Salimos los tres de la oficina compartiendo algo más que miradas consoladoras. Si bien no quiero permanecer con este secreto por más tiempo, no puedo negar que me siento algo nerviosa de que se lo contemos a April. Decido dejar el ramo de rosas en el escritorio de Arthur, más tarde podría pasar por él, ahora por unas pocas horas tenemos que seguir siendo discretos.
—¿Esto quiere decir que la única soltera de la boda seré yo? —Me pregunta Rose con diversión.
—A menos que Keith no caiga en los encantos de Penny, sí. —Le contesto mientras nos acercamos hasta la barra del bar seguidos de Arthur.
—Más para mí. Peter me dijo que sus primos son bien parecidos. —Me alegro tanto que Rose me ayude a despejar la mente, sabe muy bien que lo necesito.
—Oye, que mi tía Marie también es soltera. Así que no creo que seas la única. —comenta Arthur con una sonrisa.
—Bueno, pues los de la tercera edad se los dejo a ella, y los demás para mí. —Estallamos los tres en una carcajada, y liberamos las tensiones de nuestro cuerpo.
—¡Oh, Dios, que tengo que seguir llamando al catering! —Recuerdo, y me apresuro para sacar mi teléfono de dentro de mi corpiño.
—Arthur, que bueno que apareces. No sé dónde está nada aquí, necesito más cubiertos, y ya se nos acabó el queso. —Una April desesperada aparece a nuestro lado atropellando la palabras.
—Ahora mismo los busco. —Arthur apoya su mano en mi espalda mientras pasa por mi lado justo antes de desaparecer entre la muchedumbre que se encuentra en el bar.
—Jess, podrías... — Escucho el primer timbre del teléfono, y le hago una señal a April para que se detenga, al mismo tiempo en el que una recepcionista gruñona contesta a mi llamada.
—¿Hola? Hablo de parte de los novios Peter Sugg y April Wheeler, quería ordenar el menú para la boda. —Me alejo del bullicio y consigo por fin cumplir con mi tarea del día. Una cosa menos por hacer. Ahora podré disfrutar de la celebración con más calma, aunque aún cargando con la tensión de mi secreto. —Listo. Ya todo está ordenado. No tienen de que preocuparse. —Le informo a las chicas una vez que les devuelvo mi atención.
April, Rose y yo retomamos nuestra tarea de atender a los comensales, y una hora más tarde el bar recupera un poco más la calma. Aunque no tanta, porque los músicos de la banda del pueblo no dudaron en pasar por aquí, y ¿quién les impide tocar una melodía pegajosa?
—¿Bailamos? —Me anima April una vez que termina de servir a la mesa 6.
—No. —Me sonrojo solo de imaginarme bailando en frente de todos.
—Oh venga, Jess. ¿Recuerdas esa coreografía que nos enseñaron en el colegio? Sería genial hacerla. —Me súplica cargando la bandeja y moviéndola de un lado al otro.
—Chicas, ¿bailamos? —Penny aparece después de haber pasado horas en la cocina y como siempre con sus grandes ideas.
—Jess no quiere.
—Venga, Jess. Si eres la que mejor lo hace. —De las pocas veces que me han visto bailar no sé qué les hace pensar eso, pero me animo a hacerlo una vez que Rose se acerca a nosotras imitando los pasos de baile de todo el qué pasa por su lado.
Pierdo la vergüenza y las acompaño a las tres en lo que había sido años atrás una danza para el colegio. Damos vueltas al ritmo del violín y movemos nuestros pies como nos indica el sonido del tambor. Varias personas se nos unen, y las palmadas y los silbidos se hacen escuchar. Encuentro los ojos de Arthur a lo lejos, y lo veo sonreír con emoción. Una vez que termina la música las cuatro nos abrazamos y reímos por encima del cansancio. Estas fiestas siempre traen alegrías, y no podemos dejar de disfrutarlas.
—Ustedes son todo un espectáculo. —Se acerca Peter a nosotras por primera vez en la tarde debido a que estaba demasiado ocupado con los comensales. Se nota alegre, y deja un fugas beso en los labios de April.
—Ya ves. Tantos años siendo amigas, tenemos muchas historias en común. Todavía podemos seguir sorprendiendo. —responde su novia.
El tintineo de una copa reclama nuestra atención y escucho cuando Arthur le informa a todos los visitantes del bar.
—Por motivos festivos cerraremos en 30 minutos el bar. Bells les desea a todos un Feliz Sant Rosette y que la cosecha este año sea muy buena.
Poco a poco se fueron marchando todos los turistas, y algunos de los habitantes del pueblo. Ya listos para descansar del ajetreo del día, Penny propone con gran entusiasmo.
—¿Qué tal si vamos a la feria antes de la fogata?
—Sería genial, dicen que este año hay muchas más artesanías para comprar. —Rose es una fanática de las cosas hechas a mano, y estos eventos atraen a muchos comerciantes de este tipo.
—Sí, y los juegos, chicas. Los juegos son muy divertidos, y los premios son muy buenos. —April se termina embullando.
—¿Qué están planeando? —pregunta Arthur una vez que se acerca a nosotros.
—Queremos ir a la feria. ¿Te vienes? — Penny lo invita, y me hace ilusión que nos acompañe, podría ser un viaje divertido a pesar de que aún no todos saben que estamos juntos.
—Sí. —No aparta sus ojos de los míos.
—Bien, entonces invita a Keith. —mi amiga no pierde la oportunidad para pasar un rato con el cocinero.
—Vale.
Minutos después estamos las chicas, Peter, Keith, Arthur y yo recorriendo la feria del pueblo. El ambiente de la Era Regenciana y las sonrisas en los rostros de las personas propagan las buenas energías y las alegrías. Docenas de kioscos alrededor de la plaza reclaman la atención de los visitantes. Quedamos sorprendimos con los shows de marionetas para niños, los juegos del azar y los tiros al blanco. Pero los más visitados son los puestos de dulces y chucherías. Un señor con cara de intelectual nos llama con la mirada y nos desafía a una de sus adivinanzas. Con un premio de una cesta llena de chocolates no nos podemos resistir. Soy mala para estas cosas, los juegos de pensar mucho no se me dan muy bien. Nerviosa ya estoy, ¿cómo no estarlo? Si Arthur lleva cerca de mí casi todo el viaje, pero no quiero hacer el ridículo, así que me concentro en las palabras del hombre.