Un fin de semana en Londres es justo lo que necesito. Aunque sea por trabajo.
La semana pasada logré sacar cita en tres de las casas de novias más famosas de la ciudad, además de que contacté con un fotógrafo lo suficientemente experimentado en el tema de las bodas para que se encargara de capturar los momentos importantes del día, y lo mejor de todo es que no tiene una tarifa muy excedida. El presupuesto no es tan grande como para derrocharlo.
Mañana aprovecharemos y visitaremos a un peluquero y maquillador también. En el pueblo no hay nadie que se dedique a ello, por lo que tenemos que recurrir a contratar uno en la ciudad. Son más los trámites que tenemos que hacer en la capital que en el mismo Glash Village.
Elegir el vestido de novia no es tarea fácil, y mientras más opiniones femeninas mejor. Por eso estamos en el autobús la madre de la novia, Rose, Penny y yo, acompañando a April en este emocionante viaje.
Al ser todo tan de prisa y de imprevisto, no me quedó de otra que conseguir un lugar para hospedarnos a última hora, y para nuestra suerte, el Hotel Pelican London and Residence tenía tres habitaciones disponibles. A 8,7 km del Palacio de Buckingham y por solo 39.42 libras la noche no está tan mal como imaginamos. Limpieza, elegancia y minimalismo son las palabras correctas para describir al sitio que nos acogerá a cada final del día.
Dejamos nuestras pertenencias en el hotel y fuimos rumbo hacia nuestro primer destino. El metro se convirtió en nuestro mejor aliado, y en poco tiempo nos encontramos en la 94 New Bond Street a solo una cuadra de la Galerie Bartoux, donde está una de las casas de novias más prestigiosas de la ciudad. La famosa Pronovias London.
—¿Estás nerviosa? —Le pregunto a April antes de entrar.
—Sí, ¿y si no lo encontramos? —Se encoge de hombros y se empieza a comer las uñas.
—Tenemos cita con dos tiendas más. —La anima Rose.
—Ya, pero ¿y si ninguno me gusta? —Vuelve a preguntar y creo que está a punto de llorar, pocas veces la había visto tan agobiada, entiendo que la situación suele provocar todo eso, es una elección importante.
—No puedes ser tan pesimista, en alguna está tu vestido ideal, de eso estoy segura. Y si no, también tenemos la opción de que lo confeccionen. —Penny trata de calmarla.
—Bueno, mejor que no tengamos que utilizar esa opción, con 5 meses de antelación nadie querrá hacer un vestido de novia. —recuerdo. El tiempo es limitado, y los diseñadores siempre están muy ocupados. Además de que los precios en esos casos son bastante exorbitantes.
—Calma, hija. Recuerda que lo importante es que Peter y tú se aman. La boda solo es una ceremonia para hacérselo saber al mundo de una forma especial. —Martha trata de que April no entre en pánico.
—Venga, que perderemos las demás citas. —Terminamos entrando las cinco a la tienda, y tengo que admitirlo, estar aquí provoca en mí un cúmulo de sensaciones. Creo que hasta Martha tiene ganas de casarse otra vez.
Es el cielo de vestidos de novias, y lo peor de todo es que los temores de April han cambiado, ya que nos acaba de asegurar de que le gustan todos.
Después de más de 10 pruebas de ropa, nuestra opinión tampoco es de mucha ayuda. Yo soy fanática a los vestidos modernos, mientras que Rose tiene un gusto bastante marcado con el estilo Ball, Penny es más de los Hippies-Chic, y Martha es muy de los clásicos. Al final todas nos estamos decantando por el vestido que elegiríamos para nosotras, y olvidamos totalmente que la boda no es nuestra.
Tres horas después abandonamos la tienda, sin nada en nuestras manos. La próxima cita es en Rosa Clará London, conocida precisamente por hacer realidad los sueños de las novias. En la 17 Woodstock Street, encontramos un nuevo paraíso.
Otras diez muestras de ropa, y una dependienta con poca paciencia no fueron de mucha ayuda a la hora de elegir el vestido ideal. Salimos de allí con la esperanza de que la última cita diera resultados productivos.
David's Bridal, es un sitio único y mágico. La tienda que logró ponernos de acuerdo. Ubicada en Westfield Stratford City, hizo que lloráramos de alegría cuando por fin encontramos el vestido de April. Al final una pieza de encajes con diminutos bordados, un estilo tubo que realza sus caderas y la hace ver como la chica hermosa, y elegante que siempre ha sido. Sin dudas, está hecho para ella.
Salimos de la tienda cargando una enorme y frágil caja de regalo, que pesaba lo suficiente como para que tuviéramos que turnarnos para llevarla. Volvimos al hotel agotadas del sueño, pero valió la pena. Teníamos en nuestro poder uno de los artículos más importantes.
Nuestro segundo y último día en Londres no sería menos entretenido que el primero. Desde temprano salimos en búsqueda del estudio del fotógrafo con el que me había comunicado. En la calle Brick Lane, entre una pared de grafitis y un restaurante de comida exótica se encuentra nuestro destino.
—Bienvenidas. Mi nombre es Noah.—Un chico joven de cabello largo y mechones rubios nos recibe en la puerta regalándonos la más encantadoras de las sonrisas.
—Gracias por recibirnos, yo soy Jess, con quien hablaste por teléfono. Ella es April, la afortunada. Martha la madre de la novia, Rose y Penny amigas. —Las presento a todas así nos ahorramos un poco de tiempo. Visitar a un fotógrafo guapo no es nuestra única tarea del día.
—Oh, Jess, que bueno conocerte por fin. —El fotógrafo centra su atención en mí, y no puedo evitar sentirme incómoda. Casi nunca me sucedían estas cosas. —Ya me imaginaba que eras linda por tu voz.
—Eh, vinimos a lo de las fotos. —Ignoro su intento de piropo, y me mantengo profesional ante mi trabajo. Pero el chico no parece molestarse por ello, al contrario, me sonríe con más intensidad.