"Cuando Lucifer era un ángel, su cabello era blanco, aunque sus ojos siempre fueron rojos. Tal vez la única razón de todo esto era que sus ojos mostraban siempre el color de la pasión, y no como dijo Dios."
"—Tus ojos muestran el color de la mentira, el color de la furia. Tu destino es servir en el infierno, condenado al exilio. No me equivoqué contigo; me equivoqué al crearte."
Katherine estaba triste; el recuerdo de Lucifer permanecía en sus pupilas, aferrado a la melancolía. Pensaba en Elizabeth y en lo que la joven representaba, en cómo los ojos de Lucifer brillaban solo con pronunciar su nombre. Así, se llenó de recuerdos.
—Lucifer —se acercó a él— Te aferras a la joven aunque dijiste no amarla.
—Tienes razón —trató de incorporarse— Me aferro a Elizabeth como jamás lo hice con nadie. —Sus manos temblaron— Pero… ¿sabes qué es lo peor? Que me aferro a ella más de lo que me aferré a ti. —Se puso en pie con pesar— No amo y no amaré. —La miró con fuerza— Gilbert será quien se case con Elizabeth.
—¿Gilbert? —la voz incrédula y divertida de Katherine resonó en la puerta del palacio— ¿Por qué Gilbert, un sirviente, se casaría con la reina Elizabeth?
—¿Por qué? —Lucifer sonrió y la miró— La primera vez que la llamas "reina"… a mi querida Elizabeth~ —el tono burlón hizo que Dios se sonrojara, aunque pronto volvió a su semblante habitual.
—Lucifer, muchas veces me pregunto: ¿realmente entiendes lo que dices y haces?
—Elizabeth ama a Gilbert, y mi sirviente corre peligro. Quiero que ambos estén bien y felices; no merecen sufrir como yo —Se quejó por el dolor en el hombro, pero pronto la herida comenzó a cerrarse— ¿Qué es esto? —Aquel azabache estaba confundido; sentía su herida sanar y a la vez una punzada interna. Entendió que, aunque cerrada, el veneno seguía dentro de él. Pero no se preocupó: sonrió y miró a Dios, cuya mirada oscilaba entre dolor, preocupación y… ¿coraje?— Incluso ahora —se acercó a él— creo que solo Elizabeth es consciente de que nunca voy a dejarla. Pero escucha —tomó su mano, como si el rencor se hubiera desvanecido un instante—: siempre serás mi primer amor —La rabia volvió, y desapareció en busca de aquella que lo esperaba entre sus rezos.
Katherine miró a todos lados y sintió su cuerpo arder. Entró al castillo y escuchó a Belcebú, aún postrado, mientras reía.
—Ahora entiendo todo —se jactó— El estúpido de Satán se enamoró de lo grande que es Dios —Su risa se volvió ahogada por la sangre espesa que corría de su boca, manchando a Katherine cuando se acercó.
—No eres más que un traidor de este reino celestial. Estás aquí porque Lucifer tuvo piedad de ti —Dios, calculando el miedo del demonio, se acercó y tocó su frente, llenándolo del peor dolor imaginable— No eres digno ni de verme, tampoco de hablar sobre lo que he vivido. A partir de ahora no serás más que un perro traidor para Lucifer. Y para mí, oh querido Belcebú, solo serás el eco nacido en el grito desesperado de miles de demonios, el trueno que retumba en el infierno —La voz de Katherine, aunque calmada, hacía que Belcebú rechinara los dientes con fuerza.
—Los demonios somos lo peor —rió mientras se levantaba, un chorro de sangre manchando aún más el vestido de Katherine— Pero tú, siendo el ser más “puro, bondadoso, claro y luminoso”, haces tanto daño. Creí que eras perfecto, pero ahora entiendo por qué Satán siempre miraba hacia el vacío —Volvió a reír.
Dios lo hizo gritar de dolor nuevamente.
—Soy Dios. Yo decido todo. Te he dejado existir por Lucifer, pero si sigues haciéndome eno… —un dolor extraño atravesó su vientre. Katherine nunca había sentido algo así. Vio a Belcebú sonreír, aun en medio de su agonía.
—¿Qué hiciste? —se movió, y una lanza salió de su vientre— ¿Crees que algo tan estúpido me haría daño?
—No —Belcebú sonrió— Pero te volverá casi humano por un rato. Así, no serás un estorbo —Y desapareció.
—¿Qué están tramando…? —sintió una punzada en el pecho, como si algo estuviera mal— Marie… —Desapareció.
Apareció fuera del instituto demoníaco, envuelto en llamas.
—¡Marie! —sus piernas temblaron y corrió hacia la puerta, pero fue detenido por dos hombres.
—¡Alto! —Eran conocidos— No puedes entrar ahí. Leviatán está por despertar.
—¡Belcebú! ¡Belial! —gritó— ¡Suéltenme! ¡Marie! —Miró el fuego, pero no pudo avanzar— ¿Qué pasa?
—Te lo dije —habló con pesar Belcebú— Ese veneno fue creado solo para este momento, para que no interfieras.
—¡Marie! —gritó Elizabeth al llegar. Su mirada se posó en Katherine, en los alumnos y en los profesores. Solo faltaba uno.
Aquella pequeña estaba perdida en los rezos que Levi mostró para dedicarle a Leviatán; estaba en esa habitación, justo en medio del fuego, el humo subía y su vestido blanco se tornaba gris, aunque ella parecía no ser consciente.
—Eso es Marie —habló Levi desde una esquina de la habitación, sin miedo y persistente en que la pequeña siguiera rezando.
Ella permanecía ahí, perdida, mientras el fuego se acercaba peligrosamente.
—Es hora, Marie —dijo aquel rubio mientras sonreía. Marie se levantó y caminó directo al fuego.
—Alto —interrumpió una voz profunda que hizo temblar a Levi, quien se hizo pequeño entre las llamas— Detente, Marie —la niña detuvo sus pasos al escuchar a Lucifer, que tocó su hombro; se dio la vuelta y lo miró, sus ojos estaban vacíos, como si no existiera nada— Salgamos de aquí —la voz tranquila de Lucifer y sus ojos rojos mostraban algo parecido a… ¿preocupación?
—Mi destino es Leviatán —declaró la niña y trató de darse la vuelta.
—Marie —la voz de Lucifer fue más baja, casi dulce, y captó la atención de la niña.
—¿Señor? —tembló— ¿Usted es... ¡No! ¡Es usted!
—Lucifer —terminó el azabache— Satán, rey de los infiernos y, en la creencia humana como la tuya, el mal encarnado —La miró con frialdad— No te juzgo por temerme; soy aquello que trae el dolor, reproduzco lo corrosivo y quemo lo hermoso. Mi existencia fue dedicada a guiar almas al infierno y corromper aquello que parezca bueno —Mirando a la niña, suspiró; los ojos grandes y curiosos de ella se aferraban a los suyos mientras sus piernas temblaban y su corazón aceleraba— Pero soy más que eso: primero, Elizabeth, tu amada madre adoptiva, es parte de mi luz.