos.
Editado: 20.07.2024