La Boda Del Diablo

CAPITULO 14: ASTAROTH, LOS RECUERDOS ROBADOS.

¿Han escuchado la historia de Asther?

Para quien no la sepa o la ignore, estoy aquí para contar la versión de ese arcángel, sin filtros, como solo un demonio lo haría.

En el principio fue Asther, uno de los arcángeles más sabios del Reino Celestial. Conocía las estrellas, los lenguajes antiguos y el corazón humano como si lo hubiera escrito él mismo. Fue él quien enseñó a los ángeles a leer el destino en el firmamento, y su sabiduría creció tanto que los mismos cielos comenzaron a temerle.

La caída de Lucifer resonó. Asther conocía la situación: Lucifer no se rebeló, no pecó, no hirió, no traicionó.
Asther fue con Lucifer, no por ambición, sino por curiosidad eterna. Eligió la caída para comprender lo que ni Dios permitía conocer.
Al llegar al abismo, cambió su nombre: Astaroth, “el que guarda el saber prohibido”.

Aunque vive entre demonios, no goza del caos. Es un ser melancólico que conversa con los condenados, recopilando historias olvidadas y escribiendo libros en lenguas ya extintas.
Astaroth no odia a Dios, pero tampoco lo sirve. En su torre de obsidiana guarda el Libro del Tiempo, donde se escribe el destino del mundo, no con tinta, sino con sangre.
Quienes lo invocan en busca de sabiduría pagan un alto precio: un recuerdo amado, un secreto personal o un pedazo de su alma.
Él no engaña… pero tampoco perdona.

Esa es la historia de Asther… En otras palabras, esa es mi historia. Así es: Yo soy Astaroth, hermano de Lucifer y príncipe del Infierno.

La corona de espinas la carga Lucifer; yo solo lo ayudo con su cruz. Si los rezos llegan a Dios, ¿no debería alguien rezar por los que cayeron al infierno sin maldad en su corazón?
Lucifer no carga solo con ese peso, y creo que ya es hora de contarlo.

Soy hermano de Lucifer, su primer príncipe infernal. El rey es él, pero yo estoy aquí para servirle y ayudarlo. No planeo su caída más abajo del infierno; Lucifer, mi hermano, no lo merece. Pero si he de pecar en el mundo infernal, será solo para salvar esa parte, ese fragmento, esa brisa de dolor… ese amor que fue encerrado en el abismo de su rencor.

Solo yo conozco el dolor de mi hermano cuando dejó atrás su nombre y pasó a ser Satán, Rey de los Infiernos y el ser más temido.
Su maldad no tiene raíz, no nació para ejercerla. El infierno tal vez no guarda la maldad de los reinos; quizá solo guarda la condena de quienes cometimos un error que Dios no perdona.

¿Por qué Dios perdona a esa plaga humana y no a quienes, como nosotros, solo cometimos un error?
No me perdones, Dios. No me interesa tu perdón. Pero Lucifer… su pecado fue amor puro. Y tú… condenaste ese amor.

Ahora que miro a mi hermano en ese trono de espinas, lava, fuego, sangre, dolor e ira… tal vez estoy viendo también mi reflejo. Tal vez estoy viendo lo que tuviste miedo de ser, pero también lo que tuviste miedo de amar.
¡Oh, Dios! Si en tus manos está dejarnos… por mis manos salvaré a mi hermano, y salvaré a ese hombre que siempre lo acompaña, solo porque ellos me salvaron en mi caída al gobierno de las tinieblas.

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Caída

Asther lloraba con sus alas casi quemadas, sus manos temblando y el libro que atesoraba reducido a cenizas.
El libro contenía todo su saber. Estaba solo, su cuerpo ardía junto con el lugar donde había caído.

—Asther —habló la voz de Dios con dulzura—, abandona ese interés extremo, no sigas a Lucifer. Vuelve a los cielos conmigo.

—Dios —se levantó sin mirar hacia arriba—, “Salvador del mundo”, sabes que no temo, sabes que no grito, pero me enfrento a ti sin tener otra defensa que mi saber. Voy a ser más fuerte cada vez. ¡Voy a salvar a Lucifer del lugar al que decidiste hundirlo!

—¿Quién eres?

—Milo. Mi nombre es Milo. Puedes llamarme así. Soy el más fiel sirviente de Satán.

—Soy Asther —el cuerpo del ángel caído comenzó a temblar.

—¿Qué pasa?

—Acabo de caer del mundo celestial.

Una sonrisa se formó en el rostro de Milo.

—El nombre siempre pesa para los que, sin razón, cayeron. Es normal que el ángel más sabio y noble esté pasándolo mal por la caída.

—Aún quiero mi saber… y salvar a Lucifer. ¿Cómo sabes de mí si no te conozco?

Le ayudó a curar sus heridas, y sus alas se volvieron negras.

—Ahora deberíamos llamarte de otra forma —Milo sonrió, satisfecho—. ¿Qué tal… Astaroth? Como tu saber y lo que atrajo. Tu nueva identidad y tu nuevo comienzo.
En cuanto a cómo me conoces… pertenezco a Satán.

—Satán… —miró el castillo en ruinas.

—Ese es el hogar de Satán, antes llamado…

—Lucifer… —Asther estaba confundido.

—Sí. Así es, Astaroth.

Asther, ahora llamado Astaroth, miró a Milo y suspiró, sonriendo.

—¿Podemos ir?

—Justo eso iba a sugerir. Vamos, mi señor Lucifer espera por nosotros.

Ambos caminaron hacia el castillo.

Llegaron a la sala del trono, destrozada, en ruinas. Lucifer estaba sentado con aire despreocupado; se acomodó y habló:

—Bienvenido.

Astaroth llegó hasta él y se inclinó.

—¿Asther?

—Astaroth —corrigió—. Asther está muerto.

—¿Cambiaste tu nombre?

—Alguien lo hizo por mí, intentando dejar atrás el dolor.

—Entonces tú también debes llamarme Satán, lo sabes. Ahora soy Satanás, rey de los Infiernos y la oscuridad.

—Como Satán lo ordene.

—Ven… platícame tu caída.

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Pasaron los días, las semanas, los meses… y Astaroth siempre estaba con Milo. Aquello comenzó a inquietar a Satán.




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