La boda de mi mejor amiga

Capítulo 1

New York, para muchos sería un sueño hecho realidad vivir aquí. La Gran Manzana tiene sus encantos, pero no deja de ser la ciudad más agitada del mundo, y sí, supongo que a muchos les gustará eso. El ajetreo diario, el hipnótico resonar de los coches, y el desenfrenado hablar de las personas.


 

New York, huele a éxito, y a su vez a fracaso. Contaminamos nuestro propio tiempo con sueños frustrados, y nos ahogamos en un mar de lamentos. Pero estamos rodeados de oportunidades, ofertas de trabajos que no nos pertenecen o no están destinadas a ser nuestras. Aquí todos llevamos la urgencia de vivir, de estar un paso más cerca de ese futuro deseado, de ese anhelo a la felicidad.


 

No sé aún cómo he aprendido a vivir así, rodeada de prisas, de alegrías amargas, y tristezas ocultas. Supongo que después de 6 años en la ciudad, te terminas adaptando.


 

—Estás despedida. —Pues empezamos bien el día.

Mr. Robin, me mira fijamente como si tuviera miedo de perder el control de sus actos o de no ser capaz de ejecutar la tarea. Creo que es incluso más joven que yo, de aspecto tosco y poco agraciado. Solo hace 3 meses que ocupó el cargo de director de la agencia Divinity, una de las empresas organizadoras de eventos más famosas del país. Que triste que en nada se parezca a su padre. La jubilación le llega a muchos muy pronto.


 

—¿Puedo saber el motivo de mi despido? —Mi voz suena chillona, estoy sorprendida, siempre he sido una buena trabajadora. Algo caótica a veces, pero en el mundo de las fiestas siempre es así. Para que esté todo en orden tienes que moverte por todos lados.


 

—Estamos haciendo recorte de personal. No tenemos para pagar a tanta gente. —Su respuesta parece casi memorizada, para nada real. Esta claro de que el chico está mintiendo, pero mi sustento depende de este trabajo, no me iré sin luchar.


 

—Pero soy una de las organizadoras principales, y estoy trabajando en un proyecto para la semana que viene. —Rezo para que funcione mi excusa, pero al parecer, la decisión ya está tomada.


 

—De eso ya se encargará alguien más. Puede recoger sus cosas, pasar por recursos humanos para recibir su pago, y marcharse. —ordena con voz ronca, y me atrevería a decir que con un poco de enfado. Eso hace que mis mejillas se incendien, y pregunto lo primero que se me pasa por la cabeza.


 

—¿Quién? —Estoy conteniéndome para no cometer una locura, esto es injusto.


 

—Ruth lo hará. —responde cruzándose de brazos y apoyando su espalda a su asiento.


 

—¿Una secretaria? —Bufo mirándolo con seriedad, llego a pensar que es incluso una broma lo que acabo de escuchar. —¿Crees que una secretaria puede hacer mi trabajo?


 

—Para planear eventos no hay que estudiar mucho. Cualquiera podría dedicarse a ello. —contesta en tono burlón, y casi me levanto y le borro su sonrisa de un golpe, pero ante todo yo soy una dama, y no puedo dejarme llevar por la ira.


 

—Tienes que tener gusto, imaginación y estilo. No es algo que se pueda aprender, naces con el don y lo compartes con el mundo. —Lo fulminó con la mirada, y justo iba a despedirme cuando somos interrumpidos por una visita sorpresa.


 

—¿Amor, ya despediste a esa ...? —Ruth se detiene en el umbral como si acabara de ver un fantasma. No hay que ir muy lejos para atar cabos, y saber la verdadera razón de mi despido.


 

—¿A esa qué, Ruth? —Le pregunto enojada. Ya estaba cansada de que los demás me pisotearan donde quiera que llegara. No era la primera vez que me pasaban por encima sin pensar en que yo también tengo sentimientos, también soy persona, e intento sobrevivir al día-día.


 

—¿Tú no te marchabas ya? —El niño mimado de mi jefe se levanta dispuesto a echarme de su oficina antes de que algo desagradable suceda, pero no planeo hacer una escena. Me marcharé con la cabeza bien alto, y las manos limpias o eso espero.


 

Al salir por la puerta paso por el lado de Ruth, la secretaria amante de mi ex-jefe, y la fulmino con la mirada. Para aumentar mi enfado y humillación escucho al niñato decir:


 

—Hazle llegar las ideas del proyecto a Ruth antes de salir del edificio. —Aprieto mis puños a mis costados, tratando de recordarme que con la violencia no se llega a ninguna parte, y asiento con la cabeza.


 

Recojo cada una de mis pertenecías del que hacía minutos era mi despacho, mi diminuto rincón de pensar. Mi pequeña colección de cactus, un cuadro con la fotografía de mis padres, y mi álbum de ideas, ese que guarda cada uno de los proyectos que he hecho para la compañía, y otros que no llegarán a ver la luz en mis manos.


 

Separo una carpeta con varios folletos y fotos, me sorprende como es que las personas pueden ser tan ingenuas de pensar que les regalaría mis ideas. Si el niñato de Mr. Robin y Ruth creen que les dejaré el trabajo ya hecho están muy equivocados. Es lo mínimo que puedo hacer para molestarlos un poco a ambos, después del mal rato que me han hecho pasar, además de dejarme desempleada.


 

Me dirijo hacia el área donde se encuentra la cafetera express, siempre he sido una amante de el  café, y que mejor manera de dejar huella en esta empresa que manchando de tan maravillosa bebida los folletos del último proyecto. Un regalo que les dejaré.


 

Abandono el edifico con una sonrisa, estoy despedida, pero por lo menos le di su merecido a esos dos. Tendrán que explotar sus mentes para lograr hacer un trabajo más o menos decente.


 

Llueve, llueve mucho, y aún me quedan varias cuadras para llegar a casa. Debería haber visto el parte del tiempo, así por lo menos hubiera traído un paraguas, pero ni eso. Hoy el día está siendo bastante prometedor, imposible que vaya a peor.


 




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