La Boda Del Diablo

CAPITULO 5: ¿KATHERINE Ó DIOS?

Aquel infernal lugar ponía tan nerviosa a Elizabeth que sus temblorosas manos no dejaban de aferrarse al asiento del auto, mientras sus ojos avellanados se llenaban de lágrimas. Observaba con miedo y dolor el paisaje que la rodeaba; su mirada se deslizó hasta aquel hombre a su lado. Su rostro frío y su mirada fiera no parecían pertenecer al mismo Lucifer que había conocido.
El auto se detuvo. Lucifer salió con rapidez y abrió la puerta del lado de Elizabeth, obligándola a salir.
—¡Míralo bien, Elizabeth! ¡Míralo! ¡Mira este infierno! Este es mi hogar, ¿te parece una mentira?
La joven temblaba cuando él tomó su rostro con ambas manos, obligándola a mirar a su alrededor. Sonrió, burlesco, al ver el dolor reflejado en su rostro.
Frente a ella se alzaban ruinas, caos, lamentos. Almas llorando, cuerpos retorciéndose en la desesperación. Otros caminaban tranquilamente entre el sufrimiento, los sirvientes del infierno.
—Escúchame bien. ¡Yo soy Satán! Rey de los infiernos y la maldad. Estoy destinado a ser odiado. Puedo poseerlo todo, incluso a ti. No eres especial, Elizabeth. Eres solo una más, destinada a ser mi esposa. ¡Como tú hay muchas!
—¡Basta!—. Tomó aire, limpió sus lágrimas, tambaleándose levemente. Cerró los ojos y, al abrirlos, ya no estaba en el infierno. Solo la entrada de su casa frente a ella. Lucifer había desaparecido.
Entró confundida y temblorosa, pasó la lengua por sus labios secos. Caminó lentamente hacia la cocina, pero no había nadie. Subió a su habitación esperando encontrar a Eleenor, su ama de llaves, pero estaba vacía. Cayó en su cama y rompió a llorar hasta quedarse dormida.
—Señorita Elizabeth…
Abrió los ojos al reconocer la voz.
—Eres…
—Eleenor, su ama de llaves, ¿lo recuerda?
—¡Ah!—. Se levantó bruscamente.— ¡Tú! ¿Dónde estuviste ayer?
—El señor Lucifer me pidió que fuera a ver a la niña Marie. Pasé todo el día con ella.
—No, pasaron cosas raras ayer…—. Suspiró y comenzó a cambiarse.— Sal de aquí.
Eleenor salió de la habitación. Elizabeth temblaba al recordar la crueldad en los ojos de Lucifer. Terminó de arreglarse y salió rumbo al trabajo.
Su cabello castaño saltaba con cada paso, vestía un abrigo beige, botas marrones y pantalón que realzaba su figura. Su andar era firme, aunque su alma seguía agitada.
—Buenos días, Elizabeth—. Saludó Victor, su amigo y compañero.
—Buenos días, Victor.
—Te ves cansada, ¿no dormiste bien?
—Problemas en casa… todo falla y nadie lo arregla.
—Vaya… ah, llegó esto para ti.— Le entregó un folder.— Parece de un cliente agradecido.
—¿Tiene nombre?
—Katherine Klair Tanri.
—¿Tanri? No me suena…
Abrió la carta:

“Querida Elizabeth Rey: Ahora puedes llamarme Katherine Klair Tanri. Nos veremos seguido. Lufer me dijo que accidentalmente te llevó al infierno. Pero eso que viste… no era el infierno. Te mintió. ¿O seré yo la que miente? Este folder contiene una invitación. Gabriel organiza un baile a beneficio del instituto donde está Marie. Asiste si quieres. Te recomiendo no ir con Lufer. Yo estaré allí.

Con respeto, Katherine Tanri.”

Suspiró al reconocer que era Dios quien escribía. Extrajo la invitación perla de letras doradas.
—Asociación “Juegos de Niños”.
—¿Qué es eso, Ely?
—Te he dicho que me llames Elizabeth. ¿Quieres venir conmigo a un baile?
—¿Baile?
—Sí, por caridad. Es del instituto de Marie.
—¡Claro! Me encantaría.
Trabajaron hasta la hora del almuerzo. Elizabeth miraba por la ventana de su oficina. Entonces lo vio. Entre la multitud, con su cabello azabache y ropas negras: Lucifer. Hablaba con una niña, visiblemente incómodo, hasta que una mujer se llevó a la pequeña.
Victor tocó su hombro y la sobresaltó.
—Ely~
—¡Victor! Me asustaste… ¿qué pasa?
—Ya puedes irte. La presentación del perfume está lista. Mañana tendremos reunión para la línea de ropa y maquillaje.
—Perfecto. Iré a prepararme para el baile. Tengo un vestido precioso.
—Póntelo. Lleva el perfume, puede ser buena publicidad.
—Buena idea.
Antes de irse, dio una última mirada por la ventana. Lucifer ya no estaba.
Salía del edificio cuando chocó con alguien.
—¡Ah! Lo siento…
—Eres muy distraída, “Ely”.
La voz la paralizó. Lucifer la sostenía con suavidad, pero con esa frialdad de siempre.
—Solo Victor me llama así, “Lufer”.
Sus ojos rojos brillaron molestos.
—Vine a llevarte a casa. Gilbert traerá el auto.
—Está bien.
Durante el trayecto, ella lo observó. Se percató de pequeños detalles: un lunar entre sus cejas, otro en el cuello. Jamás los había visto.
—Sé que soy irresistible, pero si no dejas de mirarme así, no podré controlarme. Llevo siglos esperándote.
—Cállate.— Se sonrojó intensamente.
Al llegar, él fue caballeroso. Le dio un beso rápido antes de marcharse al infierno.
Elizabeth, ya sola, se preparó para el baile. Usó un vestido rojo adornado con rubíes, regalo de Lucifer. Su cabello recogido por una mariposa de piedras, su maquillaje resaltaba sus ojos avellanados.
Victor llegó y quedaron embelesados al verse. El evento fue en un elegante salón. Katherine Tanri, con un vestido azul marino, los recibió amablemente.
Durante la noche, Elizabeth bebió más de la cuenta. Bailaba con Victor, lo abrazó, casi lo besa. Murmuró el nombre de Lucifer.
—¡Elizabeth!— rugió la voz de Lucifer. Se la llevó cargando en brazos.
Dios los observó con una sonrisa.
Al despertar, Elizabeth ya estaba en casa, con ropa limpia. Lucifer, impecable en traje negro y corbata roja, salía del baño. Ella sonrió.
—Enamorada del diablo…—. Río levemente. Lucifer se acercó con intención de reprenderla, pero ella lo besó con toda la pasión contenida de su corazón.




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