La boda de mi mejor amiga

Capítulo 19

La conversación ya no parece tan agradable, y Arthur se remueve incómodo en su asiento. Verlo tensarse por completo e intentar buscar en mis ojos algo más que un simple lo siento, me hace sentir culpable por no haber sido del todo clara. Los temores que me rondan no hacen más que multiplicarse y creía que se marcharía en ese mismo instante molesto, pero no lo hace. Se limita a asentir con la cabeza y a cambiar el tema de conversación. Pero no me toma más de la mano, ni me dirige la palabra, y sus acciones no hacen más que indicarme que una charla no muy grata nos espera.


 

Ni siquiera puedo probar bocado en la cena, tengo un nudo en la garganta, y me es imposible evitar pensar en el futuro, en nuestro futuro. ¿Podría haber echado todo a perder? Espero que no. De todo corazón.


 

—¿Podemos hablar en un lugar más privado? —Es inevitable que me tiemblen las piernas cuando me susurra al oído esa frase cuando estamos todos en el salón viendo las noticias del telediario.


 

—Sí. —Me levanto del sofá y lo guío hasta el porche para sentarnos juntos en las escaleras de la entrada.


 

Vivo los segundos más incómodos de mi vida a su lado, y comienzo a jugar con el dobladillo de mi vestido tratando de no pensar en lo peor que nos puede pasar. Nos amamos, eso es lo importante ¿no? Una vez leí un libro que decía que el amor podía con todo. No recuerdo el título, pero esas palabras resuenan una y otra vez en mi cabeza. Necesito tener algo a que aferrarme por muy falsas que parezcan esas esperanzas literarias que no hacen más que engañar a mi pobre alma.


 

—¿Cuando pensabas decírmelo? —Mueve su rodilla de un lado a otro con desesperación, y junta sus manos una vez que apoya los codos en sus muslos.


 

—Después de la despedida de soltera. Tuve intensiones de decírtelo antes, pero no quería que viviéramos todos estos días como si nos estuviéramos despidiendo el uno del otro. —Tengo la boca seca y me cuesta  pronunciar palabra.


 

—Entonces ¿Es definitivo? ¿Te vas a New York? —pregunta y me obliga a mirarlo a los ojos mientras toma mi barbilla con sus dedos. El contacto me estremece, y los sentimientos se remueven dentro de mí. Estoy tan nerviosa que no me siento segura de si perdí la capacidad de hablar o no.


 

—Se me presentó una nueva oportunidad. —susurro y puede que no haya logrado escucharme con claridad.


 

—Nunca me dijiste que volverías... —Se queda en silencio tratando de leer las expresiones de mi rostro.


 

—Tampoco mencioné algo sobre quedarme, Arthur. —Es tan difícil tomar este tipo de decisiones, y más cuando tienes mucho que perder.


 

—Ya, pero no sé. Creía que estaba claro, tú y yo podríamos estar juntos aquí, en Glash Village. —Niega con la cabeza, y se pasa la mano por su nuca.


 

—¿Y yo viviría de qué? ¿De tu salario? ¿De lo que ganas en el bar? Sabes que no soy así, Arthur. —Envuelvo con mis manos las suyas y le transmito mi calor. Me aterra imaginarme lo que puede estar pensado.


 

—Podrías buscar algún empleo en el pueblo, Jess.


 

—¿De qué? Lo único que se me da bien es hacer fiestas, Arthur.


 

—Pues monta tu negocio aquí. La gente puede contratarte para que organices sus eventos. Incluso podrías utilizar el bar como local y yo te ayudaría en lo que fuera. —propone con desesperación en su mirada.


 

—Arthur, vivimos en un pueblo con menos de 500 habitantes. ¿Cómo crees que lograremos que un negocio así dé frutos? —Hay que ser objetivos, sus ideas son buenas, pero la localización no nos ayuda.


 

—Jess, estás poniendo muchas excusas... —Aparta sus manos de las mías, y me pregunta con seguridad. —¿Realmente crees que lo nuestro funcione estando tú al otro lado del mundo?


 

—Yo si lo creo. Si te he querido todos estos años en silencio, sin dudas puedo soportar la distancia. —Lo digo en serio. Existen miles de formas de sostener una relación, no importa qué tan lejos estemos el uno del otro.


 

—¿Y cuándo nos veremos? ¿Tienes algún tiempo destinado para volver? Por lo menos dime qué estarás fuera unos meses y luego volverás, no sé. —Me exige, y está cada vez más sonrojado.


 

—Hoy en día la tecnología ayuda mucho y nadie mejor que tú lo sabe. Podríamos hablar diariamente y yo vendría de vacaciones. También sería una posibilidad que tú vinieras a New York con nosotros. —Le propongo colmada de dudas. Algo en lo más profundo de mi corazón tiene la esperanza de que acepte mudarse conmigo a la ciudad.


 

—Jess, New York no es para mí. Creía que lo sabías. —Me mira como si no me conociera o no creyera lo que está sucediendo ahora mismo entre nosotros.


 

—Y lo sé, pero tenía que intentarlo.


 

—¿Nos pasaremos toda la vida así? O en unos meses te olvidaras de mí y todo quedará atrás. —Se cubre los ojos con sus manos y suspira profundo.


 

—No, Arthur, encontraremos una solución. —Me acerco a él apoyando mi mano en su hombro. —Ojalá fuera tan fácil olvidarme de ti. Te quiero.


 

—Yo también te quiero, Jess, pero ¿es suficiente? —Me acaricia con la mirada una vez que vuelve sus ojos azules hacia a mí.


 

—¡Claro que es suficiente! ¿Por qué lo dudas? —Le pregunto con el corazón en la mano, y las lágrimas a punto de salir. No quiero verlo así, y no me gusta que no crea en lo que nos une.


 

—No lo hago, solo quería saber si tú estás segura de los que tenemos. —Confiesa y se pone de pie de inmediato. Lo imito y mi voz tiembla de los nervios.


 

—¿Te... vas?


 

—Necesito pensar, Jess. —Se aleja con prisas hacia la entrada de la casa y yo lo detengo.


 

—¿Eso que significa? —No me di cuenta cuando comencé a llorar, pero no me importa. Es Arthur, y no quiero perderlo.




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