La Boda Del Diablo

CAPITULO 15: CONFUSO.

Marie estaba acomodando sus ropas con la ayuda de las criadas del instituto. Cada una de las prendas era cuidadosamente seleccionada y cuidada para el instituto. Como decían aquellas jóvenes criadas: "El instituto DemCrystal es el más popular y sofisticado de toda la región. No podemos dejar que una huérfana sin futuro lo arruine, así que las prendas deben ir acorde a lo que se dice en regla". Estúpidas. ¿Trataban con una niña o con basura? Sin embargo, Marie sonreía; no mostraba su dolor, aunque, ¡claro que le dolía!

—Basta—. La voz de un hombre resonó y las jóvenes voltearon.

—Profesor Levi—. Se apartaron y bajaron la cabeza.

—¿No les da vergüenza tratar a una niña así? ¡Ella es la protegida de su Majestad!

Ellas se quedaron heladas; podían sentir cómo su estómago se sentía caliente, vacío, nublado.

—¿Su Majestad?— susurró una de ellas.

—¿Habla del señor Lucifer? Tiene un bonito nombre, me gusta, aunque se siente como el malo. Me gustan sus ojos.

-¡Niña! - interrumpió Levi.

-¡Mi nombre es Marie!

-Ese hombre es el mismo Satanás, rey de los infiernos.

Marie se puso pálida. Sus ojos se abrieron, pero entre el miedo y la duda.

-¿Lucifer? - su voz débil llamaba miedo.

-Tranquila - habló Levi - estás a salvo, y si quieres estar a salvo de él, debes hacer lo que yo te diga.

El profesor sonrió victorioso cuando esa niña se aferró un poco a la ropa que tenía en las manos.

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Marie dormía profundamente; su respiración era serena, ajena a quien la observaba. Levi, con esos ojos fuertes y juguetones, la miraba con curiosidad y cierto desagrado. Tal vez tenía que ver con su situación: huérfana, o protegida de Lucifer.

—Oye —declaró con voz fuerte, sin despertar a la niña—. ¿Sabes cómo volverlo realidad?

—Por eso estoy aquí —una sonrisa se dibujó en sus labios—. Solo necesito una promesa directa a Leviatán, que se convierta en un sacrificio propio.

—¿Esa niña tiene algo que ver?

—Claro —se acercó aún más—. ¿Acaso no lo notas, Belial? —Su sonrisa se tornó sádica—. Es mi hija —declaró.

—No me sorprende —Belial se mostró desinteresado.

—Habría logrado dos cosas si hubiera logrado que fuera de quien la cuida —caminó hacia la puerta—. Las humanas son repulsivas, pero ella… —relamió sus labios—. Elizabeth debería ser poseída.

—Lucifer te sacaría los ojos.

—No me importa —se rió—. Por ahora, debo entrenar a esta niña para que se convierta en una promesa a Leviatán.

—Bien, entonces enfócate en eso.

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Elizabeth estaba en el comedor, observando a Eleenor preparar la comida. Se sentía incómoda; Astaroth estaba en la habitación con Gilbert, quien aún no despertaba y parecía no querer hacerlo, lo que provocaba cierta molestia en Elizabeth.

—Deja de hacer esos gestos —demandó Lucifer al entrar en la cocina. Eleenor se inclinó y salió despacio al recibir su señal—. Me hace sentir celos.

—Gilbert me comentó que no conocía el amor, pero la forma en que Astaroth está tan pegado a él…

—Astaroth no está enamorado de Gilbert, solo es su amigo. Lo salvó cuando cayó del cielo y se siente culpable. Yo borré la memoria de Gilbert de aquel entonces porque lo malinterpretó; no quería verlo sufrir.

—Qué sentimental, Lucifer —criticó Elizabeth.

—Él es, y siempre será, mi único amigo.

—Entonces… —habló Elizabeth—, ¿por qué no dejar que conozca todas las caras de la vida?

—Oh, Elizabeth, eres tan dulce —la voz de Lucifer se volvió melancólica y dolida—. Pero sé lo que es sufrir; sé el tormento que conlleva. —Sus ojos se volvieron fríos—. No quiero ver a Gilbert en ese dolor.

El rostro de Elizabeth se endureció, como si no lo comprendiera.

—¿Tú… amaste?

—Con toda el alma —contestó sin pensar—. Por ello sé que ese sentimiento es más doloroso que cualquier otra cosa en el mundo. —Su rostro reflejaba el dolor del recuerdo.

—Entonces…

—No —interrumpió Lucifer—. No hablaremos de eso.

Ella suspiró.

—¿Qué es eso? —inhaló Elizabeth—. Huele a…

—Elizabeth… la comida —apareció el tono divertido de Lucifer.

Ella brincó y cerró la llave; el humo de la carne y la pasta quemada casi alcanzaba las alarmas.

—¡Maldición! —chasqueó la lengua, molesta, pero no llegó a las alarmas, así que miro…

—No dejaré que tus aparatos se vuelvan a atrofiar; Gilbert ya lo hizo una vez.

Elizabeth lo miró con sorpresa, pero pronto comenzó a reír, perdida en lo que estaba pasando.

—Ya quemé mi comida, así que creo que será mejor ir a ver a Gilbert.

Caminó hacia la puerta, pero Lucifer la detuvo, tomando su brazo con delicadeza.

—Debemos hablar sobre lo que pasó con Gilbert.

—Ah… —suspiró—. Eso.

—¿Eso? Es importante. Besaste a un sirviente.

—Lucifer —su voz se volvió fuerte y dominante—, Gilbert es mi amigo, y si lo besé, estoy muy confundida. Pero, aunque lo niegues, sé lo que Astaroth siente por él. Te entiendo; sé que tienes tus motivos para mentirle, pero está enamorado. Yo quiero a Gilbert, mucho. —Se acercó más a él—. Tal vez nunca pueda amarlo como quisiera, pero él me ama, y voy a ser feliz por ello.

—Elizabeth —subió un poco la voz, grave—, no puedes preferir a un sirviente sobre el mismo rey.

—Nunca me importó tu puesto. Nunca he estado en el infierno, no me interesa. Me importa Gilbert. Aunque estoy feliz de tenerte también, por favor Lucifer, entiende. No puedo estar atada; no, ni siquiera eso. No quiero estar atada a ti.

Lucifer rodó los ojos y apretó más su brazo.

—Elizabeth —el dolor en su brazo se marcó, se quejó y trató de soltarse—. Si no respetas mi decisión, te arrastraré hacia tu destino: ser reina.

—¡No! —se defendió—. ¡No puedes obligarme a nada! ¡Soy libre! Lo sé, tengo mi libertad en mis manos.

—¡Ya basta! —declaró con ira, presionando aún más su mano.

—¡No! —el dolor era brutal; cerró los ojos—. ¡Que no! —Su desesperación creció enormemente. De repente, su cuerpo brilló como un rayo; sintió su mano descansar y, al mismo tiempo, un fuerte sonido resonó. Abrió los ojos y buscó a Lucifer, quien se levantaba de entre los escombros del comedor, con un poco de sangre en la boca.




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