Entonces perdí el propósito de la vida... ¿Por qué existo? Condenado a la tristeza de un nuevo amanecer.
¿Por qué me ahoga la locura? Siento su calor en mi cuello y sus manos en mi cintura; un calor tan innombrable como incómodo, pesado, ahogado... que quema, me quema como el sol. Tal vez es cálido, cálido como el fuego que ronda su infierno, enterrado en la oscuridad de su nombre. No solo es Satanás, es Lucifer: dos personalidades encerradas en un cuerpo perfecto, sin corazón, sin luz.
¿Cómo alguien que guarda rencor podría amar? Siempre me pregunté si realmente existe el bien y el mal, si en la bondad hay maldad, si en la tormenta puede haber calma.
Como un grito ahogado atormenta a Lucifer, a la pequeña Marie, al hermoso Astaroth.
Todos guardan secretos, escondidos en las sombras, en la realidad oculta de cada mañana. ¿Acaso no guardan todos un secreto tan oscuro? Quizás no por vergüenza... tal vez por coraje, por molestia, por apretar los dientes con más que odio. Tal vez... amor.
Yo lo amé. Amé a Lucifer como el fuego y el hielo, como un atardecer nublado, como la noche ama al día.
La forma en que amé es indescriptible, pero aun así, amé. Lo amé.
Mi corazón fue roto y mi alma abandonada. ¿Acaso alguien como yo es digno de amar y ser amado?
Mientras más pasa el tiempo, más lo noto.
Dios es perfecto, no comete errores.
El ser más poderoso, el único, el misericordioso, el inigualable, el benemérito, el grandioso, el eterno Dios.
¿Por qué cuando miro a Lucifer esa llama se enciende? Incluso ahora, siento que no puedo soltarme.
Quiero saber, entender... ¿Por qué es Lucifer?
Cuando yo creé a Lucifer no fue solo como mi primer ángel; sería mi amigo, el único que podría ser mi igual.
Lo hice libre de pensar, actuar y sentir.
Se enamoró de mí y, aunque yo sabía que lo amaba, lo negué.
"El amor no es digno de lo celestial."
Eso dije... eso fue.
Si el amor no es digno de ser celestial...
Entonces, ¿por qué fue creado?
Fui un estúpido.
Dejé ir al único ser que amé.
Lo mandé a los brazos de Elizabeth, la reencarnación de ese amor.
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Marie movía sus manos en el sillón. Sus ojos viajaban de un lado a otro mientras mordía su labio con algo de rabia.
-Señorita, si continúa, se va a lastimar.
-Llame a Lucifer -replicó-, como él me lo dijo el día del incendio.
Volvió a morderse el labio mientras recordaba.
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-Te contaré una historia, sobre cómo fue creado Lucifer, ¿está bien? -la voz de Satán era abrumada, intentando evitar que la niña fuera consumida por el fuego.
-¿Por qué? -preguntó la pequeña, a la defensiva. Pero la calma del hombre la hizo suspirar-. Dime -su tono resignado hizo suspirar al azabache.
-Hace mucho tiempo -comenzó, poniéndose a su altura-, con la eternidad nació un Dios...
Contó cómo fue creado, por qué Dios decidió crear un igual, hasta que finalmente llegó a esa parte... cuando fue lanzado al infierno.
-¿Cómo fue? -cuestionó la menor, intrigada por los ojos rojos que mostraban un brillo nostálgico.
-Amé -replicó-. Amé con toda mi alma a un ser que no sentía nada. Dios, que es "perfecto", decidió que yo pecaba al amar, y me ató al infierno. Volvió mis alas negras, y mi odio volvió mi cabello azabache. Estaba enojado, porque aquel a quien amé... me traicionó al entregarme al infierno.
-Entonces... -la voz infantil, ahora calma, resonó-, ¿eso te hace malo?
-No, amar no me hace malo. Me hizo imperfecto, y ese fue el error y el pecado que cometí ante Dios.
Marie, de forma inconsciente, se acercó a él y lo abrazó. Sus pequeñas manos se volvieron un faro de protección en la oscuridad de Lucifer. Su pecho saltó con fuerza; no correspondía, pero sus ojos rubí brillaron como carbones encendidos.
De pronto, se encontró envolviéndola con sus brazos protectores. Una ráfaga de fuego golpeó la mano de Marie, y ella se quejó un poco. Aquel hombre la cargó y le sonrió.
-A partir de hoy tendrás mi protección. Porque, como hija de Elizabeth, ahora eres mi hija. Solo clama mi nombre y estaré para ti. No eres una promesa, eres una princesa: la princesa del infierno y los demonios.
La forma en que Lucifer hablaba calmó a Marie, y ambos sonrieron.
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-Me sacó de ese lugar... y ahora me abandona. Parece mentira -su tono triste apachurró el corazón de la criada.
-No diga eso. Ya verá, el señor volverá.
Marie sollozó un poco, y luego soltó un grito silencioso.
-"Eres una princesa", dijo él... entonces, ¿por qué no me siento como tal?
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Paso a paso, pasaron las horas, los días, las semanas, y pronto cuatro meses en los que Elizabeth se arrastraba al trabajo, y al final del día volvía con dolor en su corazón.
Víctor había hablado con Elizabeth, y contrataron a un nuevo secretario para ella: Nathaniel.
Marie, en una escuela primaria, hablaba sola, intentando comunicarse con Lucifer, aunque todo era en vano.
No había forma en que Elizabeth y Lucifer pudieran volver a encontrarse.
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Por otro lado, esos cuatro meses de Elizabeth fueron años para Lucifer.
En el infierno y el cielo, el tiempo fluye diferente: a veces más rápido, otras más lento, y en pocas ocasiones, al mismo ritmo.
Lucifer había pasado años sin ver a Elizabeth, y cada vez era más cruel.
Miraba a todos con odio, incluso a ese pelirrojo que siempre estaba a su lado. Su crueldad se volvió tan fuerte que nuevamente fue temido por todos los demonios, como si Elizabeth nunca hubiera existido.
Aunque pocos, o nadie, sabían que Lucifer estaba así porque Elizabeth no solo había sido su presencia... sino su todo.
Pronto, Elizabeth se volvió ese pedazo que necesitaba su corazón, esa fuerza que calmaba su dolor. Una bruma de realidad, un grito doloroso de amor.
Ese día, sus oídos comenzaron a zumbar, como si una mosca estuviera dentro de ellos. Dolía, y su corazón se apretaba. Sus ojos se abrieron de par en par cuando aquello se hizo claro.