La boda de mi mejor amiga

Capítulo 14

Chaquetilla de cuero, brisa de verano, moto vieja y sonrisa radiante. La importancia de lo que pueden significar las cosas al azar. Tenerlo entre mis brazos aún me deja sin aliento, y sentirlo acariciar mis manos de vez en cuando durante el camino eriza mi piel.


 

Nunca imaginé cuando tenía 15 años que terminaríamos así, con un viaje a Londres clandestino. Me muero por saber si el deseo de contarle al mundo que estamos juntos lo está matando tanto como a mí. Nuestra historia de amor merece ser conocida por todos. Me siento como si fuéramos la copia patética de una novela de romance trágico en pleno auge. Nunca me a dolido tanto querer gritar algo a los cuatro vientos, algo que me hace tan feliz.


 

Tuve que mentirle a las chicas y decirles que pasaría el fin de semana en la ciudad con la intensión de buscar un coche clásico para el trayecto del viaje de los novios, y un Dj para animar la celebración, cosa que ya había hecho por internet. En realidad no tenía la necesidad de ir directamente al sitio, pero necesitaba encontrar alguna excusa para viajar y que ninguna de ellas, sobre todo April quisieran acompañarme.


 

Arthur y yo nos encontramos frente a Bar Bells a las 6:00 am para emprender nuestra nueva aventura y dejarnos llevar por el impulso o la locura que en algunos momentos el corazón nos hace experimentar. No hay ni un rayo de sol que nos guíe. El verano le dio la bienvenida a las lluvias y el aroma húmedo y natural de las mismas nos acompañan, al igual que el miedo de que nos caiga un chaparrón.


 

Decidimos hacer una parada al encontrarnos un FoodTruck en la carretera. Después de más de una hora de viaje y sin haber desayunado ya me estoy muriendo de hambre.

Ambos ordenamos una taza de café y un sándwich de jamón y queso, que por cierto se ven deliciosos. Arthur se apoya en la moto para degustar su comida con tranquilidad mientras que yo a su lado trato de abrir dos sobres de ketchup y mostaza que me regaló el dependiente para agregarlo a mi gusto.


 

—¿Quieres que te ayude? —Se ofrece Arthur, y yo le entrego el sobre de color rojo tomate, en lo que sigo tratando de romper el envoltorio del otro con los dientes. —No es muy difícil mir... —Antes de que termine la frase por fin logro abrir el sobre de mostaza, lo que al apretarlo tanto termino embarrando todo a mi alrededor de la salsa amarillenta.


 

—¡Oh Dios! —Me fijo en sus manos y veo que tiene el sobre de Ketchup perfectamente abierto. —¿Cómo lo hiciste? —pregunto y lo miro a los ojos buscando respuestas. Descubro que tiene mostaza por todo el rostro, y su cara de póker no muestra mucha felicidad. —Tienes... eh... por toda la cara. —digo tratando de aguantar las ganas de reír.


 

—Ya lo sé. —Se acerca a mí y puedo ver en su mirada las intenciones de venganza cuando se quita un poco de salsa con el dedo.


 

—No, Arthur, con la comida no se juega. —Trato de alejarme pero es imposible. Me alcanza antes de que pueda llegar demasiado lejos entrelazando sus brazos en mi cintura.  —Lo siento, fue sin querer. —chillo y él me regala una sonrisa maliciosa antes de acercar su dedo a mi cara.


 

—Eres todo un caos, Jess. —susurra, y deposita un tierno beso en mis labios.


 

—Sabes a mostaza. —Le confieso, y trato de limpiar su rostro de salsa con la servilleta de mi sándwich.


 

—Por tu culpa. —Sigue riendo mientras intenta darme otro beso pero lo detengo.


 

—No me dijiste cómo abriste el sobre. —Estoy intrigada por saber.


 

—Tienen una etiqueta que dice « abre aquí.» —Me indica.


 

—¿Quién lee esas cosas? —Yo nunca lo hago, claro está.


 

—Venga, que llegaremos tarde. —Me toma de la mano y nos acercamos otra vez a la moto para terminar nuestro desayuno.


 

En unos minutos volvemos otra vez a la carretera un poco más cerca de la famosa ciudad. Me pierdo nuevamente en mis pensamientos, contando sus respiraciones, y capturando su perfume en mi memoria e imaginándome lo que podríamos llegar a ser.


 

Terminamos frente a un edificio en la Great Portland Street, de color blanco y antiguo, pero sin dejar de tener cierto encanto con un toque de modernidad. Me causa curiosidad saber cómo es que trabaja, no suelo entender mucho de tecnologías pero me fascina la mente de los que las crean.


 

Una vez había leído en un libro de autoayuda una frase que me hizo plantearme la capacidad con la que creaba fiestas. "El poder de la imaginación es el único que puede hacerte evolucionar, todo lo que crea el hombre nace de ella, aquella que vive en tu mente." Después de eso me convertí en una de las mejores organizadoras. Había aprendido a aprovechar mi poder al máximo como hacían los demás. Y hoy quería saber de qué manera nacían las ideas en la mente de Arthur.


 

Las horas pasaron y comencé a impacientarme, si bien es difícil y complicado esto de crear videojuegos, la reunión por la que vinimos no tenía nada que ver con ello como yo tanto esperaba. Cuentas, contratos, abogados, documentos que firmar y una infinidad de cosas que ya no recuerdo. Me quedé dormida en la primera media hora de la charla a una esquina del salón.


 

Me gustó ver a Arthur concentrado, y atento a todo, incluso a mí que de vez en cuando lo pillé mirando en mi dirección cuando no estaba yo tomando una siesta. Me presentó ante sus socios como su novia y fue la primera vez que se lo dijimos a alguien, casi me dan ganas de llorar. La emoción fue tan grande que no pude dejar de apretar su mano con fuerza durante toda la conversación. Creo que ahora le duele por mi causa.


 

—Lamento que hayas tenido que estar en esa reunión tan aburrida. —Se encoge de hombros antes de ayudarme a colocarme el casco de la moto.


 




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